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J. G. P.
Lunes, 13 de julio 2009, 10:32
A Fran Contador le confunden con su hermano. «Me pasa mucho. Y digo que no, que no soy Alberto. Pero a veces, como el otro día cuando una de las antiguas maestras de Alberto me abrazó, no me da ni tiempo a aclararlo». Fran enseñó a Alberto a andar en bici. Tiene la misma planta, tres años más y es ingeniero técnico electrónico. Usa gafas y está en el Tour para ayudarle cuando la carrera se apaga.
-Hace apenas diez años jugaban con las bicicletas.
-Éramos dos chavales a los que les gustaba el ciclismo y que soñaban con ser ciclistas profesionales.
-Alberto lo logró.
-Él sí. Llega un momento en la vida, con 18 años, en que decides seguir estudiando o dejarlo todo por la bici. Yo me decanté por hacer una carrera universitaria y él por la bicicleta. Siempre me ha quedado esa cosilla.
-Es ingeniero. ¿Acertó?
-Sí, elegí bien. No tengo las cualidades de Alberto.
-Alberto destacó desde el principio.
-Sí. Salíamos con un grupo de Pinto. Él tenía 14 años y nosotros 17. En la montaña nos aguantaba bien. La gente nos decía que no era normal. Animaron a mis padres a apuntarle al equipo de Pinto.
-¿Recuerda algún momento en el que le deslumbró?
-Perfectamente. Yo era de los que más andaba de la pandilla y en las cuestas siempre me escapaba con otro. Hasta que un día Alberto nos siguió. Era una subida dura. Mi amigo y yo tiramos a tope y Alberto, a rueda. No nos lo creíamos. Con aquel hierro de bicicleta. Con un culote que llevaba una badana hecha por mi madre con una hombrera de chaqueta. Y con el chándal hinchado por el viento. No me lo creía. Y menos aún cuando me dejó atrás. Se fue con mi amigo, que tampoco pudo soltarle. Alberto tenía catorce o quince años, no más.
-¿Hubo cachondeo en la cuadrilla?
-No, afortunadamente no lo vio mucha gente.
-¿Y en casa?
-En cuanto llegó, lo contó. Y tuve que reconocerlo, sí.
-Y luego, cuando Alberto llegó a ese cruce de la mayoría de edad y decidió ser ciclista, ¿qué le aconsejó como hermano mayor?
-No le podía decir nada. En la familia nadie tenía relación con el ciclismo. Ni siquiera sabíamos cómo entrenarnos, cómo alimentarnos, cómo descansar...
-Alberto lo tenía claro. Iba a ser ciclista.
-Claro no, clarísimo. Quería ser profesional. Y luego correr el Tour. Y luego ganarlo. Y lo ha hecho. El otro día me lo decía: 'Fran, qué rápido ha sido todo'.
-¿Pasaban los meses de julio viendo el Tour?
-Sí, claro, éramos de Induráin. También recuerdo el primer campeonato del mundo que ganó Freire. Estábamos los dos en nuestra habitación y pegamos un salto.
-Pronto se hizo profesional. En el Once, el gran equipo. Todo iba bien hasta que en una Vuelta a Asturias se desploma y los médicos descubren que sufre un cavernoma cerebral.
-Mira, Alberto nunca ha tenido el camino llano. Cuando vino la enfermedad, llegué a pensar que no volvería a montarse en bicicleta. Un día creí que se moría. Luego, sin comerlo ni beberlo, le pilló lo de la 'Operación Puerto'. Y él no tenía nada que ver con aquello. No lo ha tenido nunca fácil.
-¿Cómo vive la familia este éxito?
-Es una suerte. Tenemos que estar junto a él y disfrutar. Somos unos privilegiados. Mis padres lo pasan mal cuando ven las carreras, pero es un privilegio. Yo soy muy nervioso, y cuando acaba cada etapa estoy agotado.
-Su hermano pequeño, Raúl, sufre una parálisis cerebral. ¿Une eso aún más a una familia?
-Sí. Raúl es todo lo contrario de Alberto. A Raúl no se le acerca nadie. No es famoso. Nosotros formamos una familia muy unida. Mis padres se han encargado de ello. Raúl nos ha demostrado que se puede ser feliz con poco. Con cuidarle, darle cariño y sacarle a la calle, él ya está contento. Nos ha ayudado a mantener los pies en el suelo.
-¿Por qué deja su trabajo y se dedica a acompañar y ayudar a Alberto?
-Fue después de la victoria del Tour 2007. Todo el mundo le invitaba a actos y cosas así. Llamaban mucho a casa y mis padres estaban desbordados. Entonces, me encargué yo. Pero después del triunfo en el Giro, ya no pude compatibilizar mi trabajo con todo eso. Y decidimos que yo estuviera con él.
-¿Le pide consejo?
-Hablamos. Piensa en las cosas que yo le digo.
-Conversaciones sobre ciclismo.
-Hombre, de todo. También de ciclismo. A Alberto le gusta mucho su deporte, entrenar, correr, todo. Cuando deje de ser profesional seguirá con la bicicleta.
-En estos diez años ha madurado. ¿Ha cambiado?
-De Alberto me sorprende su madurez, su paciencia y lo bien que se porta con la gente. No tiene una palabra mala para nadie. Sabe afrontar situaciones de presión. Ahora todo el mundo habla de él y Armstrong, pero él está tranquilo.
-¿No le afecta la polémica por el liderazgo del Astana?
-Afectar siempre afecta. Creo que en su fuero interno tendrá dudas, pero él está tranquilo.
-En el ciclismo, la carretera pone a cada uno en su sitio.
-Sí, pero el equipo también es muy importante. Necesitas que te apoye al cien por cien. Sobre todo en carreras de tres semanas. Un Tour no se puede ganar solo.
-¿Va a ganar el Tour?
-Espero que sí. Su situación ahora es ventajosa.
-¿Teme el momento en que deje de obtener triunfos?
-No. Llegará. Y Alberto seguirá siendo una persona normal. Si hay otro mejor que Alberto, hay que felicitarle.
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