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Los emigrantes vivían en condiciones durísimas.
El barrio que surgió de las chabolas
Joyas del Bilbao antiguo

El barrio que surgió de las chabolas

La Filmoteca Vasca rescata un filme de 1961 que muestra la creación de Otxarkoaga para acoger a la población desalojada del Bilbao más mísero

SOLANGE VÁZQUEZ

Viernes, 21 de noviembre 2008, 14:22

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«Cuando vuelva no quiero ver eso ahí». Esta fue la frase que Franco espetó a su comitiva al ver en una visita a Bilbao las colmenas de chabolas que se encaramaban con desesperación a las laderas del 'botxo'. El vistazo sobre aquel submundo lo echó de lejos, porque nadie en su sano juicio le habría organizado un 'tour' por aquella desolada realidad que tan poco casaba con sus ideas desarrollistas. Y como sus comentarios no caían en saco roto, enseguida se pusieron manos a la obra. En los albores de los sesenta, el Ejército se encargó personalmente de borrar aquellas bolsas de miseria que habían dañado la vista al dictador. Pero Franco exigió pruebas de que sus órdenes se estaban llevando a cabo. Y no sólo para su satisfacción personal, luego quería utilizarlas para explotar propagandísticamente la operación de 'saneamiento' de Bilbao.

Por eso el Ministerio de Vivienda le encargó al cineasta Jorge Grau (Barcelona 1930) el documental 'Ocharcoaga', donde debía mostrarse cómo los habitantes de las chabolas salían alborozados de aquel entorno tercermundista para tomar posesión de sus flamantes pisos en el barrio de nueva construcción, dotado de los adelantos de un país moderno, como el agua corriente y las cocinas económicas. El reportaje, que ha permanecido olvidado durante décadas en el sótano de una productora, ha sido 'salvado' por la Filmoteca Vasca, que en una gran tarea de arqueología audiovisual ha restaurado este importante testimonio histórico, uno de los pocos que existen de la ciudad en esa época, con el apoyo económico del Ayuntamiento de Bilbao. La recuperación ha costado 24.000 euros y ha llevado casi tres meses de trabajo, porque el material estaba grabado con el sistema AIB, que pasó a la historia hace ya mucho.

El documental abrirá la sesión inaugural de Zinebi el próximo lunes (20.00 horas) en el Teatro Arriaga. Peio Aldazabal, director conservador de la Filmoteca Vasca, destaca que su valor reside en «mostrar la pobreza máxima y la indecencia que suponía que estos asentamientos estuviesen, muchas veces, a escasa distancia de la Gran Vía». «A la gente que recuerde aquella época le va a encantar el documental», asegura. Por su parte, Ernesto del Río, director de Zinebi, destaca que esta cinta también será muy reveladora para quienes no conocieron aquellos años. «Bilbao es una de las pocas ciudades que ha dejado de ser lo que era. Ya no queda ni rastro. En la villa hay un generación de personas que ha perdido los paisajes de su vida... que ahora podrán volver a ver».

La filmación en color, de once minutos, muestra cómo los habitantes de las chabolas de distintos puntos de la villa -Monte Banderas, La Peña, Uretamendi, Atxuri, Campa de los Ingleses y San Mamés, entre otros- sobrevivían con una dignidad admirable en unas casas que son un canto a la humildad, hechas de remiendos de distintos materiales que parecían a punto de salir volando con el primer soplo de viento. Mujeres que subían empinadas cuestas cargadas con baldes de agua de la fuente -el milagro del grifo en casa no estaba a su alcance-, niños muy pequeños con cara de pilluelos jugando en terraplenes y hostigando a algún pajarillo, hombres cansados que apuraban txikitos después de una larga jornada, familias descansando en camas colocadas al raso, en medio de unas calles llenas de famélicos perros buscavidas, mudanzas en carros tirados por burros...

Y, a pesar de todo, los habitantes de las chabolas no se ocultan de la cámara ni se muestran resentidos, sino que aparecen orgullosos de haber llegado a una tierra de oportunidades -casi todos eran inmigrantes de zonas rurales que, seguramente, dejaron atrás existencias aún más duras- y de haber logrado establecerse en Bilbao, aunque fuese en su parte menos noble, para poder trabajar en las pujantes industrias. Sus modestos atuendos y sus enjutas figuras contrastan con los arquitectos que diseñaban sus futuros hogares en Otxarkoaga, sus bigotes bien recortados, caras lustrosas y trajes impecables. A su lado, una horda de obreros, todo sudor y músculos, construye el nuevo barrio.

«Gente decente»

«Sí, hice un rodaje y un montaje sutilmente crítico -admite el autor, Jordi Grau-. Los directores generales del Ministerio no se dieron cuenta y me dijeron que les había parecido muy bonito y poético. Lo cierto es que refleja muy bien la realidad de aquellos chabolistas, que eran gente decente». Según detalla Grau, en estos enclaves pobres de solemnidad no había cabida para la autoconmiseración. Nadie se sentía marginal. «Eran trabajadores de grandes fábricas, como Altos Hornos, que vivían allí porque se ahorraban el alquiler. No chabolismo de droga y corrupción», insiste el cineasta.

Esta no es la única filmación restaurada que Zinebi presentará en el festival. 'La ría de Bilbao', un trabajo que el director Pedro Olea (Bilbao,1938) realizó en 1966 para el programa de TVE 'Conozca usted España', pondrá el broche de oro al festival de cine. Esta pieza de 26 minutos, recuperada por RTVE, es un paseo por el Bilbao de la época. Pero no sólo hace un itinerario por las zonas cercanas a un Nervión ya olvidado, con niños nadando confiados entre embarcaciones, con las columnas de humo de las fábricas como telón de fondo; también incluye imágenes de entrenamientos del Athletic y escenas de txikiteros, que incluso le ofrecen vino a una niña de poco más de dos años. Y lo que levantó más ampollas, unos minutos dedicados a 'La Palanca', esplendorosa con sus carteles de neón de nombres sugerentes, de esos que incluyen muchos apóstrofes, y sus orquestillas en directo. Otro mundo.

«No les gustó el trabajo, porque decían que era una vergüenza sacar 'La Palanca' y a tanto obrero», recuerda divertido el cineasta. Él, al igual que Grau, hizo de un encargo propagandístico un retrato social con clara vocación de revolver conciencias. Y coló, porque el régimen no se soliviantó. Al menos, no demasiado. Porque cuando a Franco le mostraron 'Ocharcoaga' puso una pega. Al parecer, era más desconfiado que sus censores. No le hizo gracia que los chabolistas recién llegados a Otxarkoaga en la parte final de la filmación no pareciesen demasiado contentos. Se les veía cohibidos ante tanta modernidad. Y él quería un final feliz, apoteósico. «Así que me hizo repetir esta parte para que la gente estuviese más sonriente y pareciese menos incómoda -señala-. Y lo hice, claro, qué remedio».

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