Borrar
Urgente El servicio de metro en Basauri y Etxebarri se reanuda con frecuencias de 20 minutos
¿Deben los niños repasar en verano?

¿Deben los niños repasar en verano?

La recomendación general es que no. «Pueden escribir la lista de la compra, coleccionar hojas o contar las nubes... Eso también es aprender»

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Jueves, 9 de julio 2020, 00:08

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Cuando la profesora de Alejandro (3º de Primaria) se despidió de sus alumnos el pasado 19 de junio por videollamada les quiso dejar claras dos cosas. La primera, que estaba muy orgullosa de todos por el esfuerzo demostrado en los últimos meses para seguir las clases desde casa. Cada uno a su ritmo. Y la segunda, que se olvidasen de hacer los deberes de verano hasta por lo menos mediados del mes de julio. «Esta es la parte con la que se ha quedado Álex», bromea su madre. Pero a Cristina Silván le ocurre lo que a muchos padres este año. ¿Será suficiente con que haga lo que le han mandado de clase o debería repasar los contenidos del último trimestre? ¿Se notará mucho la diferencia de nivel entre los niños que han seguido el curso con relativa normalidad y los que han tenido más dificultades? ¿Tendría que apuntarle a clases de refuerzo o mejor que descanse? Las dudas son muchas, pero la respuesta se repite. «La prioridad de este verano no es repasar materia. Resulta más importante atender la salud mental de los niños, bastante más afectada por las circunstancias del encierro que la intelectual», coinciden los expertos en educación infantil.

«El planteamiento no debe de ser muy distinto al de otros años a no ser que exista una necesidad especial de refuerzo por algún motivo concreto. Los niños tienen que aprovechar los meses de verano para desconectar. Este curso ha sido muy duro para todos, así que lo mejor tanto para ellos como para sus padres es que disfruten del aire libre todo lo que puedan, que se diviertan con sus amigos, que vayan al monte, a la playa... Por supuesto que pueden hacer actividades que fomenten el aprendizaje, pero lo ideal es que se hagan a través del juego para que les resulten más atractivas», recomienda Guillermo Bautista, profesor de Psicología y Ciencias de la Educación en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).

Obligarlos a sentarse una hora al día delante de un libro a repasar conceptos matemáticos o rellenar hojas de caligrafía de forma mecánica «no tiene mucho sentido» desde el punto de vista pedagógico. «Sin embargo, si les pedimos que escriban la lista de la compra y sumen los precios para saber lo que nos va a costar seguro que lo hacen encantados y eso también es aprender. O que pasen una mañana en la biblioteca municipal del lugar donde veranean y elijan un libro, o que escriban un blog de las vacaciones. Hay mil fórmulas. La clave es darle la vuelta a la manera de enseñar los contenidos académicos para que los niños tengan una motivación, que es el verdadero caballo de batalla», admite Bautista, que también dirige un máster de formación del profesorado de ESO, Bachiller, Formación Profesional y Enseñanza de Idiomas.

No se trata de que los niños no repasen nada en todo el verano sino de que lo hagan «de forma diferente». La experiencia vivida y las circunstancias tan extraordinarias en las que ha finalizado este año el curso –«con emociones encontradas y un sabor bastante agridulce al no poder despedirse de los compañeros»– no solo han afectado a los alumnos sino a todo su núcleo familiar. «Aparte de haber hecho de profesores, la gran mayoría de madres y padres hemos ejercido de cocineras, amas de casa, monitoras de yoga, cuentacuentos, peluqueras, animadoras…, por lo que también hay que tener en cuenta la tensión que todo esto ha generado en las familias, que se merecen no solo una matrícula de honor sino el poder disfrutar de unas merecidas vacaciones. Como profesional, animo a todos los padres a que descansen de su función de maestros durante estos meses y dejen que sus hijos hagan solos las tareas que les han mandado en los colegios», añade Marga Santamaría, experta en Inteligencia Emocional y Atención Temprana.

Las excepciones

Pese a que la recomendación general es que no se agobie a los menores con ejercicios de repaso, es verdad que también hay niños a los que una «desconexión total» de las rutinas escolares durante tanto tiempo no les beneficia en absoluto, y cuando regresan al colegio tienen que hacer un esfuerzo añadido «al haber perdido por completo el hábito de estudio». En estos casos, «lo más adecuado es consensuar con el centro un programa educativo que se adapte a las necesidades de cada uno», señala Santamaría. Lo que sí es importante es marcar unas rutinas. «Por ejemplo, que ese momento de repaso se haga siempre a la misma hora. También se pueden fijar las áreas por días: lunes y miércoles repasaremos matemáticas; martes y jueves, lengua. El fin de semana se puede dejar de descanso o en algún caso podemos incluir lectura, pero siempre si existe una buena actitud por parte del menor, de lo contrario estaremos ayudando a que rechace esa actividad», advierte la citada experta.

Deberes y lectura en papel para desintoxicarse de tanta pantalla

La continua exposición a las pantallas a la que han estado sometidos los escolares en los últimos meses ha llevado a muchos colegios a hacer una terapia de choque con los deberes que les mandan para verano. Nada de 'classroom', ni correos electrónicos, ni enlaces a plataformas digitales, ni tutoriales en vídeo. Fotocopias de las fichas en papel y lápiz de toda la vida para que no pierdan hábitos como el de la escritura. «Es importante que escriban a mano, que coloreen, que dibujen en un folio... Algunos alumnos con tanto teclado han perdido habilidad en la caligrafía o se han aficionado demasiado al corta y pega. Les pides que escriban a mano quince líneas de algo y ya les parece todo un mundo», advierten los expertos educativos consultados.

Algo parecido ocurre con los libros. Los niños que están en la fase de lecto-escritura, por ejemplo, es bueno que tengan contacto con la lectura a diario. «Puede ser un cuento, pero también el rótulo de un escaparate, los carteles del supermercado o un menú en un restaurante. O proponerles que escriban una carta muy sencilla a uno de sus amigos del colegio. Hay que hacerlo divertido. Si les forzamos a leer, lo más seguro es que consigamos el efecto contrario», alerta Guillermo Bautista, profesor de Psicología y Ciencias de la Educación en la UOC.

Publicidad

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios