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Un curso de autosuficiencia

Un curso de autosuficiencia

VIVIR ·

Estos días echamos de menos destrezas que antaño dominaba casi todo el mundo

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Jueves, 16 de abril 2020, 00:07

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Nos estamos pasando la cuarentena en busca de himnos musicales que resuman nuestra situación. Pues bien, ahí va uno de los más obvios: allá a principios de los 80, el grupo Parálisis Permanente creó 'Autosuficiencia', uno de los grandes clásicos del punk español, que estos días adquiere una dimensión nueva. «Encerrado en mi casa, / todo me da igual, / ya no necesito a nadie, / no saldré jamás», cantaba el malogrado Eduardo Benavente. A la que fue su compañera de grupo y de vida, Ana Curra, le toca en estos días de confinamiento –igual que a todos– llevar a la práctica aquella autonomía extrema que proponía la canción. «De siempre me lo hago todo yo misma: limpiar la casa, cocinar, coser, pintar, arreglar cosas, el bricolaje me chifla... Bueno, todo menos hacer pan, porque no como mucho», explica.

El pan se ha convertido en el emblema de todas esas cosas que sabían hacer nuestras abuelas y nosotros no (y que ahora tratamos de aprender a toda mecha para ser, sí, un poco más autosuficientes). Sólo hay que ver las estanterías de los supermercados, donde cuesta encontrar harina y levadura. ¿Qué está ocurriendo? Pues que hay muchas habilidades que nos volverían más autónomos (coser, cortarnos el pelo...) y que ahora, en cuarentena, se nos hacen necesarias. Padres, madres, abuelos y abuelas están siendo requeridos por sus descendientes para que les enseñen (telemáticamente, claro) desde cómo hacer masa madre hasta cómo limpiar cristales sin productos químicos. Y los que no tienen la suerte de contar ya con sus mayores deben tirar de internet, con mejores o peores resultados.

«Estas actividades han existido siempre, conformando parte del trabajo invisible y no remunerado que se hace en el espacio del hogar, sobre todo en aquellos más pobres. El mercado se hizo en parte con esas actividades», explica Roser Manzanera Ruiz, profesora de Sociología de la Universidad de Granada. Ahora, ese colchón del mercado se ha medio esfumado. Entonces, ¿esta pandemia nos enseñará a ser más autónomos en el futuro? «La lección que debemos aprender, precisamente, es que no somos autosuficientes, sino que dependemos los unos de los otros. También que el mercado no es el único agente capaz de satisfacer nuestras demandas y poner a nuestra disposición todos los recursos necesarios para la supervivencia», indica Manzanera.

La autosuficiencia emocional de la que hablaba la canción de Parálisis Permanente no parece factible ni deseable. «Echo mucho en falta el calor humano, el contacto con la gente... –explica Ana Curra–. Yo necesito de las personas, de mis seres queridos». Y eso no hay Amazon que te lo traiga a casa ni tutorial de YouTube que te lo arregle.

He aquí algunas destrezas que antaño dominaba casi todo el mundo y que hoy nos resultan 'exóticas':

  1. Coser y reparar cosas

    La filosofía de tirar y no arreglar nos pasa factura ahora

«¿Que te cobran en la tienda seis eurazos por subirte el bajo de un pantalón? ¡Haber aprendido!». Esta es la venganza de una madre contra sus hijos que no saben coger una aguja. Las personas de cierta edad saben coser, aunque sea un poco, para poner un botón, por ejemplo, o zurcir algo... Hasta los señores, porque en la mili tenían que apañarse solos. Pero las clases de economía doméstica (un concepto que nos suena casposo porque era solo para chicas) ya no existen en España. Se trata de modernidad mal entendida, porque en los países nórdicos chavales y chavalas aprenden a hacer arreglos eléctricos, montar muebles, nociones de cocina, costura... Es decir, cosas útiles para no depender toda la vida de mamá y papá. Ni de la silicona, que también triunfa en Amazon porque vale para todo y salva la vida a los chapuceros. O no.

  1. Hacer pan

    Harina, agua, levadura o masa madre... ¡y paciencia!

Amazon, ese indicador excelente sobre las preferencias de consumo de los ciudadanos, no deja a lugar a dudas. La gente se está lanzando a hacer pan y repostería en casa. Las ventas de harina se han multiplicado por cuatro. Y, en España, en el 'top ten' de productos alimenticios más vendidos a través de esta plataforma, aparece en cabeza la levadura (de hecho, esta semana ocupaba el primer, segundo, sexto y séptimo puesto). Este producto se puede sustituir por masa madre (harina con agua fermentada), cuya receta se busca estos días en internet con avidez. Muchos de los que intentan hacer pan o dulces son principiantes y los primeros resultados suelen ser calamitosos, porque se requiere, sobre todo, tiempo de espera, mimo... ¡mucha paciencia! ¿Ya tenemos de eso en la despensa?

  1. Cortar o teñir el pelo

    Cuidadito con esos 'arreglos' que nos dejan trasquilados

Casi nadie se corta ya el pelo en casa... pero parece fácil, ¿no? Se lo has visto hacer a la peluquera un montón de veces. Pues tiene su dificultad, a juzgar por los desastres (menos mal que la gente se lo toma con humor) que estamos perpetrando en ausencia de peluquerías, que ya tienen unas listas de espera tremebundas para cuando esto termine. En España, las máquinas cortapelos de hombre copan los primeros puestos de la lista de artículos de belleza más vendidos: cuánto mohicano inesperado vamos a ver por ahí... y hasta prótesis de oreja, según aseguran los chistes. Justo por detrás están los 'kits' de alisado brasileño y los 'packs' de peluquería para arreglarse la melena o teñirse. Antes esto se hacía en casa, pero ahora nos parece toda una aventura.

  1. Hacer cerveza

    Venga una cervecita casera... que a lo mejor sabe un poco rara pero nos entretendrá

Vale. Nos aburrimos. Echamos de menos los bares. ¿Por qué no hacer cerveza en casa? Bueno, esta es una práctica que ya desde hace tiempo tiene sus adeptos, pero que ahora ha cobrado auge. Las curvas de consultas en Google sobre cómo fabricar esta bebida han subido como la espuma en las últimas semanas. Muchas empresas venden paquetes con los ingredientes y los instrumentos necesarios para su elaboración. No resulta barato ni fácil, pero como reto para estos días no está mal. Aviso: no espere un elixir delicioso a la primera.

  1. Limpiar con remedios domésticos

    Antaño las casas estaban muy impolutas sin productos 'supermágicos'

Todos nos hemos vuelto muy limpios con el confinamiento. ¿Será el aburrimiento? Nos ponemos manos a la obra, sacamos nuestros productos como si fuésemos con un arsenal a la guerra... y, drama, ¡no queda limpiacristales! Y llamas a tu madre, claro. A ver, se pueden limpiar con cosas que tienes por casa: con vinagre blanco, agua y papel de periódico quedan muy bien. ¿A que no lo sabías? ¿Y para dejar el váter reluciente y sin esas manchas feas? Bicarbonato y agua oxigenada. Y así con casi todo. Antaño no existían los productos 'supermágicos' de hoy en día y las casas estaban impolutas. Pregunta a tus mayores, ellos te dirán cómo lo hacían. Internet también puede servir, pero privarás de una satisfacción a tu madre.

Las costumbres perdidas y los pueblos 'como los de antes'

Hay quien considera que el vernos ahora tan 'dependientes' de muchas cosas (ay, qué desvalidos se sienten algunos sin su peluquería) nos va a hacer conscientes de estas 'debilidades' y que esta sensación de vulnerabilidad se va a traducir en más adeptos del 'hágalo usted mismo'. Pero también hay expertos que lo ponen en tela de juicio. «Creo que es una cuestión de uso del tiempo y de estar en el hogar. Estar en casa en esta situación tan inusual hace que las personas aprovechen para descubrir nuevas habilidades y puede ser un modo de ocio», explica la socióloga Lola Martín-Lago.

Según argumenta, esto tiene mucho que ver con «la estrecha conexión que tenemos en este momento con las redes sociales, donde se van incorporando y enviando prácticas que se extienden como 'moda' o una forma de publicidad... Lo que sí puede ser cierto es que durante el confinamiento recuperamos prácticas que nos recuerdan al pasado». Por ejemplo, jugar más a juegos de mesa o contar más relatos.

Quienes llevan ventaja en estas lides de 'vivir como antes' son los habitantes de Lakabe, una aldea navarra que quedó deshabitada y que hace 40 años fue 'resucitada' por un grupo de personas que vive de una manera sostenible y ecológica. Es un modo de vida comunitario, una 'isla' en medio del barullo actual. Mabel Cañada, una de sus habitantes, explica que en el pueblo siempre usan «saberes de nuestras personas mayores... o simplemente saberes inteligentes». Y pone ejemplos: trabajar la madera, reconstruir casas, salir al paso de cualquier arreglo, cultivar las relaciones de buena vecindad, no depender nunca de una sola fuente de energía...

Por eso, en Lakabe, el impacto del coronavirus no ha sido tal. «Seguimos cuidando el ganado, ordeñando, cogiendo los huevos, haciendo queso, con las huertas, nuestras labores contidianas y agradeciendo que el mundo vaya un poco mas lento», aseguran.

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