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M. ARANBARRI
Lunes, 9 de febrero 2009, 10:29
A las gentes del teatro aún les extraña, y mucho, cómo en un pueblo con menos de 25.000 habitantes se pudieron tejer mimbres teatrales tan sólidos. «Fue una de las cosas que más me llamaron la atención», recordaba el sábado por la noche el director Antonio Malonda (Barcelona, 1933), uno de los más de cien invitados al homenaje que el espacio cultural San Agustín rindió a la compañía Geroa, sinónimo del teatro comprometido y transgresor que empezaba a hacerse en Euskadi tras el franquismo.
«Geroa fue como esa explosión de libertad, de sueños, que se vivió con el fin de la dictadura. Un grupo de amigos que se juntaba para actuar de frontón en frontón cuando apenas había medios ni estructuras empresariales», resume Andoni Unzalu, que colaboró con ellos como asesor de euskera. En el caso de Malonda, la compañía le ganó por su pasión. «Era increíble el interés que ponían en aprender. Su curiosidad era tan grande que te avasallaban», apostilla quien durante trece años consecutivos no dudó en trasladarse a Durango, «a pesar de que ellos no tenían ni un duro», para formarles y dirigirles.
Los inicios de Geroa como grupo amateur se remontan a 1967 en el seno de la asociación cultural Gerediaga, aunque es en 1972 cuando varios jóvenes, entre los que se encontraba Paco Obregón, deciden tomar las riendas y cambiar de rumbo. Su contacto con compañías independientes como Els Joglars, Dagoll-Dagom o La Cuadra de Sevilla les hace formar el primer Taller de Teatro de Vizcaya -cantera de futuras escuelas como la de Ermua, aún en funcionamiento-, que se autofinanciaba con la venta de pegatinas. «Del taller salió Álex Angulo y también gente de Cobaya», apunta el productor Julio Perugorria, cara visible de Geroa junto a Obregón y Eva Cortijo durante muchos años.
Creando profesión
De ahí se pasó a la profesionalización con 'Kaixo Aguirre', que se estrena en enero de 1979, convirtiéndose junto a Cómicos de la Legua y Akelarre en únicas referencias del teatro vasco. El escenógrafo José Ibarrola ve claro que «estábamos creando profesión porque aquí (en el País Vasco) no había ni teatro público ni privado a quien imitar o criticar, como tampoco había, ni sigue habiendo, infraestructura teatral en condiciones».
En las siguientes dos décadas Geroa sumó más de 1.500 representaciones de sus 19 espectáculos, entre los que cosecharon especial éxito 'Muerte accidental de un anarquista', 'Ertzaina al pil pil', 'Durango, un sueño 1439' o 'Doña Elvira, imagínate Euskadi'. Con este último montaje la compañía duranguesa realizó una gira de tres años, que incluyó Estados Unidos y Canadá.
Para Ignacio Amestoy, autor de varias obras de Geroa, junto con Mario Onaindia, la compañía se distinguió por impulsar otra forma de hacer teatro: «Se empezó a escribir pensando en los actores, huyendo del actor-marioneta, para que ninguno dijera cosas en las que no pensaba».
Otro gran mérito de la compañía duranguesa fue ser un vivero de profesionales del teatro, ya que por allí desfilaron Zutoia Alarcia, Alfonso Torregrosa, Xabi Puerta, Joseba Gil y Fran Lasuen, entre otros.
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