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Relevo. Juan Karlos Izagirre alza la makila de alcalde de San Sebastián en presencia de su antecesor, Odón Elorza . :: EFE
El 11-J ensancha el abismo entre PNV y PSE
bildu tiene vía libre para gobernar guipúzcoa

El 11-J ensancha el abismo entre PNV y PSE

El PSE ve un «frente nacional» del PNV con Bildu, mientras los jeltzales creen que la izquierda abertzale les trata de «enemigos»

OLATZ BARRIUSO

Domingo, 12 de junio 2011, 11:06

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La jornada de constitución de los ayuntamientos no solo otorgó ayer a Bildu un papel preponderante en la vida municipal vasca, donde ostenta más poder que nadie al sobrepasar el centenar de alcaldías, sino que certificó la ruptura absoluta de relaciones entre el PNV y el PSE. La primera y la tercera fuerza política del país según los últimos resultados electorales ensancharon ayer un poco más el abismo que les separa y que hace prácticamente imposible cualquier entendimiento entre ambas a medio plazo. El 11-J proyectó por lo tanto un mapa de Euskadi dominado por el verde manzana de Bildu -el PNV le sigue a poca distancia al hacerse con 93 consistorios-, pero, sobre todo, la imagen de un país dividido en cuatro grandes bloques políticos e incapacitado por ahora para los acuerdos transversales.

El PP apoyó al PNV, aunque solo para descabalgar a Bildu; el PNV se votó a sí mismo salvo significativa excepción; el PSE no respaldó a los jeltzales ante la imposibilidad de llegar a acuerdos a gran escala; Bildu se hizo con todas las makilas que pudo con la colaboración de agrupaciones vecinales, Aralar y, excepcionalmente, jeltzales y socialistas. Cada uno a lo suyo, todos mirándose de reojo. Como resultado, un buen número de gobiernos en minoría, dependientes de acuerdos precarios en época de crisis. Y, sobre todo, un cruce de reproches tan duro que augura una etapa más bien larga de puentes rotos. Solo el acuerdo PSE-PP que sostiene en pie el Gobierno vasco se libró ayer de las puñaladas traperas; está por ver si aguanta hasta el final de la legislatura vasca.

De todas las heridas, las que parecen más difíciles de cerrar son las que supuran entre jeltzales y socialistas. Llegaban al 11-J ya con una inquina larvada desde que Patxi López desbancó a Ibarretxe de Ajuria Enea al pactar con el PP y con un claro desacuerdo: el PSE buscó sin éxito un pacto «global» con el PNV para conservar algunos de sus feudos tradicionales a cambio de facilitar la investidura del jeltzale Markel Olano en la Diputación de Guipúzcoa.

No había dudas, pero si alguien albergaba alguna, ayer quedó despejada: los socialistas vascos presentarán y votarán a su propia candidata, Rafaela Romero, y Martín Garitano se convertirá en el máximo responsable del Ejecutivo foral guipuzcoano. El acceso de Bildu a las dos principales instituciones del territorio -la imagen del día fue la elección de Juan Karlos Izagirre como alcalde de San Sebastián tras cinco legislaturas de mandatos de Odón Elorza- es solo la primera y más inmediata consecuencia del encono que preside la relación entre PNV y PSE, pero, teniendo en cuenta el fondo y la forma del mensaje que los socialistas enviaron ayer a Sabin Etxea, la guerra entre ambos se recrudecerá.

La clave está en las pocas sorpresas que deparó la constitución de los ayuntamientos. Cada municipio, ya se sabe, es un microcosmos en ocasiones alejado de la «gran política», en expresión del representante del PSE en la pequeña localidad vizcaína de Lanestosa, donde los socialistas respaldaron al candidato de Bildu para desbancar al PNV. Hubo más bajas inesperadas en el parte del 11-J, y fueron especialmente dolorosas para la formación de Patxi López: perdieron Lasarte, donde los jeltzales se saltaron a la torera la directriz de Sabin Etxea de presentar y votar a sus propios candidatos e hicieron frente común con los soberanistas y con una plataforma local para dar a Pablo Barrio, de Bildu, la alcaldía del municipio. Fuentes jeltzales apuntaron que el EBB decidirá mañana si sanciona a sus concejales en Lasarte por hacer caso omiso de la disciplina de partido y negaron que la dirección nacional tuviera conocimiento del pacto.

Pero la beligerancia del PNV contra el PSE en Lasarte estaba cantada tras su constante denuncia de las actividades de la exalcaldesa Ana Urchueguía en Somoto (Nicaragua). El PSE, muy dolido, se lo tomó como una clara agresión -el sucesor de Urchueguía, Jesús María Zeballos, había sacado once puntos de ventaja a Bildu- e incluso reprochó al PNV, por boca de José Antonio Pastor, lo «sangrante» de dar a la izquierda abertzale el control de una localidad donde ETA asesinó a su compañero Froilán Elespe. «Así le muestran su respeto». Y en Trapagaran, sucedió a la inversa: Bildu acabó con la larga etapa como alcalde del socialista Jesús González Sagredo al apoyar al ya regidor del PNV Xabier Cuellar.

Pacto «vergonzante»

Para los socialistas vascos, un claro «intercambio de cromos», un pacto «vergonzante, premeditado y antisocialista» que demuestra que el PNV ha «mentido» a los ciudadanos al sostener que no tenía acuerdos con nadie y que huiría de las políticas de bloques. Los líderes del partido en Guipúzcoa y Vizcaya, Iñaki Arriola y José Antonio Pastor, pusieron voz a unas descalificaciones tan descarnadas como las que se escuchaban en Euskadi en la época de Estella. No en vano, acusaron al PNV de haber dado forma a un «frente nacional» con Bildu para arrebatarles alcaldías, una nueva entente para la «acumulación de fuerzas» abertzales «que nos retrotrae a los peores tiempos de Lizarra, los de la crispación, el enfrentamiento y la división de Euskadi en dos comunidades con la exclusión de una parte de la sociedad».

Palabras mayores. Pastor dejó claro, de hecho, que nada será igual a partir del 11-J y que la relación con el PNV sufrirá un «deterioro notable» porque sus dirigentes «no son gente de fiar» y no tienen «coraje ni valentía». El EBB, que ya daba por «rota» la relación desde marzo de 2009, niega la mayor. Nada conviene menos a la esmerada estrategia de Urkullu de proyectar una imagen de partido centrado y volcado en su propio proyecto que sugerir un entendimiento bajo cuerda con Bildu. Menos aún cuando los jeltzales son conscientes de que la izquierda abertzale será un serio rival en las próximas elecciones autonómicas.

En Sabin Etxea no solo niegan un acuerdo con Bildu: recitan de carrerilla las alcaldías que la izquierda abertzale les ha arrebatado pese a ser la fuerza más votada -Lanestosa, Markina, Muxika, Orio- e incluso aquellas donde, dicen, la coalición «ha maniobrado hasta el último minuto» para intentarlo. En ese saco meten Carranza, Güeñes, Gatika, Arrigorriaga, Artea, Durango, Urduliz... «Nos han quitado todas las que han podido. Está claro que para ellos el PNV es el enemigo», subrayan, sin olvidar la «agresividad gratuita» que achacan a Aralar, cuya colaboración con Bildu ha sido determinante. Otro puente que se tambalea. Con el PP, admiten, la relación es «más cordial». Pero los populares también les acusaron ayer de compadreo con Bildu. Queda un mandato por delante para suturar heridas o para ahondar las simas.

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