Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
PABLO MARTÍNEZ ZARRACINA
Miércoles, 5 de agosto 2009, 04:19
N os enteramos hace nada de que el Ayuntamiento suprimía los ágapes oficiales de la Semana Grande, entre ellos uno muy concurrido que pagaba a medias con la Diputación. Después, la Diputación anunció el recorte del presupuesto de la recepción de San Ignacio. «Ahí están los mandamases dando ejemplo», pensamos . «Qué raro, ¿se encontrarán bien?», pensamos a continuación. Preguntados por su repentino ascetismo protocolario, nuestros gobernantes pusieron cara de Churchill y dijeron que era «una cuestión de ética», que «no están los tiempos para derroches», que «hay cosas más importantes en las que gastar el dinero». Y tanto. En Moët Chandon y en gambas de Huelva, que son, entre otras, las gollerías que se sirvieron en la cena del IV Congreso Vasco de Deporte que se celebró en junio en La Casilla, pocos días después de que el Ayuntamiento comenzase con los recortes protocolarios.
La fiesta estuvo superior. Además de las gambas y el champán, hubo percebes, pijadas japonesas, pijadas esferificadas (no me pregunten qué diablos es eso: cosas de Ferran Adriá), jamoncito de los Pedroches, merluza fresca del Cantábrico, rioja del 95 (cosecha excelente) y varias cosas más. En los fogones, Fernando Canales. En el gañote, congresistas, altos cargos políticos y jerarcas deportivos. Organizaba Bilbao Kirolak, según la Diputación. Pagaban las instituciones, que somos todos. Se apunta que hubo 187 comensales y la minuta ascendió a 36.000 euros. Dicen los organizadores que es difícil pagar menos por una cena del estilo en Bilbao. Hay gente entre nosotros que vive ajena al fenómeno 'kebab'.
Yo creo que hubiese estado bien que en Bilbao Kirolak, antes de encargar los percebes y el espumoso, hubiesen recordado que la tribu del deporte es más de espaguetis y botellines isotónicos. De postre, quizá un poquito de EPO, en plan capricho, pero poco más. Es probable que a quienes no les baste con ese menú estoico sea a parte de la fauna que frecuenta y coloniza las moquetas de las altas esferas públicas. Imponer en ese ecosistema de fachenda y poderío un clima de austeridad va a ser complicado. No es fácil hacerle entender a quien lleva años bailando con percebes la humilde pertinencia de las aceitunas, el anaranjado glamour de los ganchitos o el discreto encanto de los cacahuetes tostados con sal.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.