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IMPACTO. Momento de la ópera 'Barba Azul'. / MORENO ESQUIBEL
La lírica psicológica
CRÍTICA DE ÓPERA

La lírica psicológica

NINO DENTICI

Lunes, 24 de septiembre 2007, 04:22

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La noche inaugural de la temporada de la ABAO, tuvo el color analítico que cabe extraer de dos óperas diferentes en su concepción musical, pero ambas marcadas por un fondo psicológico y hasta decadente. 'El castillo de Barba Azul' de Bartok se apoya en un gran simbolismo del que el cuento de Perrault carece y no sabemos si ese simbolismo habría que tomarlo como algo referente a la agresividad humana, como algo referente a la crisis vital vivida por el mismo autor o a la soledad que en cierto modo vive el hombre. No es una ópera tradicional, ni mucho menos, o sea, no es para el gran público y en ella no caben ni las oberturas, ni las arias, tan solo la declamación. El impresionismo de su concepción orquestal o musical se ciñe a la búsqueda del colorido extraño en los instrumentos y en la consecución de nuevos sonidos. La fórmula escénica resolutiva propuesta por Michal Znaniecki valió y tuvo hasta cierto efectismo. Tanto la mezzo Idiko Komlosi, como el barítono Alan Held culminaron un espléndido trabajo tanto vocal como interpretativo. La mezzo encarnó su papel de 'Judith' aplicando al personaje una voz hermosa, de cálido timbre, y poderosa que complementó con su sensual atractivo. A su vez, el barítono cuajó perfectamente en la caracterización de Barba Azul y su tenso canto no encontró obstáculo en su firme voz

En la 'Elektra' que siguió a continuación, caben más comentarios. Primero tuvimos que soportar al escenógrafo de turno, haciendo esperar al maestro Mena y a la orquesta bilbaína, para que, Elektra y sus hermanos, aprendieran a nadar con su padre Agamenón. Luego, presenciamos los atisbos de incesto entre las dos hermanas. Un gran cronógrafo digital al fondo esperaba la hora de la venganza y ésta llegó a modo de avalancha, ya que en un desenfrenado final de obra, una metralleta no dejó títere con cabeza. Menos mal, que como sucedió en la anterior ópera, los cantantes dieron la talla y a pesar de lo absurdo del decorado, a pesar, sobre todo, de la desvirtualización que sufre el final de la ópera, alejándose de la tragedia y convirtiéndola en jocosa, el canto sobrevivió.

La soprano Janice Baird cantó el papel protagonista con solidez vocal, sin fisuras, enseñando una voz firme y sonora, aunque no demasiado bella en su color. La voz de su compañera Angela Denoke, se nos hizo más cálida, más carnosa, aunque no tan sonora como la de aquélla. Destacable también la extensa voz y el buen hacer escénico de la mezzo alto Reinhild Runkel, una cantante que sorprendió por su soltura en escena. El titular de la Sinfónica bilbaína, Juanjo Mena, volvió a demostrar sus grandes condiciones en el campo lírico y ya en la primera, una obra llena de cromatismo instrumental y variedad temática, como así mismo en la segunda, ópera no exenta de dificultad, pero sí más melódica y menos declamatoria que la anterior, apuntó su preparación previa. Dirigió con energía y exigió lo máximo a la Sinfónica en un final de 'Elektra' musicalmente muy hermoso.

En fín, dos obras complejas para el aficionado en general, pero, sobre todo, dos obras que encierran el peligro de su particular plasmación teatral, lo que dificulta su comprensión y afecta a la valoración del que las ve por primera vez. Nos quedamos con la esperanza vivida de que también en Bilbao se empieza a patalear.

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