Josetxu Canibe: «El verdadero problema es el hambre, no la crisis»
El párroco Josetxu Canibe, distinguido con el I Premio Bilbao Norte-Sur a la cooperación para el desarrollo
ESTIBALIZ SANTAMARÍA
Martes, 14 de octubre 2008, 10:44
Su filosofía de vida es «ver, observar y actuar» y comparte aquello de que «muchas cosas pequeñas, hechas por gente pequeña, en lugares pequeños pueden cambiar el mundo». Josetxu Canibe, actual párroco de la Iglesia del Carmen de Indautxu, decidió hace 50 años «abrir los ojos para encontrar situaciones en las que echar una mano». Se ordenó sacerdote y enseguida se embarcó en la experiencia más intensa de su vida: siete años como misionero en Ecuador. Aquellas vivencias le revolvieron aún más por dentro y desde 1970 ha intentado ayudar a cuantos le han necesitado en distintas parroquias bilbaínas, una sociedad en la que «los problemas están mucho más ocultos que en el Tercer Mundo».
A sus 74 años, el Ayuntamiento de Bilbao ha decidido que merece ser el primer galardonado con el Premio Bilbao Norte-Sur, instituido por el área de Igualdad, Cooperación y Ciudadanía, para reconocer la labor de quienes trabajan por lanzar puentes de respeto y solidaridad entre el Primer y el Tercer Mundo. Según la edil de Igualdad, Nekane Alonso, Canibe merece estrenar el galardón «porque personifica el valor de la solidaridad y del compromiso por la superación de la brecha norte-sur y la construcción de un mundo más justo».
Colaborador de EL CORREO, Canibe agradeció el gesto «y también los 10.000 euros del premio, que les vendrán muy bien a las comunidades indígenas de Brasil», el proyecto de cooperación en el que se encuentra hoy volcado. A su juicio, «este tipo de premios son útiles, y no es 'coba'. Sirven para estrechar el abismo que existe entre el norte y el sur, porque ahora hablamos mucho de la crisis, pero el verdadero problema es el hambre».
Josetxu Canibe sigue sin entender que haya «cinco o seis fortunas en el mundo que reciban más que muchos estados juntos. Clama al cielo». Pero no cree en las limosnas. «Es cuestión de conseguir un reparto oportuno entre buenos hermanos». Y pone un ejemplo de lo mal repartido que está el dinero: «En armamento se gasta mucho más que en educación y sanidad. Son datos objetivos, y un pueblo no progresa con armas, sino con cultura y salud».
Pobreza descarnada
Sin duda, sus años como misionero en Ecuador cambiaron su forma de entender el mundo. «Fui con 29 años y mi vida anterior desapareció al entrar en contacto con aquella sociedad. Encontré la pobreza descarnada». Se desprendió de todo. «Vendí la máquina de escribir que me compré con el dinero de mi primera misa y colaboré para crear allí la primera cooperativa de ahorro y crédito». Pese a la dureza de aquellos años, asegura que «es mucho más fácil ayudar allí que en Bilbao. En Ecuador salta a la vista el problema. Si no reaccionas, es que no tienes entrañas. Pero en Bilbao la pobreza está más oculta, más escondida. La sociedad de consumo trata de ocultar esas cosas desagradables». Aún así, sabe que «Bilbao también tiene su brecha, hay unas desigualdades enormes. No es tan hiriente como en Latinoamérica, pero las hay».
En la villa ha sido párroco de Arabella, Basurto e Indautxu, y también fue capellán de los trabajadores de Euskalduna durante su mes de encierro en la factoría. Palpó las consecuencias de aquella crisis industrial y ahora, que vuelven malos tiempos, advierte de que «los más indefensos son los inmigrantes. Los bilbainos tienen a la familia, que es un parachoques en estas situaciones de paro. Pero los inmigrantes no tienen ese circulo protector, y ahí vamos a tener muchos problemas».
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