¿Son distintas las fantasías sexuales de hombres y mujeres?
Su función es clave... y no tiene nada que ver con la culpa, la vergüenza o la represión
En una ocasión, uno de esos magos estrella que se jactan de usar sus habilidades para conocer las fisuras de la mente humana dijo en ... una cena en 'petit comité' a un grupo de periodistas que para controlar a una persona –es decir, tener acceso a sus pensamientos y poder manipularlos– lo único que hacía falta era conocer sus fantasías. Y luego añadió que si ya eran las fantasías sexuales, el control estaba garantizado. ¿Tanto dicen de nosotros las ensoñaciones sexuales que podamos tener? ¿Son universales? ¿Y 'unisex'? Igual no sabemos tanto de este tema como debiéramos, porque, claro, no es algo que se airee mucho ni sobre lo que demos detalles (al menos, verdaderos). De ahí que haya muchas investigaciones centradas en este asunto –con la excusa de que son encuestas anónimas, la gente se anima a soltar información– que se adentran en el meollo... Se aceptan apuestas.
Según el estudio de Hábitos Sexuales 2025 de la firma de bienestar sexual Diversual –realizado sobre una muestra de 4.794 personas– con lo que más fantasean los hombres en nuestro país es con hacer un trío (66,6%), mientras que las mujeres señalaban que su deseo oculto es ser dominadas (59,2%). Aunque es verdad que el sexo en grupo, el sadomasoquismo y tener aventuras son ideas comunes a ambos sexos.
¿Y las fantasías menos elegidas (y que a priori parecían 'clásicos' interesantes? Los chicos dejaron en último lugar tener sexo con alguien del mismo género siendo heterosexual (13,9%) y ellas ver a la pareja teniendo relaciones con otra persona (12,0%). Se ve que hay cosas que no nos hacen gracia ni en la imaginación, aunque sean más bien normalitas. Y ya no digamos las rarezas.
El investigador Justin Lehmiller, que ha analizado las fantasías humanas en la cama (o donde sea) con el objetivo de mejorar la vida sexual, ha recogido en sus trabajos los resultados de una encuesta realizada en 2018 donde se dedicaba un apartado a las fantasías más 'exóticas' o, más exactamente, menos frecuentes, que son las escatológicas, las que incluyen formas de dolor extremo, las protagonizadas por seres fantásticos y las que implican cambiar de cuerpo o experimentar desde otra identidad corporal... ¿Muy retorcidas? «No. Tal y como destaca Lehmiller, tener una fantasía, por muy inusual que sea, no implica que uno tenga un problema o esté 'roto', ya que la libertad y complejidad de la mente y la imaginación no tienen límites», indica la sexóloga Lucía Jiménez. Así que si alguien se ha reconocido en el listado de las fantasías menos ortodoxas no tiene por qué preocuparse. Y si es de gustos más normalitos, tampoco. De hecho, según afirma la experta de Diversual, este tipo de pensamientos tienen una función (no son mero divertimento mental). «La fantasía es un espacio seguro en el que explorar sin tener que lidiar con los aspectos negativos de la realidad. Por ejemplo, puedes tener una relación monógama y fantasear con una persona externa, con una amiga, por ejemplo. En la realidad, una relación sexual con esa persona podría poner en peligro el vínculo o incluso podría no apetecerte, ya que es esa prohibición la que te resulta atrayente. Es como si mentalmente eligiéramos los detalles que nos excitan para fantasear, destacando lo que nos pone y descartando lo que podría suponernos un bajón de la libido», explica.
¿Tendemos a cumplirlas?
Además de esta utilidad, Jiménez destaca otras: asegura que son una fuente de autoconocimiento sexual, «ya que permite explorar a qué lugares te lleva la imaginación cuando le das rienda suelta» y una manera de autorregularse emocionalmente porque fantasear «ayuda a lidiar con el estrés, la ansiedad y los problemas del día a día». «E incluso, nos permiten imaginarnos 'desenlaces' diferentes a los vividos en algunos momentos vitales, y reconciliarnos con esas situaciones». Es decir, al contrario de lo que se piensa, las fantasías casi nunca son producto de deseos reprimidos, de la culpa o de la vergüenza, sino un síntoma de buena salud sexual, ya que 'resuelven' problemas, indican más facilidad para excitarse y hasta se usan en terapia.
Y lo mejor, no estamos con la presión de tener que llevarlas a cabo. De hecho, lo que caracteriza a una fantasía y la diferencia de un deseo es, precisamente, que no tienen que ejecutarse en la realidad, ni suponer un deseo verdadero de practicar algo. Así, en el Estudio de Hábitos Sexuales 2025 de Diversual se les pregunta a los participantes qué fantasías seleccionadas han llegado a consumar... y las únicas que se habían 'cumplido' era las más sencillitas (y hasta pacatas), como la de mantener relaciones fuera del dormitorio o la cama. ¿Y las menos consumadas? «Fueron tener sexo con alguien famoso, intercambios, ver a la pareja teniendo relaciones con otra persona y sexo en grupo», enumera Jiménez.
Claro que estas confesiones se hacen en un ámbito 'de laboratorio', es decir, en estudios, porque en la vida real somos muy reacios a comentarlas, como si al contarlas perdiesen parte de su poder. De hecho, muchas veces no se las decimos ni a la pareja. «Podría ser muy interesante para darnos pistas, pero creo que hay una parte muy privada en lo que se fantasea y que precisamente por eso podemos dejar que la mente visite lugares poco comunes –analiza la sexóloga–. Tampoco creo que sea positivo que exijamos esa información».
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