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L. MONTENEGRO
Lunes, 12 de mayo 2008, 04:38
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No todos pueden escribir de 'soplapollas' y 'tonto l'habas', encima en un libro divulgativo, y quedarse tan anchos. A mí misma, me gustaría a menudo y no puedo. Pero a Javier Pérez Escohotado le permitimos la licencia y más cuando como riojano que es, aunque ahora resida en Barcelona, lo que pretenda sea descubrirnos el significado y el origen de estas y otras expresiones muy nuestras. ¿Dónde? En 'Chascarrillos, dichos y decires en el habla de La Rioja', cuya segunda edición, enmendada y mejorada, se presentará el jueves en Ibercaja de la calle San Antón de Logroño, a las 20 horas.
-Ha escrito diversos libros de Historia y, en este, ha echado mano de ella, pero de un modo diferente.
-El interés por estos dichos viene no tanto desde la Historia como desde la Paremiología y la Literatura, aunque en algún caso he tenido que recurrir a aquélla.
-¿Dónde o de quién nace la idea de una obra de este tipo?
-La idea surge, como muchas otras cosas, por encargo y, en este caso, por una invitación para colaborar en una revista que se cocía en Logroño, 'Calle Mayor'. Entre 1984 y 1986, estuve en la Universidad de Dublín como lector de español y tal vez esa invitación y la distancia hicieron que surgiera ese interés por los dichos de La Rioja. Lo cierto es que me interesé por el tema porque no había obras recientes que lo hicieran: estaba la referencia histórica de Cesáreo Goicoechea, con su 'Vocabulario riojano' y sus trabajos sobre dictados tópicos, o Bonifacio Gil; pero, que yo sepa, no había nada parecido sobre La Rioja.
Los más sorprendentes
-De entre todos los dichos, ¿cuál es el que más le ha gustado o el que más le ha sorprendido?
-Hombre, 'no tener el coño para ruidos' o 'la marrana once tetas' son dos de los más curiosos, sobre todo al descubrir lo que esconden esos guarismos. O la 'perra de Calahorra', con la que ha pasado una cosa bien curiosa que sólo revelaré en la presentación del libro, o sea, en público y con testigos. Es difícil sustraerse también a comentar 'más cojones que el caballo de Espartero', inspirado en la estatua ecuestre de El Espolón, aunque no sea un dicho exclusivo de La Rioja.
-¿Y por qué la publicación con Ediciones Emilianenses?
-Me parecía que por sus formatos y por esa incorporación de la caligrafía le podía aportar al libro un determinado toque que encajaba muy bien con ese tono erudito, a veces impostadamente erudito, que recrea el libro. Y, por supuesto, el entusiasmo del editor, que al final es quien cree en el libro y pone en marcha las cosas.
-Además de escritor es profesor en Barcelona. ¿Es por eso que se ve cierto poso didáctico en sus obras?
-Sí, tal vez mi trabajo como profesor me permite aproximarme a esa dimensión de lo didáctico y conocer muy de cerca y con precisión el fracaso de la didáctica si juzgamos por los informes PISA. Por otro lado, yo me he dedicado más al ensayo, por ejemplo, con 'Sexo e Inquisición en España', cuya segunda edición aparecerá pronto, o en el que publiqué el año pasado, 'Crítica de la razón gastronómica'. Y estos libros, más que didácticos, pretenden eso que se llama 'alta divulgación' o ensayo puro y duro.
-Y a los jóvenes, incluso a sus propios alumnos, ¿cómo les suena eso de los dichos?
-Lo cierto es que están desapareciendo del habla de los jóvenes. Sin embargo, cuando les comentas el significado de uno de estos dichos o los usas en plena conversación, suelen prestar mucha atención por lo raro y lo expresivo y encuentran en ellos la recuperación de un modo de ser, que es un modo de hablar. Por eso, creo que su uso en la enseñanza puede ser un material muy útil, porque permite eso que los pedagogos llaman 'transversalidad' y que es tan difícil de trabajar. De hecho, una aplicación del refrán a la enseñanza la tengo avanzada y sólo falta lo que te decía antes: el encargo y el tiempo.
-¿Cuánto tiempo le ha llevado todo el proceso?
-El libro estaba ya escrito y, para esta segunda edición, he añadido por insinuación del editor el glosario manual de voces con propuesta de actividades 'didácticas', claramente cachondas y socarronas a veces, y la bibliografía para el curioso lector y el profesor que quiera ampliar. Desde luego, también he aprovechado para corregir descuidos o errores.
Las fuentes
-Y, saltándonos por una vez aquello de no revelarlas nunca, ¿cuáles han sido sus fuentes, de dónde ha sacado la información necesaria?
-En la bibliografía final del libro está una selección de las obras más importantes que me han servido de guía: sobre todo Sbarbi y la colección Campos-Barella, que recoge todos los refranes que dejaron de publicarse en el diccionario de la RAE. Pero a veces el comentario a un dicho o un chascarrillo surge no de la investigación bibliográfica, sino de cualquier libro o lectura. Los dichos propiamente los he ido recopilando entre los que yo recordaba y los que he oído a mis padres o a mis abuelos y a la gente que todavía usa esas joyas expresivas.
-¿Por qué estos que ha incluido y no otros?, ¿qué particularidad tienen?, ¿porque frases de este tipo en nuestra tierra no faltan?
-La colección que tengo recogida es, como puedes imaginar, más extensa, pero en su momento quise investigar aquellos dichos que tuvieran un tono escatológico porque nadie lo había hecho hasta entonces y me imaginaba que nadie lo haría después. Estos estudios de Paremiología han estado en manos de personas de mucha erudición, pero también de exagerada discreción. Suele darse, por otra parte, el miedo o el respeto al tabú y, a estas alturas del siglo XXI, creo que se pueden tratar determinados temas, sobre todo religiosos y sexuales, con mayor soltura o, si quieres, desvergüenza. Además, la Paremiología, esa disciplina auxiliar de la Filología, no debe tener ningún tabú al estudiar un tema o de dar explicaciones de lo que estudia.
La continuación
-¿Es posible una segunda parte, para relegados al resto de dichos?
-Estaría encantado y, como decía, tengo una colección amplia, pero no sé si tengo el tiempo suficiente. Esto me ha pasado otras veces: ha surgido el encargo y eso ha facilitado las cosas. La inspiración, ya sabes, es el encargo.
-Saturio Alonso es un hombre de gran importancia en la historia gráfica y plástica de la España de la Transición y ahora ilustra la obra. ¿Cómo ha sido compartir espacio literario-artístico con él?
-Siempre he promovido la colaboración entre el texto y el dibujo, tal vez porque yo no he sido capaz de dibujar o pintar bien y esa envidia, sana desde luego, me ha empujado a pedir colaboraciones para mis trabajos y ha determinado mi interés por la pintura. Saturio Alonso es efectivamente un dibujante imprescindible para entender y conocer la historia de la ilustración en la España de la Transición.
-¿Cómo se conocieron?
-Lo conocí precisamente cuando estuve de lector en Dublín y enseguida comenzamos a colaborar. Yo escribía el texto del chascarrillo, él lo ilustraba y yo lo enviaba a la revista 'Calle Mayor'. A mí, me parece un dibujante de una creatividad y una capacidad crítica extraordinarias y, por supuesto, de una mano estupenda.
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