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ANÁLISIS

El peor viaje al fin del mundo

PATXI ALONSO

Martes, 22 de enero 2008, 03:27

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La expedición de Scott al polo Sur es para los amantes de los viajes de aventuras como el 'maracanazo' para los del fútbol. Una mezcla de tragedia y epopeya que pasará a los anales de la historia. Apsley Cherry, uno de los supervivientes de aquella mítica travesía a los confines del mundo, llevó al papel sus experiencias bajo el gráfico título de 'El peor viaje del mundo'. Este aventurero inglés llegó a describir la exploración polar como la forma más radical y al mismo tiempo más solitaria de pasarlo mal que se ha concebido. Claro que el bueno de Apsley nunca vio un partido de nuestro rocambolesco Athletic. Al menos los atribulados aficionados rojiblancos pueden lamerse las heridas entre ellos. No están solos, pero lo pasan fatal. Abrumado por lo hostil de la climatología antártica, Cherry afirmaba con ironía que no hay nadie en la tierra que lo pueda pasar peor que un pingüino emperador. Confirmado. Este hombre nunca conoció a una especie que muchos quisieran ver en vías de extinción: el león de San Mamés. Un mamífero de aspecto manso que sólo asusta últimamente a sus propios seguidores. Cuando esperas que resurja de sus cenizas y suelte un zarpazo acorde con su pelaje, se deja la dentadura en la mesilla de noche. Y no hace falta irse a la Antártida para perderse. La niebla de Pamplona puede ser nuestro particular fin del mundo. Sin ir más lejos.

El peor viaje del mundo es siempre el que conduce de la ilusión al desamparo. «Del sí al no, ¿cuántos quizás?», se preguntaba Cortazar en un pasaje de su inmortal 'Rayuela'. Cuántas palabras, cuántas nomenclaturas para un mismo desconcierto. Llevamos demasiado tiempo esperando la tarjeta del Monopoly que nos saque de la cárcel. Superar el bache de la pesadumbre se está convirtiendo en misión imposible. Igual que encadenar dos victorias en una Liga que parece disfrutar del diabólico placer de ver sufrir al viejo león. Conocido el diagnóstico (empanada mental aguda), el tratamiento no está claro. Hay quien apuesta por el electroshock. O, si les parece una terapia demasiado agresiva, ataquemos con la acupuntura.

Joaquín Caparrós se apunta a lo de sacar las agujas. Claro que primero debería asegurarse de cuáles son los puntos débiles sobre los que hay que punzar. El utrerano se está convirtiendo en un experto a la hora de señalar con el dedo. Acusica. Esta vez se lo pusieron fácil. Fran Yeste confirmó lo que les apuntaba en éstas páginas la semana pasada. El basauritarra parece cargar con su talento como si fuera una cruz. Resulta tan paradójico como un vidente ciego. Es un héroe maldito a la manera de Guti en el Real Madrid. Un Aquiles con demasiados talones. Me recuerda una escena de 'El expreso de Shangai' en la que una gélida Marlene Dietrich le suelta a un amante despechado: «Habrás oído lo que dicen de mí y, lo que es peor, te lo habrás creído». Con actitudes tan pusilánimes como la del domingo, su cartera de detractores seguirá creciendo.

Hoy el acusado es Yeste (el mismo que tumbó al Sevilla o al Valencia, por cierto), ayer fue Llorente ¿mañana? Seguimos disparando contra los pianistas. ¿Y tú qué, Joaquín? Un poco de autocrítica no vendría mal. ¿O eso no se estila en la alta competición? Mira que venir desde tan lejos sólo para contarnos lo que ya sabíamos

Por suerte ya está aquí la Copa. Soñamos con reeditar viejas gestas. Y eso está muy bien. Es nuestro torneo. Pero no olvidemos que una tradición jamás es algo dado; es una identidad en permanente construcción. Vamos, que el árbol hay que regarlo de vez en cuando para que crezca. Y yo me pregunto, como en aquel hit hortera de los setenta: 'La manguera..¿dónde está?'

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