Una cooperante atiende a un niño huérfano por el sida en África. / EFE
Conferencia Mundial del Sida México 2008 'Acción Universal ¡Ya!'

Pediatra en Maragua

La fundación española Vihda presenta en el encuentro de México, inaugurado ayer, su proyecto en Kenia en busca de una generación de niños libres de la infección

FERMÍN APEZT EGUIA

Lunes, 4 de agosto 2008, 10:32

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Victorio Torres era hace diez años un tipo feliz. Posiblemente, no le faltaba nada. Médico pediatra, sin haber cumplido los treinta trabajaba en el Hospital de La Paz y veía también a los chicos que acudían a la consulta de Pediatría que había heredado de su padre. Tenía una tía microbióloga que trabajaba en un programa de Derechos Humanos y Salud Pública en Panamá y en ocasiones también le había tocado atender a los niños de países en vías de desarrollo que la fundación Tierra de Hombres traía para operar al centro madrileño. A pesar de todos aquellos antecedentes, no imaginaba hasta qué punto iba a cambiarle la vida el viaje a Afganistan al que le invitaron en el año 2000. Con el nuevo milenio, también su vida comenzó de nuevo.

«Me encontré con niños que sufrían tétanos de nacimiento, que no viene ni en los libros», relata. «Con críos con parálisis, polio, mujeres jóvenes que sumaban quince embarazos y sólo dos hijos vivos, poca esperanza de vida, pobreza grande... guerra...». Un horror. «Recuerdo que había una epidemia de sarampión y Médicos Sin Fronteras, en colaboración con la Organización Mundial de la Salud, pusimos en marcha un programa de vacunación. Vacunamos a toda la provincia y a los seis meses, cuando regresamos, habían dejado de morirse». La experiencia le hizo replantearse la vida. «¿Voy a volver a La Paz, donde unos pocos niños con pocos problemas pueden ser cuidados por muchos médicos, o me voy otra vez a un país en vías de desarrollo a impulsar programas de salud pública».

Victorio lleva ya siete años en el distrito de Maragua, en Kenia, donde ha impulsado diversos programas para la prevención y el tratamiento del VIH. En la aventura de su vida le acompaña desde que decidió viajar a África en 2001 Tanja, su esposa, una psicóloga especializada en acompañamiento al paciente con sida. Los dos se instalaron en Maragua, un lugar de paso que atraviesa la carretera principal del país. Estos días, Victorio Torres presenta en México los avances conseguidos por la Fundación Vihda, fundada en 2003 en colaboración con el especialista del Ramón y Cajal Santiago Moreno, para evitar la transmisión de la infección de la madre a sus hijos durante el embarazo y la lactancia.

Biberones contra el sida

En los países occidentales, el control del embarazo y los avances en terapia antirretroviral han permitido reducir prácticamente a cero los casos de transmisión del virus de la madre al feto. Los momentos que exigen mayor vigilancia son las últimas semanas de gestación, el parto y la lactancia. La cantidad de virus que se cuelan a través de la leche materna en los bebés amamantados es suficiente como para infectar a la criatura.

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Conociendo esta situación, Vihda ha puesto en marcha en colaboración con el Gobierno keniata un programa de atención a la mujer embarazada y su hijo, que incluye, además de terapia y asesoría para la madre, la distribución en las familias de equipos para el filtrado del agua. Los 'kits' permiten preparar biberones con leche artificial y agua filtrada y posteriormente hervida, lo que protege al recién nacido de otro problema importante de salud infantil en África: las diarreas. El programa de atención a la madre y su hijo durante un año cuesta 580 dólares (unos 400 euros) y libra al niño de una infección por VIH, que debe tratarse de por vida.

La idea es lograr una generación de chicos libres de la enfermedad en un país donde se infectan por miles. En 2005, por ejemplo, se registraron en Kenia 1,4 millones de partos, de los que 64.000 correspondieron a madres seropositivas. Un total de 22.500 niños se infectaron por VIH. Murieron 20.0000.

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En el hospital de Maragua apareció hace tres años un niño abandonado. Victorio y Tanja lo han adoptado como hijo. «Somos voluntarios. No cobramos sueldo. No tenemos un duro ahorrado, pero tampoco me importa. Lo hago por vocación, algo a lo que no puede ponérsele precio. En África -añade- he aprendido que cada día es un día. El futuro no existe». Victorio Torres sigue siendo un tipo feliz.

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