Estigma de revolucionario

Con él se va la magia, la inspiración, la imaginación como base de este deporte, una forma diferente de entender el golf y que revolucionó este mundillo a finales de los 70, cuando el joven de Pedreña asombraba a todos con su 'power latino', su raza, su furia, dentro de un 'establishment' frío anglosajón. Nunca fue capaz de enderezar su 'drive', pero a quién le importaba; lo que nos hacía vibrar eran esos golpes desde el aparcamiento de Royal Lytham, entre los árboles de Wentworth, su madera 3 desde el búnker en el PGA National en la Ryder Cup contra el muro de Crans-sur-Sierre, su hoyo en uno en Montecarlo mientras la ciudad aún dormía, o su zigzagueante 'putt' en St. Andrews, cuna de este deporte.

Miles de historias recorren los pubs de la vieja Gran Bretaña con las hazañas de Seve y sus golpes imposibles. Mejor quedarse con lo bueno y olvidar su divorcio, sus años de no pasar cortes, su vueltas sobre ochenta, sus enfados en el campo.

Él conquistó el corazón de Europa y fue su paladín durante tres décadas gloriosas en las que sus 'caballeros', 'La Quinta de Seve' (Langer, Faldo, Woosnam y Lyle), le acompañaron en mil batallas.

Este Quijote moderno luchó contra el rancio estilo británico y consiguió que Europa llegara a formar parte de la Ryder Cup. Con su fiel amigo 'Sancho' Olazabal firmó una de las páginas más bonitas de la historia (1985-1987-1989, la Ryder Cup para Europa) y se la trajo España, a Valderrama (1997). De esta forma, fue el primer español en ganar tres Open Británicos y el primer europeo en vestirse de verde en Augusta.

A su estela

Él pintó el camino de amarillo, o de verde, (Augusta 80-83), y los demás sólo tuvieron que seguir su estela: Olazabal (94-99). Su estela de Plata en forma de Jarra (79, 84 y 88) aún busca un nuevo dueño.

Severiano Ballesteros se va, cómo pedían sus críticos, pero deja a Europa perdida. Tanto que. en los últimos ocho años, el Viejo Continente no ha logrado conquistar ni un solo torneo de 'Grand Slam'.