Francis, de Bilbao
El líder de Doctor Deseo repasa su memoria sentimental antes de presentar mañana en el Arriaga su nuevo álbum
CARLOS BENITO
Martes, 20 de marzo 2012, 12:15
Doctor Deseo son el grupo bilbaíno por excelencia, con una poética romántica, canalla y decadente que tiene mucho que ver con las correrías de su líder, Francis, por la villa de su adolescencia y su juventud. En vísperas de la presentación en el Arriaga del álbum número 13 de la banda, Al amanecer seguir soñando, Francis desgrana su memoria sentimental en seis respuestas.
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¿Un barrio?
Uribarri, donde mi madre me parió. Soy muy de él. Recuerdo cuando era una serie de edificios y muchas campas, porque aún no existía la autovía: esas campas y las faldas de Artxanda eran nuestro campo de juegos, nos pasábamos allí media vida, haciendo trastadas y soñando cosas curiosas. Eran tiempos, por cierto, bastante más miserables que estos. De Anselma de Salces para arriba, todo era montaña, estábamos asilvestrados. Años después he vuelto a Uribarri, me siento muy ligado a él: fue el primer barrio obrero de Bilbao, donde vivíamos básicamente emigrantes gallegos y burgaleses, como es mi caso.
También tengo un especial cariño por las Cortes, cuando era un barrio chino: yo era un chavalito sin edad para andar por allí, pero lo hacíamos. Mi profesor de saxofón, Tomás, tocaba en el Variedades, y ver todos aquellos espectáculos, ver por ejemplo a Colorines, supuso un impacto muy fuerte: la sensación de pecado, el colorido... Era como encontrar flores en la basura. En nuestra estética siempre ha habido algo de cabaré, de aquellos personajes que eran muy tiernos por un lado y muy bestias por otro.
¿Un lugar favorito?
Queda cerquita de mi casa: suelo subir a la Vía Vieja de Lezama, al Caserío Abasolo, que es un mítico txakoli de los de toda la vida, de los pocos que quedan. Es el que tira los cohetes siempre cuando marca el Athletic. Tomarme algo allí y pasearme por la Vía Vieja de Lezama con Bilbao a mis pies es muy especial para mí.
¿Bares, tanto de ahora como de antes?
Hubo una época con una serie de bares muy importantes, como el Gaueko de la calle Ronda, que fue el primero en el que tocamos y era una especie de váter o de cocina gigante, con baldosas blancas por todos los sitios. También el Yoko-Lennons o incluso el Distrito 9: salíamos del Casco Viejo e íbamos allí a conocer otros mundos y bailar música disco. Cuando cierran un bar, algo se te muere, algo pierdes. También están algunos de las Cortes, como el Variedades: estuvimos en el concierto de la última orquesta que tocó en las Cortes, cuando aquello ya empezaba a degenerar hacia otras cosas. Y, por supuesto, algunos de Barrencalle, como el Gure Txoko, el Katu, el Paradix. También el Umore Ona, claro, y el Key, en mi barrio, con esa magia del transformismo. En el bar del Athletic subiendo al Pagasarri, con el inefable Bululu, hemos estado muchas veces escuchando metal con Bilbao allá abajo.
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¿Qué significa ser de Bilbao?
Antes de nada, tengo que decir la bilbainada: es un orgullo pertenecer al centro del mundo. Al fin y al cabo, las bilbainadas no son más que una manera muy sana de reírnos de nosotros mismos. Pero, más allá de eso, Bilbao es el escenario de mi vida: en cualquier rincón me han pasado cosas, es algo a lo que estoy muy vinculado emocionalmente. Lo amo y a veces lo odio a partes iguales, como ocurre con todo aquello que es importante para uno.
¿En el nuevo Bilbao se ha perdido algo hermoso del viejo?
En toda evolución se pierde algo, pero yo no soy una persona nostálgica, así que me siento de este Bilbao. En él están todos los demás Bilbaos, lo mismo que en mí continúan el niño, el adolescente y el joven. Soy amigo del Guggenheim y muchas veces, cuando estoy un poco tocado de inspiración para componer, bajo de mi barrio, cruzo el puente de Calatrava y me pierdo hacia el museo, o me meto en él, que es como entrar en una iglesia donde siempre encuentras algo que te inspira. Yo he dicho tonterías tales como que Bilbao no iba a ser lo mismo cuando limpiasen la ría, y la verdad es que no es lo mismo: es mejor. Uno siempre se equivoca por el camino.
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Aparte de Doctor Deseo, ¿qué banda sonora le pega a Bilbao?
Evidentemente, las bilbainadas. También le pondría esa banda sonora que han aportado los transformistas, desde Colorines hasta La Otxoa o Asier Bilbao, con sus interpretaciones de las folclóricas, su punto surrealista y ese color tan especial. Y, luego, bandas recientes como Cápsula, que son uno de los mejores grupos bilbaínos y son argentinos, porque eso es lo bueno que tiene Bilbao, o Atom Rhumba, Gora Japón, Zea Mays... Esa mezcla le queda bien a Bilbao.
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