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MERCEDES GALLEGO
Domingo, 25 de mayo 2008, 05:26
Los grandes estrategas republicanos se quitan el sombrero ante la campaña de David contra Goliath con la que Barack Obama ha desmontado a Hillary Clinton. Newt Gingrich, arquitecto de la reconquista conservadora del Congreso durante la Administración de Bill Clinton, la califica de «brillante». ¿Quiénes son y cómo lo han conseguido? En el equipo del senador de Illinois no hay gritos ni rivalidades. Lo primero que advirtió el candidato después de la derrota de New Hampshire fue que no quería «dedos apuntando». «O ganamos juntos o nos hundimos juntos», les recordó. «Todos compartimos la responsabilidad», dijo al empezar a enumerar sus propios errores.
Antes de entrar a la sala de reuniones se dio una vuelta por las oficinas para saludar personalmente a todos los empleados, la mayoría jóvenes, dándoles ánimo y apremiándoles a mantener la moral alta, contó la revista 'Newsweek'. Durante las dos horas de reunión mantuvo la calma, como de costumbre, pero habló con intensidad sobre cómo creía que habían malgastado tiempo y dinero, confiado demasiado en actos multitudinarios y montado mal el calendario. Se encargó de que todos en la mesa expresaran su opinión, y, cuando ya salía por la puerta, se volvió para soltar una broma con la que sacudir el ambiente fúnebre que había quedado en la mesa. «Por veinte millones de dólares -cerca de catorce millones de euros- en dos primarias, con los resultados que hemos tenido, podría daros algún grito, pero no lo hago», dijo riéndose.
En comparación, los malos tiempos de Hillary Clinton han dejado cadáveres por el camino y mucho resentimiento entre el personal. Sus asesores culpan sobre todo al principal estratega de su campaña, Mark Penn, un leal amigo del matrimonio al que Al Gore despidiese por arrogante y controlador. En contraste, el Mark Penn de Obama es un hombre de voz dulce y aspecto de profesor despistado que ha sabido crear un equipo de amigos. «¿Sabéis la suerte que tenemos de que sea nuestro Mark Penn?», recordó uno de los asesores a sus colegas, según 'The Politico'.
David Axelrod es considerado la voz que más escucha Obama. Junto con su socio David Plouffe se le atribuye el descubrimiento de Internet como pilar de recaudación de la campaña a través de donaciones pequeñas y la creación de un movimiento de bases, más que de un aparato político, que planeó una lucha larga, concentrada en estados pequeños, que otros candidatos suelen ignorar. Ambos forman un tándem compenetrado que combina el idealismo de Axelrod con la mano firme de Plouffe. Si Karl Rove, el famoso estratega de Bush, veía la política como un deporte de choque, Axelrod la ve como una batalla de las ideas.
Fue Plouffe quien trajo a Robert Gibbs como director de comunicación, sacado directamente de la oficina del senador John Kerry, que, además de ser amigo de Obama, ha proporcionado una cantera curtida en las batallas presidenciales. En lugar de competir por la atención de su jefe, los tres hombres comparten un abono de temporada para los partidos de los Nationals de Washington.
«Somos todos colegas»
«Si no estuviéramos haciendo esto estaríamos yendo a un partido de baloncesto o de béisbol», aseguró Gibbs al prestigioso periódico del Capitolio. «Somos todos amigos y colegas, y eso es importante. Somos el tipo de gente que hace equipo, no un grupo de individuos».
Axelrod sabe cómo tratar a la prensa. Él mismo fue periodista de 'The Chicago Tribune' antes de convertirse en consultor político. Desde que en 1987 ayudase al primer alcalde negro de Chicago a ganar la reelección ha catapultado a muchos políticos afroamericanos de todo el país, pero también a blancos respetados, como el ex portavoz de los demócratas en el Congreso Richard Gephardt o el ex gobernador de Nueva York Eliot Spitzer. El reverendo Jeremiah Wright le acusa, resentido de haberle distanciado de Obama, y dice de él que sabe cómo vender un negro a los blancos pero no a los negros.
Entre sus fracasos se cuenta a John Edwards en las presidenciales de 2004, aunque buscó de nuevo sus servicios para esta campaña. Él, y otros dos candidatos con mucho más dinero que Obama, pero con el de Illinois le unía una gran amistad y la convicción de que puede ser la reencarnación de Bobby Kennedy, el hombre para el que vendía gorras y chapas a los 13 años. «Si puedo ayudarle a convertirse en presidente habré logrado algo grande en mi vida», dijo a 'The Washington Post'.
Según él, Obama sabe delegar y no intenta controlar el trabajo de cada uno, «pero nadie tiene dudas de quién manda aquí», dijo a 'Newsweek'. Dicen que le interesa la opinión de todos sus colaboradores, lo que contrasta con la conocida costumbre del actual presidente de ahogar las voces disidentes. En el caso de Obama, cuando alguien guarda silencio despierta la curiosidad del candidato. «No lo dice, pero normalmente piensa que si una persona se queda callada es porque no está de acuerdo con lo que piensa la mayoría», contó a la revista Michael Strautmanis, uno de su consejeros. «Así que va y le dice: 'Estás muy callado, ¿qué piensas?'».
Una de las mujeres a la que le ha hecho esa pregunta varias veces da fe de que es un líder inclusivo que sabe escuchar. «No quiere dictar lo que cada uno va a discutir, sino escuchar lo que todo el mundo piensa», sostiene Ruchi Bhomik, su consejera legislativa.
En familia
En retrospectiva, los analistas creen que una de las mejores decisiones de Obama para crear un equipo tan unido fue fijar el cuartel general de su campaña en Chicago, lejos de las mezquindades políticas de Washington. Fue un golpe de suerte, porque en realidad Obama sólo buscaba la oportunidad de pasar más tiempo con su familia. Allí su paternalismo ecuánime y su estilo casi zen de mantener siempre el centro de gravedad mental, sin demasiados altos o bajos, ha servido para crear familia entre los que la han dejado atrás para embarcarse en su campaña. Bhomik asegura que a Obama nunca se le ve nervioso o estresado. «Mantiene la gracia bajo presión», insiste.
Será la sana distancia con Washington, o la costumbre de jugar al baloncesto el día de las elecciones para sacudir los nervios y las supersticiones, pero todos los analistas que han escrutado el karma de su equipo creen que ha logrado algo difícil de encontrar en medio de una larga y tensa campaña electoral: cariño. «A algunos candidatos se les teme y a otros se les respeta», concluyó 'Newsweek' con desconcierto, «pero Obama parece haber retenido el afecto de su equipo».
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