Gutiérrez tendrá la oficina en Bilbao / IOSU ONA´DIA
DEFENSOR DE LA INFANCIA Y DE LA ADOLESCENCIA DE EUSKADI

Jesús Gutiérrez Jodra: «Quizá habría que trabajar menos y dedicarnos más a educar a los hijos»

El recién nombrado Defensor del Menor echa en falta el valor del «respeto» entre los adolescentes

AITOR ALONSO

Viernes, 23 de enero 2009, 10:19

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Aún carece de equipo y está en pleno montaje de su sede en Bilbao, pero Jesús Gutiérrez Jodra (Vitoria, 1973), trabajador social militante de EB, ha iniciado con ilusión su andadura al frente de la Defensoría de la Infancia y la Adolescencia, un órgano de corta y polémica vida. El Ararteko -Defensor del Pueblo vasco- ha sostenido que el de los menores es un ámbito del que ya se ocupa su oficina. Y, para colmo, el primer Defensor del Menor, Rafael Masa, apenas aguantó unos meses en el cargo. Ya ubicado, Gutiérrez repasa con EL CORREO la situación de los menores en Euskadi.

-¿Cuál de los problemas que afectan a menores le deja más perplejo?

-La violencia, sin duda. El 'bullying' (acoso escolar), los malos tratos, las faltas de respeto... Es preocupante. Es signo de que algo está fallando.

-¿Los menores están expuestos a demasiados estímulos violentos?

-Así es. Y en esas edades, cuando están creciendo y formándose, les influye de una manera más directa. La sociedad adulta debe cuestionarse qué está haciendo. También tenemos culpa de los casos de acoso escolar, aunque tendamos a culpabilizarles a ellos y decir que los niños son crueles. Todo esto tiene que ver con la educación que les estamos dando, que dejamos muchas veces en manos del sistema de enseñanza a pesar de que no es su función en exclusiva ni la fundamental. La transmisión de valores corresponde a la familia.

-¿Hay que entonar un 'mea culpa'?

-Sí, pero también es verdad que la sociedad no está preparada para que los padres y las madres puedan ejercer esta labor de educación en la familia. Igual hay que trabajar menos horas, facilitar reducciones de jornada, excedencias... Y también las familias tienen que cuestionarse el tiempo que dedican a sus hijos. Hay que valorar si merece la pena tener un estatus o un nivel económico menor y dedicar más tiempo a la educación de los hijos o por el contrario tener un nivel de vida mayor y pasar menos tiempo con ellos.

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-Renunciar a cosas innecesarias.

-Sí, porque a veces nos metemos en el ritmo del consumo y nos parece incuestionable que los dos miembros de la pareja trabajemos 8 ó 10 horas al día. Y parece que no nos podemos plantear trabajar menos y tener menos, pero ganar tiempo.

-¿Es el maltrato infantil un fenómeno preocupante en la comunidad?

-Preocupante lo es, aunque sólo haya un caso. También es verdad que a veces se magnifican los que se conocen porque se difunden de forma masiva cuando salen a la luz. Son realidades terribles, que marcan a los menores para toda la vida. Hay que estar muy atento y hacer políticas de prevención.

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-¿Son difíciles de detectar?

-Sí, porque los menores no denuncian. Por eso debemos tener 'antenas' para ver dónde se puede estar dando una vulneración de derechos. Me refiero al colegio, la familia, la comunidad del barrio, el grupo de tiempo libre... en todos los ámbitos puede haber signos que nos indiquen una situación denunciable.

-¿Qué opina de las penas ejemplares en casos como éste, como los 20 años de cárcel que impusieron recientemente a la madre y el padrastro de la niña Alba, de Barcelona?

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-Las vulneraciones tan graves deben tener su respuesta. No sé si la solución es endurecer las penas. Pero en todos los casos hay que investigar cómo se puede recomponer la propia familia, porque los niños donde mejor están es en su familia.

No al sopapo ocasional

-Crecen de otro lado los casos de violencia de menores contra sus padres, y cada vez más protagonizados por chicas. ¿Es más falta de respeto que un comportamiento violento?

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-Faltan valores de respeto, lo que está unido con esa situación poco propicia que vivimos para la transmisión de valores en la familia. La falta de límites también es muy importante. Hemos criticado mucho la educación autoritaria de antaño, el castigo físico, la imposición 'porque lo digo yo', y hemos pasado al otro lado. A olvidarnos de que educar significa poner límites y decir muchas veces: 'Hasta aquí'. La clave es la autoridad moderada.

-Son 'pequeños dictadores', decía el psicólogo Javier Urra.

-Sí. El comportamiento tiene ya hasta nombre: el 'síndrome del pequeño emperador'.

-¿En esa autoridad moderada tiene cabida el sopapo ocasional?

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-El castigo físico nunca es educativo. Tenemos medios para negociar o solventar los problemas sin recurrir a él. Hay situaciones en las que los padres dicen: '¡Es que ya no puedo más!'. Pero no puede ser lo habitual ni la forma de educar.

-En las aulas se mantiene el fenómeno del 'bullying'. ¿Cuál es su diagnóstico sobre este asunto?

-Quizá no hay tantos casos como parece, porque cuando salen se magnifican y parecen más de los que son. Y se contagia. Ahora parece que todo, cualquier problema entre dos alumnos, es 'bullying', pero no es así. La clave es dotar a los chavales de herramientas para solucionar los conflictos entre ellos de forma natural y saludable, sin violencia. Pero eso también lo copian de los adultos, porque a veces, si tenemos un problema con el vecino, no hablamos con él, sino que gritamos o le denunciamos.

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-Las diputaciones no dan abasto para acoger a los menores inmigrantes que llegan solos. ¿Qué hacer?

-La Administración muchas veces se ve desbordada, es cierto. Pero se hace una labor muy interesante para su incorporación a la vida normalizada. Y un porcentaje muy alto de estos menores accede al mundo laboral, se independiza, consigue los permisos de residencia y trabajo y puede vivir por sí mismo. Si están bien atendidos, no suelen ser conflictivos porque lo que realmente quieren es trabajar para enviar dinero a su familia.

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