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La ciudad es de los pájaros

La ciudad es de los pájaros

El encierro y el silencio nos han vuelto más conscientes de las aves con las que compartimos entorno: «Ahora podemos despertarnos con su canto»

CARLOS BENITO

Viernes, 3 de abril 2020

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Sería muy bonito si pudiésemos meternos en la cabeza de un pájaro y contemplar desde su punto de vista la crisis del coronavirus. De pronto, casi todos los seres humanos han desaparecido de las calles, como si hubiesen sufrido una súbita extinción, y se han llevado con ellos sus máquinas asesinas y su ruido enojoso. Las ciudades son ahora de las aves, que pueden posarse tranquilas, sin miedo a las traicioneras ruedas de los coches, y cantar sin tener que sobreponerse al estruendo constante de nuestro trajín cotidiano. La anomalía que supone nuestra presencia ha cesado de repente, quién sabe por cuánto tiempo, y esa noticia hay que celebrarla con unos buenos trinos. Eso sí, si en esta caprichosa suplantación de la personalidad nos ha correspondido un gorrión o una paloma, tal vez nos domine la ansiedad al comprobar que también se han volatilizado las migas de pan, los restos de merienda, el sabroso rastro que suelen dejar los humanos por el mundo.

Por supuesto, no podemos saber qué piensan los pájaros, y menos en estos tiempos en los que casi no sabemos lo que pensamos nosotros mismos, pero el confinamiento sí nos ha servido para constatar su presencia masiva en nuestro entorno. De pronto, los escuchamos cantar desde nuestras casas, como un recordatorio de que la vida sigue, y nos preguntamos si ya estaban antes ahí (y, simplemente, nuestro ruido nos impedía oírlos) o si se han aventurado a acercarse animados por nuestra ausencia. «Animales que solo se veían en ciertas zonas verdes y áreas periféricas pueden aprovechar la calma para hacer incursiones en el núcleo duro de las ciudades, en pleno centro. Es período migratorio y también de cría para varias especies de aves, lo que puede hacer que se vean más o que las percibamos más, y también es posible que antes mucha gente no se fijase en las aves urbanas y ahora sí. Creo que es poco tiempo para percibir grandes cambios, pero sí es posible que pueda verse alguna más, que ante nuestra ausencia cojan más confianza poco a poco y aparezcan más en los barrios», analiza el biólogo andaluz Álvaro Luna, autor del libro sobre fauna urbana 'Un leopardo en el jardín'.

Dos mil gaviotas

Suena paradójico, pero ha hecho falta la reclusión entre cuatro paredes para que muchos de nosotros nos volvamos conscientes de la fauna que vive ahí fuera, a nuestro lado. En las ciudades habitan numerosas especies de aves que ahora vemos desde ventanas y balcones, con cierta envidia de su libertad. Durante el estado de alarma han surgido iniciativas que animan a observarlas con detenimiento y a conocerlas mejor. Al asturiano Daniel López Velasco, uno de los guías ornitológicos más prestigiosos de España, no le quedó más remedio que cancelar la expedición por México que tenía prevista para estas fechas. En su lugar, ha puesto en marcha un grupo de Facebook llamado 'Aves desde casa COVID-19' que, en unos pocos días, ha superado los novecientos miembros. «Entre ellos hay gente que a lo mejor nunca había mirado con ganas a un gorrión. Ahora ven un mirlo, que hace diez días ni siquiera les hubiese llamado la atención, y se llevan una alegría inmensa. Sin irse a Doñana, están viendo aves en sitios insospechados, incluso en auténticos eriales. Mucha gente está aprendiendo a asomarse y mirar. Y también a escuchar: en las ciudades hay muchos pájaros que cantan, pero no se les suele oír. ¡Ahora te puedes despertar con ellos como si estuvieses en un hotel rural! A las cinco y media ya están cantando el mirlo y el petirrojo, que pueden servir perfectamente de despertador».

Daniel sí ha percibido estos días cambios evidentes en la conducta de algunas aves. «Están haciendo cosas que antes no podían hacer. Yo vivo en la costa y hay cosas tan llamativas como las gaviotas de Salinas posadas en la playa. Casi nunca lo hacen, porque siempre hay ajetreo de gente o de perros, y ahora tenemos dos mil gaviotas en la arena. Tampoco había visto nunca a cornejas o urracas dando saltos por la playa. Y hoy mismo vi una garza real posada en la arena, algo que no había visto en treinta años. Al tener cero molestias, probablemente algunas especies estén cambiando algún hábito de alimentación o comportamiento. Se adaptan a las circunstancias». En muchas ciudades, los pavos reales y los patos de los parques se han lanzado a darse garbeos por las calles, en una versión más amigable de los osos que exploran pueblos de montaña del norte, pero hay que relativizar este retorno de la naturaleza: se trata de un fenómeno muy limitado y, en principio, no irá más allá de lo que dure nuestra ausencia.

Alimento de primavera

También SEO/Birdlife, la Sociedad Española de Ornitología, ha animado a mirar los pájaros y descubrir esa riqueza faunística. «Mucha gente no es consciente de que las aves pasan por encima de nosotros. Yo vivo en la periferia de Madrid y he visto un buitre negro planeando encima de mi casa. Milanos se ven un montón, grullas cada primavera y cada otoño...», enumera Beatriz Sánchez, responsable del programa de Biodiversidad Urbana de la entidad, que también tranquiliza a las personas preocupadas por el bienestar de palomas y gorriones. «Hay que tener en cuenta dos cosas –aclara–. La primera es que nuestros restos no son la comida más adecuada para ellos y, de hecho, afectan negativamente a su salud. Es uno de los factores que se apuntan para explicar la desaparición de los gorriones. Y, por otro lado, estamos en primavera y el alimento no escasea: hay flores, hay brotes, hay insectos... Si alguien tiene un comedero en casa, no pasa nada, pero no es necesario salir a dar de comer a los pájaros».

Como está ocurriendo en tantas otras vertientes de la vida, los expertos en fauna esperan que la revisión de valores impulsada por la pandemia nos lleve a reparar más en nuestros vecinos animales. «El estado de emergencia sanitaria debe servirnos para reflexionar sobre qué tipo de ciudad queremos. Es una realidad que necesitamos renaturalizar las ciudades, necesitamos ciudades más amables y saludables», propone la representante de SEO/Birdlife, que la semana pasada presentó una nueva campaña contra la destrucción de nidos de especies como golondrinas, vencejos, aviones, primillas o cigüeñas. Meternos en sus cabecitas de pájaro es imposible, pero seguramente sí somos capaces de ponernos un poco en su lugar.

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