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SU PREFERIDO. Koldo Atxaga, junto al rótulo más apreciado y, a su juicio, «artístico». / MIREYA LÓPEZ
Bilbao, con todas las letras
VIZCAYA

Bilbao, con todas las letras

El fotógrafo pamplonés Koldo Atxaga repasa la evolución histórica y social de la capital vizcaína a través de los rótulos comerciales y subraya su influencia en el carácter del paisaje urbano

LUIS GÓMEZ l.gomez@diario-elcorreo.com

Domingo, 28 de octubre 2007, 03:42

En sus álbumes vacacionales nunca han faltado los letreros extravagantes ni los rótulos insólitos. En cambio, jamás hubo puestas de sol ni monumentos. Koldo Atxaga (Pamplona, 1970), diseñador gráfico y profesor de Publicidad de la UPV, invita a conocer la capital vizcaína a través de perfiles poco convencionales, porque cree que no es posible concebir «el paisaje urbano» sin estos carteles. Por eso, 'Bilbao topográfico. Los rótulos comerciales y otras gráficas urbanas' es una mirada particular que el artista navarro fija a tres metros de altura con la que reflexiona sobre el pasado y el presente, la evolución histórica y social, en definitiva, de la capital vizcaína, a través de parte de la memoria viva de la villa: los rótulos comerciales.

Atxaga hace de la ciudad y sus comercios «un binomio inseparable», pero pone el acento en los carteles. «Es verdad que hasta bien entrado el año 2000, Valentín Costa de Dima regentó el popular taller de botas de vino de Iparraguirre 48, con una ristra de pellejos colocada bajo el dintel como único distintivo anunciador, pero Bilbao no se entiende sin los rótulos», razona. ¿Por qué? «Incorporaban algo más que la leyenda de la razón social de la empresa», señala. «Se concebían como una carta de presentación hacia el público cargada de elementos sugestivos. Suponían también una manera de conocer sus usos y costumbres».

La pintura sobre el reverso de las lunas de vidrio constituyó la técnica pionera. De hecho, los únicos letreros centenarios que aún se conservan en las calles de Bilbao pertenecen a esta categoría. Destacan los del Café Víctor Montes, en la Plaza Nueva, y la tienda Ultramarinos Amutio en Fernández del Campo, realizados por los hermanos Aparicio. Ambos se labraron fama como rotulistas en su taller de la calle Hernani y colocaron sus piezas a la altura del considerado para muchos el mejor rótulo de la ciudad: el de la Perfumería Barandiarán, firmado por el mismo arquitecto del edificio de la Sociedad Bilbaína, Emiliano Amann; o el de estilo art decó que saludaba a los clientes del Café Boulevard.

Despreciados

Con su cámara de fotos a hombros, Koldo redescubre el «valor estético de unos soportes «rara vez ensalzados por sus cualidades artísticas». Aunque nadie cuestiona la valía de los que la burguesía industrial de finales del siglo XIX eligió para sus negocios y ocio. Figuran en las fachadas de la Sociedad Filarmónica, el Café Iruña o la tradicional tienda de Calzados Otazua del Casco Viejo. Composiciones «amables, recargadas, con abundancia de motivos y guirnaldas vegetales y tipografía decorativa».

Muy diferentes a los que marcaron el auge de la era industrial, que generó corrientes estéticas de corte racionalista, amantes de las formas sobrias, geométricas y rotundas. Rotularon muchas fábricas en la ribera de Zorrozaurre y Bolueta, imprentas y tintorerías (La Moderna, Zabalbide, 7).

Grafías cuya sobriedad contrasta con los diseños frescos que despuntaron en los años sesenta. Las letras, subraya el fotógrafo pamplonés, encuentran en el pop «una nueva fascinación por el transformismo» y se clavaron en la retina de numerosas generaciones de bilbaínos. ¿Quién no recuerda al famoso astronauta que invitaba comprar en los almacenes Zubicaray! O las formas redondas de las letras de Disco (Berastegui, 1), tienda donde muchos jóvenes compraron sus primeros vinilos. Sin olvidar la sinuosidad y los electrizantes trazos rojos con los que Leyre (Larraskitu, 35) invitaba a renovar la cocina de casa.

Sin posibilidad de echar mano de materiales nobles -piedra, madera, metales labrados, loza o vidrio - ni poder ser trabajados con maestría en talleres artesanales, hay rótulos que encuentran, por el contrario, «su mayor encanto» en la «indolencia hacia la estética». El gremio que mejor ilustra esta tendencia es, a juicio de Atxaga, los talleres mecánicos. Se anuncian con carteles hechos la mayoría de las veces a mano por sus propietarios. «Suelen ser toscos, sencillos y sin pretensiones estilizantes». Mantienen una línea muy parecida a la impresa en los inolvidables rótulos que han servido para dar a conocer tantas pequeñas peluquerías y salones de belleza de barrio, cargadas de excesos estilísticos.

Sin toques de calidad ni distinción, pero sí con una norma que no se salta ningún rotulista: la escala. No hay cartel cuya letra tenga una altura inferior a los 14 centímetros, necesario para que el texto sea leído «sin dificultades» desde la acera contraria. Y si la altura cuenta, también, y mucho, la familia tipográfica.

Este 'paseo' por Bilbao descubre una «auténtica galaxia» de estilos de letras. Las hay para todos los gustos. De serifa o romanas, las más conservadoras en cuanto a sus formas (Edificio Albia, San Vicente, 8); egipcias, caracterizadas por su robustez (Smith&Smith, Telesforo Aranzadi, 1); o de fantasía, de tipografía estilizada (cafetería Baliak, Alameda de Rekalde, 20). «Su interés no reside en su comodidad para la lectura, sino en el valor estético».

Nombres propios

Los rótulos servían para anunciar, pero también para remarcar una de las principales señas de identidad de Bilbao: su carácter integrante. Los ejemplos son innumerables. Cristalería La Santanderina (Pablo de Alzola, 29), Bordados Lagarterana (Tendería, 18), Muebles Zamorano José Mari (Camilo Villabaso, 32). También han descubierto la identidad de sus dueños -Mari Lanas al peso (Aretxaga, 5), Bodeguilla Luis (León de Uruñuela, 2), Diarios y Revistas Donde Pepe (General Concha, 6)-, reflejado las aspiraciones internacionales de nuestra ciudad -Bar Noruega (Muelle de Olabeaga)- y remarcado la seducción por los topónimos evocadores y míticos -(Cafetería Valparaíso, Colón de Larreátegui, 33), Nashville (Licenciado Poza, 20), New York (Buenos Aires, 13)

Tampoco han ocultado lo mucho que a los bilbaínos les gusta el nombre de su ciudad y barrios: Bar Bilbao (San Francisco, 1), Librería de Bilbao (Alameda de Mazarredo, 65 bis), Auto Escuela Basurto (Iturribarria, 3), Foto Indauchu (Alameda de San Mamés, 49)... Un paseo, en fin, sin grandes monumentos ni edificios emblemáticos, pero con elementos que aportan «calor a las calles». Igual que los álbumes de vacaciones de Koldo Atxaga.

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