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Laura Liedo
El bostezo, el hipo, la tos y otras cosas que no podemos evitar

El bostezo, el hipo, la tos y otras cosas que no podemos evitar

«Algunos son reflejos involuntarios. Otros, vestigios primitivos»

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Miércoles, 25 de noviembre 2020, 00:32

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Pocas cosas son tan contagiosas como ver a alguien bostezar. Es sentirlo en boca de otro y tener la necesidad de hacerlo nosotros mismos. Quizás solo de pensarlo usted mismo haya bostezado. No lo podemos controlar. También somos incapaces de evitar el estornudo, que a menudo viene en tandas de dos o tres repeticiones, o el hipo, el escalofrío, la piel de gallina, la tos o las cosquillas. ¿Por qué se dan estas respuestas fisiológicas? ¿Qué función tienen y por qué no podemos evitarlas? Hacemos un repaso sobre lo que se conoce de ellas.

  1. El bostezo

Es todo un misterio. ¿Viene por la necesidad de oxigenarse? ¿Por sueño? ¿De puro cansancio o aburrimiento? El médico griego Hipócrates sugirió que era un sistema para oxigenar el cerebro pero, «a día de hoy, no se sabe con certeza su verdadera función ni su importancia real», expresa Laura Calleros, profesora de Fisiología de la Universidad de Alcalá de Henares. De hecho, experimentos realizados en la Universidad de Maryland (Estados Unidos) han demostrado que las personas sometidas a sobredosis de oxígeno no disminuyen la frecuencia de sus bostezos. «La teoría más asentada es que es un vestigio primitivo que compartimos con muchísimos animales», agrega la fisióloga.

El divulgador científico Eduardo Punset compartió esta misma visión en su libro 'Adaptarse a la marea' (Booket): «Los bostezos cumplían una finalidad social en el caso de los primates, transmitir la necesidad de iniciar una acción colectiva y preventiva frente a intrusos (...) Son un puro residuo ancestral y genético».

También hay bostezos que se producen por problemas patológicos, como los trastornos asociados con la somnolencia, tumores cerebrales o accidentes cerebrovasculares, entre otros. En general, el bostezo se considera descortés, al interpretarse como un signo de aburrimiento, por eso en muchas situaciones tratamos de evitarlo. El problema es que, una vez se inicia, no se puede cortar ni aunque lo intentemos. Que sea contagioso es algo a lo que tampoco se ha podido dar respuesta todavía.

  1. El estornudo

Es un acto reflejo involuntario que consiste en una brusca salida de aire por la nariz y la boca. Su finalidad es expulsar agentes patógenos (virus, bacterias), micropartículas o sustancias irritantes que nuestros mecanismos de defensa detectan como potencialmente dañinos. Para ello, los neuroreceptores periféricos que forman parte de la mucosa nasal envían un mensaje de rechazo al cerebro y este manda la orden de que se eliminen, provocando el estornudo.

Las causas que lo desencadenan son muchas. Cuando sufrimos un proceso gripal y se nos acumula mucha mucosa en la nariz el estornudo facilita la expulsión de los virus y bacterias que quedan ahí atrapados. También es un síntoma típico de la alergia. Con él se intenta neutralizar la acción de los alérgenos (polvo, polen, ácaros...) que nuestro organismo no tolera.

Aunque podemos controlarlo hasta cierto punto, procurando que sea discreto, es imposible evitarlo por completo, así como reproducirlo con los ojos abiertos. «Obligar al nervio facial a cerrar los párpados forma parte del mismo mecanismo de defensa, para que los agentes patógenos que se expulsan no entren en los ojos», explica Calleros. El estornudo puede producirse a una velocidad de hasta 150 kilómetros por hora y alcanzar una distancia de seis metros.

  1. La tos

Cumple una función similar a la del estornudo. Se encarga de liberar las vías respiratorias para que ningún «intruso» llegue a los pulmones y los dañe. El coronavirus, por ejemplo, es un virus que se ensaña especialmente con los pulmones, por eso uno de sus principales síntomas es la tos.

El resfriado común es la enfermedad que con mayor frecuencia origina este síntoma. Entre los remedios naturales que existen para calmar la irritación provocada por la tos están: el regaliz, las bebidas calientes y los caramelos de miel y limón.

  1. El hipo

Se produce por la irritación del diafragma, un músculo situado en la parte baja del pecho que desciende con la inspiración y asciende con la exhalación. La irritación provoca que este caiga bruscamente, dando lugar al cierre repentino de la glotis y las cuerdas vocales, lo que produce el característico sonido de 'hip'.

Las causas de la irritación van desde la ingesta abundante de alimentos o bebidas alcohólicas o gaseosas, al estrés. Los trastornos metabólicos, del sistema nervioso central y las drogas también pueden alterar el control normal del cuerpo sobre el reflejo del hipo. Cuando responde a causas no patológicas dura unos minutos y existen numerosos remedios caseros para evitarlo. Contener la respiración unos segundos, taparse los oídos, que alguien te dé un susto o inhalar en una bolsa de papel, son algunos de ellos. Su efectividad no ha sido probada científicamente, pero pueden aliviar en algunos casos. «Se trata de maniobras para distraerse o relajarse con el fin de que el reflejo, que parece haberse quedado en bucle, se resetee», dice la especialista.

  1. El escalofrío y la tiritona

Son otros reflejos involuntarios que ocurren, principalmente, a causa de la baja temperatura. Consisten en contracciones y relajaciones musculares rápidas que son la manera que tiene el cuerpo de poner a trabajar a los músculos para que generen calor cuando siente que hace frío. Así no morimos congelados.

Estos temblores también pueden estar relacionados con el sistema límbico, que controla las emociones. Son propios de emociones como el miedo y el nerviosismo y tienen una función protectora que hemos heredado de nuestros antepasados. Con ellos, el cuerpo también despierta a los músculos, pero en este caso para que estén atentos y preparados en caso de que haya que huir ante un potencial peligro.

  1. La piel de gallina

Es otro vestigio evolutivo asociado a la baja temperatura y las emociones intensas. El erizamiento del vello permite que se cree una capa de aire alrededor del cuerpo que nos protege del frío.

Por otro lado, en las épocas en las que extábamos cubiertos de pelo nos permitía parecer más grandes ante los depredadores. Muchos animales comparten este rasgo. A los gatos, por ejemplo, se les eriza el pelo cuando se pelean o se sienten amenazados. La adrenalina es la responsable de esta reacción que también se da por causas positivas, como cuando nos susurran al oído o escuchamos una canción bonita.

  1. Las cosquillas

Pueden ser placenteras o una verdadera molestia. Cuando son intensas y nos las provoca otra persona reciben el nombre de gargalesis y existen varias teorías respecto a su función. Una de ellas es que nos permiten proteger las zonas más sensibles de nuestro cuerpo, como el cuello y las costillas. Por eso, cuando las recibimos nos encogemos.

Psicológicamente, se ven como una forma de unión social. De hecho, es uno de los primeros medios de comunicación que tenemos con los bebés, lo que fortalece los lazos sentimentales. Algunos investigadores rechazan la idea de que sean un acto reflejo involuntario pues, de ser así, no podríamos evitar reírnos al hacérnoslas nosotros mismos. «El hecho de que unas personas reaccionen más que otras ante este contacto puede estar en su anatomía. Cómo de profundos están sus nervios o su sensilibilidad al tacto», agrega Calleros.

La gargalesis puede ser, a su vez, una señal de alerta para detectar posibles problemas neurológicos, pues las personas que tienen esquizofrenia son las únicas que reaccionan a sus propias cosquillas. Se cree que esto pasa por un posible problema en el mecanismo neurológico que se encarga de conectar el cerebelo con el resto del sistema cerebral.

Existe otro tipo de cosquillas, más suaves, como las que provoca un mosquito al caminar por nuestra piel. Estas no generan carcajadas. Más bien son un mecanismo de alerta frente a posibles picaduras o irritaciones. La reacción más habitual a este estímulo, que se llama knismesis, es sacudir o frotar la zona con la mano. Si nos las hacemos nosotros mismos, con una pluma con los las yemas de los dedos, puede ser una sensación placentera que a veces hace que se nos erice el vello.

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