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ROBERTO RIVERA
Domingo, 10 de mayo 2009, 04:57
Es posible que, a efectos oficiales, la historia de La Vieja Bodega obligue a tomar como referencia mayo de 1994, meses después de que el empresario jarrero Ángel Pérez Aguilar conociese las entrañas de un edificio que esconde en la localidad de Casalarreina un impecable calado del siglo XVIII. Pero quienes conocen de cerca al hostelero que puso en marcha este proyecto otorgando plena confianza a un jovencísimo Andoni Gaztelumendi (su primer jefe de cocina tenía entonces 23 años) son conscientes de que el negocio, tal y como es concebido hoy en día, es resultado de un acontecimiento crucial: el incendio que devastó todas sus instalaciones el 8 de febrero de 2001; el carácter de Pérez Aguilar, ciertamente, también.
Los grandes logros, sostiene la teoría de la heróica, sólo se construyen a base de entusiasmo. Y el restaurante riojano, una de las más claras referencias de la gastronomía riojana en todo el país, es un claro exponente de ello.
Ángel Mari, alertado sobre el desastre en el aeropuerto de Barajas por su hermano Javier, pasó de la desolación a la reconstrucción en apenas unas horas. En ese lapso de tiempo optó por enterrar la imagen de un tejado calcinado sobre muros de sillería ennegrecidos por el hollín, por colocar junto a las ruinas una caseta de obra que acabaría sirviendo de oficina y por abrir un frente de negociación que permitiría disponer de un proyecto de reedificación, financiación y apoyos a todos los niveles, algunos tan valorados públicamente por los propietarios del negocio como el de Francis Paniego, supuesta 'competencia' con el Echaurren en Ezcaray, en un tiempo récord.
Tanta decisión y constancia, aderezadas a veces con serias dosis de adversidad, permitieron reabrir las puertas de un establecimiento que ganó espacio, versatilidad, luminosidad y seguridad, al incorporarse a la estructura original del inmueble otros edificios anexos, en marzo de 2002.
Encuentro de amigos
Difícil de creer, reconocía durante la gala en la que se celebró este mismo viernes el décimo quinto aniversario de la puesta en marcha de La Vieja Bodega. Fácil de entender si se acepta la máxima expuesta desde el estrado por Ángel Pérez Aguilar, después de dirigir un emotivo guiño «al otro ángel» del restaurante, María Ángeles, «sencilla, callada, eficiente, la compañera ideal»: más allá de la fe que el máximo responsable del centro ha tenido en su equipo, siempre joven, el éxito logrado hasta ahora se basa en dos elementos de peso, «sentimientos y trabajo». Clave para justificar que la efemérides movilizase a más de trescientos clientes «y sobre todo amigos» para disfrutar de algunos de sus platos, vino a rabiar y la música de The Song.
Entre ellos, Txema Sánchez, el primer comensal que se sentó a la mesa y probó el menú de 1994 para seguir haciéndolo después con enorme asiduidad; Javier Ruiz Taboada, locutor de la cadena Onda Cero que ejerció de maestro de ceremonias y conoció esa misma mañana que su abuela era riojana de Cárdenas y La Vieja Bodega «ya no es lo único que me une a La Rioja»; firmas relevantes en el mundo de la gastronomía y la enología, incluidos algunos de los cocineros que se fajaron con perolas y sartenes en esa misma cocina; y el presidente de la región, Pedro Sanz,que destacó ante los invitados «el esfuerzo personal del Ángel Pérez Aguilar y de quines contribuyeron a la reconstrucción» de un restaurante en el que trabajaban, antes del desastre y la resurrección, veinte personas. Una plantilla que ya se ha podido recuperar.
Aunque para entender hasta dónde se ha llegado con esa peculiar apuesta, asentada en el «principio de cercanía y proximidad de esta tierra», lo mejor es aceptar la sugerencia de Taboada. «A comer y a beber». Pues eso. Hoy abre.
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