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Cuestión de confianza
ANÁLISIS

Cuestión de confianza

PATXI ALONSO

Martes, 2 de octubre 2007, 04:21

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La confianza es importante. Un bien más preciado y escaso que el vil metal, aunque tengan algo en común. No se deposita a plazo fijo en cualquier parte. Salvo que esa confianza sea ciega. Como la de aquel borracho que muestra la casa a un amigo. «Este es el 'hall' -va diciendo-, este es el salón y este el dormitorio». En la cama hay un hombre y una mujer. El borracho ni se inmuta y le dice a su amigo: «Esa es mi mujer. Y ese soy yo». Así que ya saben, confianzas, las justas.

Joaquín Caparrós declaraba tras la derrota ante el Atlético que «si desconfiamos de lo que tenemos, malo». No hay nada peor para un equipo en construcción que cuestionar las bases sobre las que se está edificando. Si a eso le añades que los resultados no acaban de aparecer y que este grupo ha sido carne de diván durante dos calamitosos años, es normal que el técnico haga hincapié en el aspecto anímico. No es el único. La semana pasada recordaba en estas páginas aquella frase de mi poeta favorito que advierte que la maleta que más pesa es la de las dudas. Por eso me sorprendió más si cabe la decisión del utrerano de dejar fuera de combate a Llorente durante ochenta interminables minutos frente al Atlético de Madrid. La mayor parte de ellos con un amenazador 0-1 en el luminoso. El Athletic asediaba a un rival atrincherado y salieron todos menos el ariete, recurso natural para derribar el portón de la fortaleza enemiga. Su gol, aunque debió haber subido al marcador, llegaba tarde. Como su salida al campo, con el partido resuelto tras el zapatazo de Forlán. En El Madrigal, el gigante de Rincón de Soto partió de nuevo desde el banquillo y no parece que como revulsivo vaya a ganarse un lugar en el cielo rojiblanco. Vamos, que puede ser un Urzaiz pero nunca un Sarabia. Sólo espero que Llorente no renuncie sin siquiera haber fracasado. Yo le tengo fe. Si el proyecto merece crédito, supongo que eso vale para todos. No sólo para los supuestamente consagrados. Necesitamos un '9' como el comer. Y con las cosas de comer no se juega.

El entrenador andaluz, escrito está, es un excelente explorador de recursos, un catalizador de emociones. Y, como los magos en el escenario, un experto en desviar la atención. Tras la derrota del Camp Nou dejó a los periodistas la labor de descargar la munición pesada contra el árbitro, y después de la agónica victoria ante el Levante se marcó un discurso crítico cara a la galería de los que hacen afición. El brillo de sus vivarachos ojos revelaba que disfrutó esa victoria como Wellington la de Waterloo. Y es que gracias a ese agónico triunfo el Athletic no es hoy carne de cañón clasificatoria. Seguro que el bueno de Abel sabe de lo que hablamos.

Así que ya ven lo voluble que es la cuestión de la confianza. En el ámbito futbolístico, este proyecto sigue teniendo la nuestra. Con su aguerrido líder a la cabeza. No tiene plazos ni intuyo espadas de Damocles en lontananza. Unidos somos más fuertes. Pero la confianza hay que regarla para que crezca. Con trabajo, pero también con audacia. Y con triunfos.

Un bilbaíno universal, Miguel de Unamuno, decía que la vida es duda y la fe sin la duda es sólo la muerte. Así que dudemos para creer. Sin dramatismos. Villarreal, Atlético, Barça y Zaragoza son, simplemente, más fuertes que nosotros. Tienen más pegada. El domingo llega el Almería. Esta es, hasta que se demuestre lo contrario, nuestra Liga. Y hay que ganarla. Para empezar a crecer. Para jugar otras Ligas. Para empezar a creer.

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