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La protesta de 1970 en Nueva York. Santi Visalli/Getty Images
El planeta ya usó mascarilla en 1970

El planeta ya usó mascarilla en 1970

Celebremos el 50 aniversario del Día de la Tierra con un viaje de ida y vuelta hasta la manifestación que impulsó el ecologismo

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Miércoles, 22 de abril 2020

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Lenin cumplía años cada 22 de abril, pero ese era un dato que el senador demócrata estadounidense Gaylord Nelson no tenía en su cabeza cuando eligió la fecha para instaurar el Día Mundial de la Tierra en 1970, coincidiendo ni más ni menos que con el centenario del nacimiento del líder soviétivo. La información, sin embargo, no pasó desapercibida para los contrarios a fomentar una jornada de lucha medioambiental, así que acusaron a la iniciativa de «bulo comunista», tratando de embarrar la primera gran marcha por el clima. En realidad, Nelson había elegido aquel día para que no coincidiera ni con vacaciones ni con exámenes y que así todos los estudiantes y maestros, los más concienciados, pudieran participar. Las calles se llenaron con 20 millones de personas, el 10% de su población, la manifestación más grande de la Historia del país. En aquel momento protestaban en especial por la polución; una de las actividades fue la recreación de un juicio a un Sedán negro que englobaba los males de la industria automovilística y su 'más potente' pero dañina gasolina con plomo –que no fue prohibida hasta 2000–. Acabó declarado culpable y machacado a mazazos. Por eso en aquellas marchas muchos exhibieron mascarillas como símbolo. En el fondo, las necesitaban.

Ninguno de ellos podía imaginar que buena parte de los 7.600 millones de personas que habitarían el planeta medio siglo después también llevarían mascarilla, pero no para defenderse de la polución sino de un peligroso virus. Tampoco que el Día de la Tierra se celebraría sin manifestaciones, en un escenario mundial de calles vacías y silenciosas, visitadas tímidamente por especies animales envalentonadas ante la ausencia humana. Quizá sí soñaron que el aire estaría más limpio que entonces, aunque puede que esto sea una ilusión pasajera.

Mario Rodríguez es el director ejecutivo en España de Greenpeace, organización nacida en 1972 al calor de aquella icónica manifestación: «El 50 aniversario del Día de la Tierra llega en un momento duro para todos y doloroso para muchos. Y no debemos volver a repetir los errores que han acabado por confinar a la Humanidad. No conviene olvidar que entre las raíces de esta pandemia está la deforestación acelerada, la degradación de la naturaleza, el tráfico ilegal de especies... Vivimos una superposición de emergencias que se solapan con esta pandemia, estaban antes y estarán después: emergencia climática, crisis de biodiversidad sin precedentes... La drástica reducción de contaminación en las ciudades o la fauna silvestre por sus calles, y la drástica reducción del tráfico terrestre y aéreo indican que está a nuestro alcance solucionarlo. Pero será un espejismo si no formateamos nuestra forma de vivir, producir, consumir. Si no cambiamos de mentalidad para estar en paz con el planeta».

Volvamos al senador Nelson. Antes de dar forma a la iniciativa que hoy celebramos, se sentía espantado por las imágenes que le llegaban desde todos los rincones del país: la espesa 'niebla' procedente de los tubos de escape que difuminaba las fotos de muchas ciudades era un elemento habitual, pero fue un incendio desatado el año anterior en aguas del río Cuyahoga de Cleveland (Ohio) lo que le puso a maquinar. Su cauce recibía los desechos de las industrias de automoción de la zona. Tim Donovan, estudiante entonces, lo recuerda en la web de la institución cultural Smithsonian: «El río era una cosa aterradora. Había una regla general, si caías allí, Dios no lo permitiera, debías ir inmediatamente al hospital». Rememora que el agua estaba cubierta de manchas de aceite y burbujeaba, los cadáveres de ratas tan hinchados que parecían perros. La superficie del río ya se había incendiado muchas veces con anterioridad, pero aquel día de junio de 1969 las llamas alcanzaron los cinco pisos de altura. La catástrofe dio forma al Día de la Tierra en la cabeza de Nelson.

Medio siglo después, en medio de esta tragedia que ha relegado la crisis climática al segundo plano, Asunción Ruiz, directora ejecutiva de SEO/BirdLife España, desea hacerle un regalo a la Tierra. «En su 50 cumpleaños hemos pedido a Naciones Unidas que, como parte de su respuesta a la pandemia, añada el 'Artículo 31' a la Declaración Universal de los Derechos Humanos, un artículo para consagrar el derecho a un medio ambiente sano, garantizado por políticas públicas y regido por la sostenibilidad y el conocimiento científico. Porque, en lugar de aprender de esta crisis, algunos líderes la utilizan cínicamente como excusa para dar marcha atrás a esta lucha».

Los niños salieron aquel día a la calle con sus simbólicas mascarillas llevando camisetas con lemas como 'Dejadme crecer', que tanto recuerdan a los esgrimidos por Greta Thunberg y su ejército de jóvenes concienciados, obligados hoy a usar mascarillas similares. Gracias a aquella gran marcha, EE UU creó la Agencia de Protección Ambiental, una quimera poco antes, y dictó leyes para cuidar el entorno que no parecen estar en la agenda prioritaria del actual presidente, Donald Trump, uno de los negacionistas que entorpecen la recuperación del planeta. En las antípodas del senador Nelson, que quiso imaginar que el Día de la Tierra sería «el catalizador» de un cambio necesario, más bien obligado, que en 2020 aún aguarda para serlo.

Discípulo de Félix

En España hubo un hombre, al igual que Nelson, fundamental en la defensa del planeta. Se llamaba Félix Rodríguez de la Fuente y en aquellos años 70 mantuvo a los espectadores atados a sus sofás para ver 'El Hombre y la Tierra', que amamantó a muchos de los que hoy se tienen por ecologistas. Entre ellos, uno en verdad especial, Carlos Sanz, quien trabajó codo con codo con él en la serie y que hoy mantiene vivo su espíritu en el Centro del Lobo Ibérico de Castilla y León (Robledo, Zamora): «Félix fue un auténtico visionario que alertó insistentemente de nuestro trágico destino si no se tomaban urgentes y drásticas medidas para frenar el deterioro ambiental provocado por las irresponsables y destructivas actividades humanas».

Sanz, al que sus lobos sienten como padre y con los que suele unirse para aullar al atardecer, no puede por menos que asombrarse ante la paradoja de que el mismo coronavirus que nos mantiene confinados y que está provocando «una enorme mortalidad y mucha angustia y dolor esté a la vez permitiendo a nuestra Madre Tierra una liberación del yugo antropógeno y una descontaminación sin precedentes desde los inicios de la era industrial. El aire de las grandes ciudades se ha hecho más respirable, el agua de los ríos desemboca en los mares más limpia y cristalina, y todas las especies de océanos y continentes están disfrutando de una 'tregua'».

Tanto Nelson como Félix, ambos ya fallecidos, quedarían boquiabiertos, y decepcionados, al ver que este idílico panorama no lo ha dibujado el ser humano con sus leyes, manifestaciones y sus 50 Días de la Tierra, sino un mortífero virus que aún no ha dicho su última palabra.

Su organizador, Denis Hayes, en los días previos.

«La COVID-19 nos ha robado el Día de la Tierra de este año»

Denis Hayes tenía 25 años y era un estudiante de Harvard recién licenciado. Larguirucho, pantalones de campana. Le tienen en esa vieja foto, al teléfono. Fue la persona que organizó las multitudinarias manifestaciones por todo EE UU. El senador por Wisconsin Gaylord Nelson llevaba tiempo hablando sobre la necesidad de dar una «lección» al país sobre la defensa del medio ambiente, y el joven pidió una cita para hablar con él. Aquella charla concluyó con el encargo de hacer todos los preparativos para el primer Día de la Tierra, un éxito rotundo.

Medio siglo después, Hayes es hoy el presidente emérito de la red que impulsa la jornada que celebramos hoy; un defensor incansable de la energía solar al que la lucha ecologista mantiene asombrosamente juvenil a sus 75 y que no ha dejado de participar desde entonces en las celebraciones anuales, tiempo en el que se ha dedicado a promocionar la iniciativa por 180 países.

«Aquella marcha fue la experiencia multitudinaria más emocionante de mi vida, el mar de personas se extendía literalmente hasta el horizonte. La causa atrajo a 20 millones de personas, con lo que fue de alguna manera mucho más profundamente radical que el movimiento contra la Guerra de Vietnam», recuerda en la web earthday.org. «La COVID-19 nos robó el Día de la Tierra este año», añade en un texto suyo recién publicado en el 'Seattle Times'. En él anima a votar en los comicios de noviembre: «Las elecciones estadounidenses de 2020 serán las más importantes de tu vida. Puede ser un punto de inflexión para el mundo». Queda clara su apuesta.

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