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ANÁLISIS

Medir es comparar

MIGUEL GONZÁLEZ SAN MARTÍN

Martes, 11 de septiembre 2007, 05:46

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A propósito de la frustrada contratación de Ezquerro, se ha abierto un debate, en la prensa y en la calle. Yo escribí que no me parecía elegante señalar al jugador como culpable de un desacuerdo respecto del que hay versiones contradictorias. Y me parecía inadecuado reprocharle un escaso amor a los colores. Medir es comparar. Mientras no tengamos una unidad de medida, un metro para los sentimientos, haríamos mejor en ser cautelosos. No faltan los demagogos que sacan ventaja de su voceada adhesión inquebrantable, y sería penoso abrir, con Ezquerro, un listado de presuntos desafectos.

Mi admirado amigo Jon Agiriano replicó con atinadas reflexiones sobre los números, verdaderamente mareantes, que se barajaron en la negociación. Y a mí me parece que el tamaño de las cosas no constituye su esencia sino tan sólo una de sus circunstancias. Sin duda es disparatado que un futbolista del Athletic de Bilbao gane, en un año, lo que el alcalde de Bilbao en toda su vida laboral. Ése es un buen debate, pero es otro debate. Yo no hablaba de dinero sino de estilo. Medir es comparar cosas homogéneas. Ezquerro hubiera venido sin traspaso, o con uno casi simbólico y, por tanto, la cuenta verdadera era la de multiplicar por tres su remuneración anual. Ése y sólo ése debería haber sido el dilema, si esos tres años convenían al Athletic a ese precio total, sin considerar quién era el principal beneficiario, otro equipo o el jugador. Si se consideraba que el coste de esos tres años era excesivo, si se pensaba que el jugador no valía tanto, o ese dinero podía destinarse a fichajes más convenientes, sencillamente se deberían haber cerrado las negociaciones, sin acuerdo y sin reproches.

Esas cantidades son disparatadas, podría decirse que obscenas, pero no conozco a nadie, rico o pobre, que haya vendido una casa a menos que el precio, también disparatado, de mercado. El Athletic tiene un mercado y unos presupuestos limitados. No podemos traer a Ronaldinho, pero tampoco a Xabi Alonso, porque seguramente, aunque quisiera venir, no podríamos pagarle. Esto es así. Puede ser fastidiosa la lluvia, pero no sirve de nada enfadarse porque llueva. Lo que hay que hacer es resguardarse. Nuestro mercado es reducido y los jugadores nos cuestan un sobreprecio. Como ya no es posible retenerlos, nos encontramos ante otras dos situaciones de riesgo contrapuestas: tras las temporadas malas, no queda otro remedio que comprar a precios mayores que los de mercado, porque clubes y jugadores se aprovechan de nuestra situación de necesidad para subir los precios. Y después de las temporadas buenas, seguramente se irán algunos jugadores, como sucedió con Del Horno y Ezquerro. ¿Quién, si le gusta el fútbol, no comprende y respeta el sueño de jugar en un equipo tan brillante como el Barcelona actual? Un sueño, por cierto, con el riesgo de quedarse a medio camino, de estar pero sin estar, como Ezquerro. ¿Qué se puede hacer? No es realista, desde luego, pretender sujetar a los jugadores sobresalientes con contratos inusuales en la duración y la cuantía. Resulta demasiado caro y tiene contraindicaciones probadas. Seguramente es mejor aceptar los flujos con naturalidad, sin dramas esencialistas. La buena circulación de jugadores tiene otra ventaja: aguza sus expectativas y evita que se estanquen y adocenen.

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