Una vida en las cloacas
Johnny Lydon trató de agitar el mundo con los Sex Pistols, y lo cuenta todo en su autobiografía
IÑAKI ESTEBAN i.esteban@diario-elcorreo.com
Sábado, 3 de mayo 2008, 04:12
Fueron aquellos que berreaban lo del 'no future', aunque ha sido el futuro, o la posteridad, lo que ha hecho de ellos un mito. Como todos los movimientos que han meneado las conciencias, al principio eran cuatro y estaban muy mal vistos. Tuvieron su número 1, 'God Save the Queen', pero a su concierto de despedida, en San Francisco en 1978, no acudieron más que 5.000 almas dopadas, el sonido fue horrible y su caché se quedó en los 67 dólares. Y eso que les habían vendido como los nuevos Rolling Stones.
El cantante de los Sex Pistols, John Lydon o Johnny Rotten, lo cuenta en una autobiografía que acaba de salir en español con su título inglés, 'Rotten. No Irish, No Blacks, No Dogs' (Acuarela-Antonio Machado Libros). Desde el propio nacimiento ya se veía que Lydon iba para punk. «Seguramente soy bastardo», confiesa sin el menor dramatismo.
Creció en Finsbury Park, un barrio de Londres que en los sesenta era igual de pobre que su familia, en un ambiente lleno de 'skinheads' donde los niños pasaban de los zapatos al salir a la calle y en el que aparecían ratas debajo del fregadero de casa. «Ratas grandes de cloaca. Una vez vi cómo mataban un gato. Lo hicieron pedazos».
En un instituto de aquel entorno conoció a Sid Vicious, un chaval obsesionado por David Bowie, luego bajista de los Sex Pistols y hasta cierto punto la imagen del grupo. Ambos se fueron de okupas, trapichearon con anfetaminas y empezaron a tocar en el metro, Lydon el violín y Vicious la guitarra. Por supuesto, ninguno de los dos tenía ni idea de cómo agarrar el instrumento y su repertorio se ceñía a una canción, 'I Love the Dead' de Alice Cooper. Pero así era el punk. No hacían falta credenciales de virtuoso; al contrario, podían ser contraproducentes.
Plástico y estilo
Su pandilla estaba formada por unos diez chicos, que vestían trajes viejos y les colocaban imperdibles cuando se les rompían. Según recuerda Lydon, varios de ellos trabajan hoy como profesores, y en su día, en 1975, constituyeron «el germen de todo el punk».
Su contacto con Malcolm McLaren y la diseñadora Vivienne Westwood les dio la proyección que se necesita para convertirse en un fenómeno. En su tienda de King's Road, en Chelsea, vendían ropa sadomasoquista y camisetas más que provocadoras. Lydon añadió de su cosecha vestirse con bolsas de basura, como los mendigos.
-John, pareces un vagabundo, le dijo un día su padre.
-Sí, papá, tengo estilo, contestó.
En aquella tienda se formaron los Sex Pistols, con Steve Jones a la guitarra, Paul Cook a la batería, Lydon como cantante y Glenn Matlock al bajo, luego sustituido por Sid Vicious. Su primer concierto fue ante un público de estudiantes de Bellas Artes en noviembre de 1975. «No hubo un solo aplauso», recuerda Lydon. Para animar al público, el cantante empezó a escupir al público y la cosa funcionó.
Tocaban en pubs, locales de strip-tease del Soho y demás garitos infames. Pero el rumor se estaba extendiendo y EMI les fichó por 40.000 libras. El sencillo 'Anarchy in the U. K.' entró en las listas, pero la casa de discos les echó por montar la bronca en la televisión.
Después pasaron a A&M, con la que grabaron 'God Save the Queen', también retirada por sus ataques a la monarquía. Por fin entraron en Virgin y se convirtieron en noticia diaria debido a los altercados en sus conciertos. No había mejor publicidad.
Las cosas rodaron deprisa, Vicious se hizo un yonqui irrecuperable, mató a su novia y se murió por su adicción, después de pasar por la cárcel. Hoy Lydon tiene 52 años y desde la separación del grupo mantiene su propia banda, PiL (Public image Limited). «Era joven, estúpido e impetuoso», dice en el libro. Pero su padre, que también participa en la obra, tiene otra visión: «Mi hijo cambió el mundo».
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