Migas de pan, muerte lenta y otras trampas para no dejar ir al otro en una relación
Hasta el cerebro se alía contra nosotros para dar el paso (o dejar que lo den)
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Escribir buenos finales es lo más difícil del mundo. Lo sabemos bien los periodistas, sin ir más lejos. Y es una pena, porque a menudo ... un buen broche lima muchos errores y muchos fallos, mientras que uno desafortunado empaña todo lo anterior, tal es su poder. Y en el amor ocurre exactamente así. Muchas veces una bonita historia termina de mala manera porque no hemos sabido soltarla a tiempo y en términos aceptables o no han querido dejarnos ir a nosotros cuando estaba claro que eso no iba a ningún sitio...
El caso es que ese no dejar ir al otro cuando sería lo natural o, al menos, lo ético, está adoptando distintas formas y diferentes nombres. ¿Sabemos identificar esas trampas que nos hacen (o hacemos) para seguir enganchados a una relación que a todas luces no funciona o no nos conviene? Lara Ferreiro, psicóloga, terapeuta de parejas y escritora, nos explica dos modalidades que están a la orden del día. ¿Te ves en alguna?
Migas de pan
«Las migajas de pan son eso que te dan cuando alguien no quiere nada serio contigo, pero tampoco quiere soltarte del todo. El término anglosajón es 'breadcrumbing', literalmente, dejar un caminito de migas de pan, como en el cuento de Hansel y Gretel», explica la experta. No hace falta decir que nunca te comerás el pan entero, porque esa persona, aunque no te deje marchar, en realidad no te quiere. «Pero aparece justo cuando estás a punto de pasar página», resume la experta.
¿Cómo lo logran? «A través de mensajes esporádicos, un '¿qué tal tu día?' cada dos semanas, por ejemplo», indica la psicóloga.Lo peor es que la 'víctima' «cae en la trampa emocional». Visto desde fuera, lo lógico sería mandar a esta persona cuyo interés es intermitente al cuerno cuando reaparece... pero en estos casos lo racional no funciona siempre. «Te ilusionas con lo poco porque no llega lo mucho –lamenta la terapeuta–. Y eso es peligrosísimo: el corazón se acostumbra a las sobras» y luego no reconoce una buena relación cuando la tiene delante. En sus libros, Ferreiro habla de cómo identificar estos comportamientos manipuladores y cortarlos de raíz. «Es que no hay nada más dañino para la autoestima que permanecer emocionalmente atados a alguien que ni está ni se va».
Muerte lenta
«Es ese proceso agónico y agotador donde la relación no se rompe de golpe, pero se va desangrando poco a poco», describe Ferreiro. Poco a poco, el deseo se va apagando, da pereza hacer planes, las muestras de cariño van a menos o brillan por su ausencia... pero ambos miembros tiran hacia delante. El resultado de este proceso «es una sensación de incertidumbre brutal y de desgaste emocional porque al menos uno de los dos –o ambos– se preguntan si es 'culpa' suya, si ha hecho algo para que eso sea así».
Las causas por las que uno no deja ir al otro –siempre hay uno que 'ata' más– son el miedo, la cobardía y, a menudo, algo tan poco épico como la pereza (qué lío volver al 'mercado', ¿verdad?). «¿Mi consejo como psicóloga? Si estás en una muerte lenta, atrévete a ponerle nombre, eso es lo primero, y tratarlo entre los dos, porque lo que no se habla, se pudre. Y, si es necesario, poner punto final», sentencia.
Según apunta, dejar ir a alguien es tan difícil porque no es solo despedirse de la persona en sí, «es decir adiós a un futuro imaginado, a unos planes compartidos, a una versión idealizada del otro que tú te habías montado. Por eso duele tanto».
Tal y como revela, en consulta oye muchas veces lo de 'sé que no me hace bien, pero no puedo dejarlo'. Y es en este punto donde tenemos que librar una dura batalla con nosotros mismos, ya que cuanto más tiempo, energía, ilusiones y emociones invertimos en alguien, más nos cuesta soltarle. Nuestro cerebro entiende que hay que rentabilizar todos esos esfuerzos o que si no hemos fracasado. Y esa sensación tratamos de evitarla a toda costa (aunque lo lógico en términos económicos sería no seguir perdiendo recursos en algo que ya solo nos ofrece pérdidas).
Por qué aguantamos
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Disonancia cognitiva Es un fenómeno psicológico que se da cuando nuestros sentimientos y la realidad chocan, «y el cerebro se pone a justificar lo injustificable. 'Me quiere a su manera', 'está estresado, por eso no me hace caso', 'en el fondo, es buena persona'
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Refuerzo intermitente El sistema de recompensa cerebral, donde se libera dopamina (el neurotransmisor del placer), se activa cuando recibimos señales de afecto, aunque sean mínimas. Así que cuando esa persona desaparece y luego reaparece tu cerebro genera un chute de dopamina similar al que se libera con las drogas. «Por eso engancha y cuesta tanto salir», resume.
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