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D. GUADILLA
Domingo, 26 de octubre 2008, 03:47
Quizá contagiados por las elecciones americanas y el papel que está empezando a jugar Michelle Obama en la meteórica carrera de su marido hacia la Casa Blanca, los socialistas colocaron ayer en primer plano a Begoña Gil, esposa de Patxi López, a la que otorgaron el simbólico papel de aspirante a 'primera dama vasca'.
Concejala en el Ayuntamiento de Bilbao desde hace varias legislaturas y curtida durante años en la escena política, Gil siempre ha permanecido en un segundo plano cuando el candidato del PSE ha participado en algún acto con trasfondo electoral. Tanto cuando López se reunió con los empresarios como, sobre todo, al presentar el manifiesto en favor del euskera, optó por sentarse de manera discreta en zonas alejadas de los objetivos de las cámaras.
Muy diferente a lo ocurrido ayer. El mitin se celebró en la parte trasera del Guggenheim, junto a la ría. La plana mayor del PSE llegó hasta ese lugar descendiendo la escalinata principal. Con una escenografía estudiada al detalle, en primera fila marchaban los tres secretarios territoriales y los tres militantes de base que después tomaron la palabra. En el centro, Patxi López y Begoña Gil agarrados de la mano.
Ya en el pasado Festival de Cine de San Sebastián el matrimonio había hecho una aparición estelar caminando por la alfombra roja y firmando autógrafos. Pero lo que entonces fue una anécdota, ayer se convirtió en una estrategia diseñada al milímetro.
Gil se situó en los asientos delanteros. Escuchó los discursos y al final llegó lo inesperado. La esposa de López subió al escenario. Allí le esperaba su marido. A su lado se situaron las otras tres personas que habían intervenido. Ante los 300 militantes presentes y con las cámaras enfocando, él la abrazo y se besaron.
Lo hicieron tras otro momento sorprendente. Durante la parte final de su discurso, López lamentó que durante la Transición el PNV acabase «imponiendo» su himno -el 'Gora ta gora'- como el oficial de Euskadi. Aunque recalcó que no quiere entrar en guerras de «símbolos y banderas», aseguró que hay «otro canto a las libertades que está en el corazón de todos los vascos: el 'Gernikako arbola'».
Si sorprendente fue la declaración, más todavía lo que sucedió después. La canción empezó a sonar por megafonía, todos los presentes se pusieron en pie y el candidato socialista y su esposa lo cantaron a pleno pulmón en el escenario. Después llegó el beso. Lo nunca visto.
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