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Encabezamiento de la esquela aparecida en la 'Hoja Oficial del Lunes'.
El vecino de Bilbao que publicó su propia esquela

El vecino de Bilbao que publicó su propia esquela

Tiempo de historias ·

Hace 60 años, la 'Hoja del Lunes' anunciaba el funeral de Juan Peña Carnero, que en realidad estaba muy vivo: decidió desaparecer para librarse de quienes lo perseguían por estafa, robos y deudas

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Jueves, 13 de diciembre 2018, 01:10

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La esquela de Juan Peña Carnero inspiraba cierto recelo desde el principio, cuando su primo acudió personalmente a la redacción de la 'Hoja Oficial del Lunes de Bilbao' para dar los datos. Eran más de las diez de la noche del 2 de febrero de 1958 y en la sede de la publicación, que en aquella época se encargaba de cubrir el descanso semanal de los diarios, se presentó un hombre de buen porte, afligido pero desenvuelto. Deseaba anunciar la defunción de su primo, que había muerto en la capital vizcaína con solo 38 años. La esquela a una columna, del formato más económico, incluía títulos y honores (Juan era profesor mercantil y poseía la Cruz de Guerra, la Cruz Roja de Mérito Militar y la Medalla de Campaña), pero mostraba cierta escasez en el apartado destinado a la parentela, donde solo aparecía el primo en cuestión, Joaquín Toimil Peña. Al redactor que tomaba nota, curtido en mil óbitos, le extrañó esa ausencia de más familiares, hasta tal punto que se lo comentó al primo: «Sí -respondió él con gesto pesaroso-, el pobre no me tenía más que a mí».

A la esquela no le faltaron lectores muy interesados. Tuvo un notable eco en la Brigada de Investigación Criminal, donde ese mismo lunes por la mañana habían recibido una denuncia contra un tal Juan Peña Carnero. Y también causó una honda impresión a los numerosos acreedores de Juan, que acudieron a la comisaría para manifestar sus sospechas ante la muerte repentina de un hombre que parecía gozar de excelente salud. Los inspectores de la brigada se movilizaron. Dos de ellos acudieron a la casa mortuoria (en la calle Alcázar de Toledo, la actual Kirikiño, en Irala) y comprobaron que el número ni siquiera existía. El párroco no sabía nada del supuesto finado, ni tampoco la funeraria, ni la Santa Casa de Misericordia, así que cundió entre los agentes la sospecha de que no había ningún fallecido. La denuncia recibida por la mañana procedía de una pensión de la calle Amistad en la que se había hospedado Juan Peña: no solo se había marchado sin pagar, sino que había robado todo lo que había podido. En otra pensión donde se había alojado tiempo atrás, los investigadores pudieron conseguir la fotografía de la cartilla naval del sujeto, que sirvió para confirmar que había sido él mismo, y no un primo, quien acudió a 'La Hoja del Lunes' para publicar la esquela.

Juan Peña Carnero tenía 38 años y procedía de la localidad coruñesa de Mugardos. Había residido en Madrid, donde le imputaban una estafa de más de 200.000 pesetas a la Unión de Almacenistas de Coloniales, y después había abandonado a su familia y se había venido a Bilbao, donde llevaba año y medio. En ese tiempo había pasado por una decena de pensiones, y en todas había dejado amargo recuerdo: se había llevado dinero, prendas de ropa, carteras y cualquier otro botín que se pusiese a su alcance. Quienes lo habían tratado lo conocían como profesor de Salesianos, factor de Renfe y empleado portuario, entre otras profesiones igualmente fantasiosas. Parecía lógico pensar que, una vez anunciado su entierro, a Juan no se le volvería a ver el pelo por la capital vizcaína, pero su plan flojeaba en ese punto.

Con el borrador encima

El viernes, 7 de febrero, unos agentes localizaron al 'muerto' paseando por El Arenal, a última hora de la tarde, mientras leía un periódico francés. Según escribió Olmo en 'La Gaceta del Norte', Juan intentó quitar importancia al asunto de la esquela: «En un principio, el individuo, usando siempre el lenguaje apropiado a un profesor mercantil, explicó que la esquela había sido una sencilla broma. Después, como viese que su explicación no convencía excesivamente, quiso 'decir la verdad'. La verdad, según sus palabras, es que se consideraba un fracasado en la vida y por ello había decidido poner fin a su triste existencia». Los policías, por supuesto, no dieron crédito a sus palabras y dieron por hecho que su propósito era esfumarse de Bizkaia para «volver a nacer» en algún otro lugar con una identidad nueva y falsa.

Juan, que llevaba encima el borrador escrito a lápiz de su propia esquela, había pasado la semana en varios pueblos cercanos a Bilbao, como Derio, Barakaldo o Santurtzi. La rocambolesca historia de su 'muerte' y arresto dio alas a la inspiración de los periodistas locales, que remataban sus crónicas con juegos de palabras sobre la peripecia. «Gracias a la esquela que creía su tabla de salvación, la Policía ha podido cortar su oficio con la singular detención del 'difunto', que esta vez ha resultado excesivamente vivo», concluía Olmo en 'La Gaceta'. «Ayer por la tarde, le vimos en un despacho de la Brigada de Investigación Criminal. Un hombre como otro cualquiera, pero que socialmente estaba muerto», escribía Carlos Barrena en EL CORREO. Y en 'Abc' informaba de lo ocurrido su corresponsal en Bilbao, José María Ortúzar, que precisamente era el redactor que había tomado los datos de la esquela en la 'Hoja Oficial del Lunes': «Juan Peña Carnero descansa -decía-, pero no en el cementerio, sino en uno de los calabozos de la Brigada de Investigación Criminal».

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