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Landaluze queda fuera del ciclismo tras confesar que se dopó. / EFE
Landaluze admite haberse dopado y es expulsado del Euskaltel
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Landaluze admite haberse dopado y es expulsado del Euskaltel

«Lo asumo en exclusiva y eximo al equipo de toda responsabilidad», confiesa el vizcaíno tras dar positivo en el Dauphiné

J. GÓMEZ PEÑA

Sábado, 18 de julio 2009, 06:19

«Asumo y me hago responsable en exclusiva de este caso positivo. Y eximo de cualquier responsabilidad al Euskaltel-Euskadi». Confesión. Íñigo Landaluze reconoció ayer haber recurrido a la sustancia dopante de moda, la CERA, la EPO de última generación, en el Dauphiné. Lo hizo después de que la Unión Ciclista Internacional (UCI) le suspendiera cautelarmente, a la espera de los resultados del contraanálisis. El ciclista vizcaíno no solicitará ese segundo test. Confesó a los responsables del Euskaltel-Euskadi que había tomado CERA. Les pidió perdón, asumió su culpa y les anunció que dejaba el ciclismo. Al reconocer su infracción, el proceso sancionador será rápido: recibirá dos años de suspensión y ya ha sido apartado del equipo. El final de su carrera deportiva.

También Ricardo Serrano, corredor del Fuji-Servetto, se metió en las redes de la CERA durante la Vuelta a Suiza (13 de junio). El ciclista vallisoleno ya había sido apartado por la UCI, que detectó anomalías en su pasaporte biológico.

Otra vez la ruleta rusa. Otro deportista que mete una bala envenenada en el carrete de la pistola confiando en su suerte. Según la UCI, Landaluze dio positivo en la primera etapa del pasado Dauphiné Libéré, el 7 de junio. También había restos de CERA en un segundo análisis, efectuado por sorpresa en su domicilio once días después. Con 32 años, el corredor de Algorta llegaba al tramo final de su trayectoria deportiva. Estaba en la lista de preinscritos para el Tour de Francia, aunque sin plaza fija. Había que ganársela. Y sucumbió a la tentación del atajo. CERA. Ha resultado una trampa.

El Euskaltel-Euskadi recibió ayer el comunicado oficial de la UCI. En pleno Tour. En el escaparate más visto del ciclismo. Donde más daño hace. Llovía en la salida de Vittel, sobre todo encima el autobús del equipo vasco. Miguel Madariaga aseguró que el Euskaltel-Euskadi «no tiene nada que ver» con este caso. «Íñigo nos ha reconocido lo que ha hecho y nos ha dicho que dejaba el ciclismo, que se iba», repitió.

De hecho, el corredor vizcaíno ya estaba apartado de la escuadra. Los controles internos habían detectado anomalías en la orina. Algo pasaba. Y no le inscribieron en el Campeonato de España. También le tacharon de la lista de preinscritos para la 'Grande Boucle'. «Después de esto, está apartado definitivamente». La CERA es invisible para los controles privados que realiza el Euskaltel-Euskadi. A mediodía, la formación naranja anunció que iba a adoptar acciones legales contra el corredor. Luego, cuando Landaluze asumió su responsabilidad y exculpó al equipo, varió de postura. No habrá denuncia. «Para qué, si él confirma que ha sido cosa suya», zanjó Madariaga.

Problemas en 2005

Landaluze ya tuvo un problema anterior con la UCI y el dopaje: fue absuelto de un positivo por testosterona en el Dauphiné 2005, la carrera donde obtuvo su gran triunfo. El Tribunal de Arbitraje del Deporte (TAS) le dio la razón. Su tasa de testosterona natural es elevada. Nació así. Y desde 2001 cuenta con un informe del laboratorio antidopaje de Barcelona que lo corrobora. Pero en ese Dauphiné, la misma carrera que ahora ha desvelado el uso de CERA, la UCI aplicó un nuevo sistema antidopaje, la espectrometría de masas de isótopos radiactivos. Distingue la testosterona generada por el propio cuerpo y la artificial. Hubo dudas. Y el proceso del análisis presentó irregularidades.

El corredor pasó nueve meses en barbecho. Sin sanción y sin competir. Sin saber si iba a volver. Hasta que el TAS le dio vía libre. No fue declarado positivo. En su currículo figura esa edición del Dauphiné. Volvió a tener un dorsal. Otra oportunidad. Su equipo de siempre, el Euskaltel, le esperó. Entonces, Landaluze defendió su inocencia. Se sintió acosado por la UCI. Ahora no. Lo admite y punto.

La tentación de la CERA, la sustancia que destartaló el Tour de 2008. La gasolina súper que corría por las venas de Riccò y Piepoli, expulsados por recurrir a esa nueva EPO. También, como luego se supo, era el motor de Schumacher y de Kohl, ganador del premio de la montaña. Y de Rebellin en los Juegos Olímpicos de Pekín. Corredores de cera, fundidos. Jóvenes ambiciosos como Riccò y veteranos de mil trincheras como Rebellin. O como Landaluze ahora. Un corredor que ya había dicho en este deporte todo lo que tenía que decir. ¿Por qué entonces el atajo? ¿Por qué jugarse todo con un fármaco detectable en los controles? CERA para ganar o, simplemente, para prolongar un contrato y seguir pedaleando. Las cuatro letras de una trampa que sigue rodando por el pelotón, sin que las autoridades deportivas o judiciales cierren ese grifo.

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