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JAVIER ORTIZ DE LAZCANO
Viernes, 15 de enero 2010, 03:55
Una ciudad tan cicatera como la nuestra en el apoyo a su equipo va a recibir el domingo una muestra de como la pasión se puede desbordar por un equipo de la categoría. El Eibar ha remitido 450 entradas al club burgalés, pero se espera que el llamamiento a viajar hasta nuestra ciudad sea secundado por un mínimo de 1.000 aficionados. Como además tienen merecida fama de caballerosos, algo en lo que coinciden con nosotros, serán bien recibidos.
Este partido nos puede mostrar en toda su inevitable crudeza el apoyo que recibe el Eibar. La entidad de la cual puede sentirse más orgullosa la ciudad es este club. Todo lo que ha hecho por dar a conocer el nombre de Eibar no tiene precio. Y además extendiendo siempre los valores que nos han identificado, deportividad, superación, dignidad. En la últimas tres décadas nadie ha escrito el nombre de Eibar con letras más grandes que su club.
Pero lo cierto es que somos 3.000 socios y parece que ahí acaba nuestra masa crítica, que nadie que no vaya al fútbol habitualmente sea capaz de acercarse aunque sea un único día.
Hace tiempo que la entidad lucha contra eso. Parte de esa batalla ha sido el proyecto de abrir el club a las comarcas fronterizas. Creo que en este punto el consejo de equivoca de cabo a rabo. Si no se puede captar a la gente de Eibar, ¿para qué intentarlo fuera? Veremos los resultados ahora que comienza la campaña anual de captación de socios. Uno tiene la impresión de que pese a su voluntad el consejo rema aquí río arriba.
Otra cosa es su esfuerzo por la cantera, en la que se gasta un dineral cada año (cerca de medio millón según el presidente), pero de la que hasta el momento hemos sacado poca cosa.
Lo dije en su día y creo firmemente en ello: el club debe poner el acento en tener razonablemente satisfecha a su masa crítica de clientes, esos 3.000 socios. Y para ello, además de una buena marcha deportiva, habría que tener detalles que no se tienen. Almohadillas gratis, descuentos en la compra de productos oficiales, instalar calefacciones en Ipurúa para les gélidas tardes de invierno y una política de comunicación menos bunkerizada y de mayor cercanía. Eso para empezar.
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