Barakaldo se viste de blanco
Las flores de los cerezos tiñen estos días las praderas de Gorostiza, el enclave rural del municipio
UNAI MORÁN
Domingo, 29 de marzo 2009, 05:54
Apenas se pueden contemplar unos pocos días al año y es el momento. Al albor de la primavera, los delicados cerezos han florecido una vez más. Y no sólo en el cacereño Valle del Jerte, que se lleva la fama. Aún sin hojas, cientos de ejemplares engalanan con sus copas blancas las faldas del monte Argalario y el enclave rural de Gorostiza, en Barakaldo, quizá el principal refugio en Euskadi de estos provechosos árboles. Pese a la idílica estampa, habrá que esperar un par de meses para saborear sus deliciosos frutos.
El pequeño Jerte vizcaíno luce uno de sus mejores aspectos de los últimos años. La tupida floración vaticina una abundante cosecha. Si el tiempo acompaña, eso sí. Las mejores cerezas se recogen en los caseríos de Agirre y Sobrecampa, aunque la gloria se la lleva El Regato. Pero casi nadie se dedica ya a su cultivo y la recolección es poco más que familiar u ocasional. Sin embargo, algunos kilos se venden todavía en fruterías de Barakaldo.
Atrás quedan los colorados años en los que camiones cargados de cerezas bajaban del monte para venderlas en el mercado bilbaíno de La Ribera. «Tenían muy buena fama», recuerda Herminia Muerza, que durante años se dedicó a su recolección. Los tiempos han cambiado y los árboles que ahora decoran las praderas baracaldesas «no son ni la mitad que los de antaño». Según los lugareños, algunos ejemplares «tienen más de un siglo de vida y la mayoría, varias décadas».
Al contrario de lo que ocurre en Extremadura, donde casi se han convertido en un icono, los cerezos sobreviven aquí al abandono con sus propias fuerzas. «Los jóvenes ya no se preocupan de plantar árboles», lamenta Muerza. Y los mayores, como ella, «tampoco están ya para cogerlas». «Hace no mucho que un vecino de la zona se cayó de una de las copas y quedó parapléjico», rememora consternada. En su opinión, se trata de una actividad que «no merece la pena». «Es mucho más fácil labrar una huerta».
Nuevos injertos
A lo sumo, y más por tradición que por otras causas, numerosos hortelanos conservan en sus terrenos un par de árboles, de los que recogen cerezas para su consumo particular. «Hace poco he injertado un ejemplar joven que me está dando muy buen resultado», presume Serafín Moral. De joven, acostumbraba a colarse en las fincas cercanas para robar algunos frutos. Ahora ya nadie lo hace.
Ejemplos como el de Serafín garantizan el futuro de los cerezos en Barakaldo. Y el de su llamativo manto blanco en primavera. Dispuesto a no dejar en el olvido la tradición, el Ayuntamiento recuperó hace cuatro años la histórica fiesta en honor a estos árboles. A comienzos de junio, la feria sacará a la venta sus mejores frutos en El Regato.