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Imagen del Nodo en la que se ve a veraneantes junto a la residencia Oriol y Urquijo.

Turismo de masas en Sobrón

Tiempo de historias ·

Hasta 4.000 personas veraneaban en el balneario, que contaba con dos hoteles y una notable infraestructura

Lunes, 2 de diciembre 2019

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El Nodo dejó constancia del éxito formidable de las vacaciones baratas que el régimen franquista mediante su Obra Sindical de Educación y Descanso organizaba para los llamados 'productores' u obreros. Una red de albergues y residencias e incluso el concepto de ciudad de vacaciones, una idea puesta en marcha por la Alemania nazi, repartía por toda España esa posibilidad tan desconocida entonces de veranear a precios muy populares. El antiguo balneario de Sobrón fue uno de los lugares escogidos para esta operación 'Imserso' para familias desde finales de los cincuenta hasta la llegada de la democracia.

Una crónica de EL CORREO con fecha del 14 de agosto de 1964 cifra en mil familias –en torno a 4.000 personas– las que pasaban por el establecimiento hotelero durante un verano con estancias de quince días. El uso termal de dos manantiales en la localidad de Sobrón tiene una larga historia que nos lleva a la época romana, de la que quedan vestigios arqueológicos. En el siglo XIII esas aguas eran usadas por los vecinos de la zona y se construyó una ermita dedicada a San Miguel de Lantarón. Se consideraban aguas minero-medicinales y curativas desde siempre, pero su explotación como balneario no empezó hasta 1858 y la iniciativa correspondió a la Diputación, que mandó construir a Martín de Saracíbar la primera casa de baños. En 1864 fueron declaradas de utilidad pública coincidiendo con la moda de la hidroterapia en todo el mundo. La característica esencial es que salía el agua a una temperatura de 20 grados en el manantial de Sobrón y de 22 en el de Soportilla, al otro lado del Ebro, ya en Burgos. Se popularizó que aquellos fluidos paliaban dolencias intestinales, del hígado, reumatismos y sobre todo las enfermedades del aparato urinario.

Hasta 1939, el balneario funcionó bien. Sus aguas se exportaban a Cuba (hasta 1898) con la marca del 'Vichy español', las botellas tenían el sello real como proveedores de la corona y cosecharon premios de calidad en las ferias europeas. La burguesía española escribía Sobrón en su agenda veraniega. En 1865, la propiedad fue a parar mediante subasta a Cristóbal Salazar, vecino de la localidad. Para los años 90 del siglo XIX volvió a cambiar de dueños, los guipuzcoanos Solana e Inciarte. En 1908, el Papa Pío X concedió una bula a quien visitase el santuario creado dentro del balneario. Durante la Guerra Civil funcionó como hospital de las tropas nacionales y fue notoria la presencia de soldados alemanes heridos. Algunos desertaron cuando fueron llamados para participar en la II Guerra Mundial.

En memoria

A partir de 1951, la Organización Sindical cambió el nombre del balneario 'Aguas de Sobrón y Soportilla'. Al Gran Hotel, el más cercano al Ebro, se le puso el nombre de Residencia Luis Fernando Oriol y Urquijo, en memoria de un teniente requeté muerto en los combates por el monte Isuskitza en 1936 y uno de los hijos del líder carlista alavés. Se dedicó a las familias con niños. Y al otro hotel, para matrimonios sin hijos, se le denominó Residencia Coronel Joaquín Ortiz de Zárate, otro militar de ascendencia alavesa fallecido al inicio de la Guerra Civil en Oiartzun.

El periodista que escribe la crónica, Pedro Orive, relata que hay un señor aragonés que veranea en Sobrón desde 1909 y no ha fallado nunca. Como la estancia no se puede repetir, se le ha concedido un permiso especial «hasta que se muera». La crónica recoge el buen ambiente de convivencia entre veraneantes procedentes de muchas partes de España, todas las provincias del Norte de la Península, de Madrid hacia arriba. «Reina una paz entrañable. Los niños, como en familia. Hay sinceridad, caras de alegría y satisfacción. Nos llama la atención el salón de gala, el amplísimo comedor y un detalle, allí mismo se fabrica el pan que se consume».

Como curiosidad de la época los que acompañan al periodista son dos sacerdotes, Luis Madrid, asesor de la Organización Sindical, y el capellán don Benedicto. Ambos resaltan, cómo no, la unidad entre las gentes procedentes de distintas provincias. «Aquello es una especie de 'mundo aparte'. El periódico es el único contacto con el exterior. Para una minoría, la televisión. El impacto que la estancia produce en los hombres sencillos que llegan es impresionante. Una labor desde luego admirable. Allí no hay grupos regionales. Todo se hace en la residencia. Todos son miembros de una colectividad».

«Las habitaciones son confortables. Estuvimos con un matrimonio que tenía siete hijos. En total ocupaban tres habitaciones ya que algunos eran mayores de 14 años. Les podemos decir que la jornada fue maravillosa. Los productores –y también no productores ya que cualquiera puede solicitarlo– pasan unos días de ensueño», apunta la crónica.

«Personalmente, puedo contar la experiencia de un niño de ocho años que disfrutó aquellos 15 días con baños en la piscina natural del río Ebro, paseos por su orilla, juegos y actividades sin parar en las instalaciones, especialmente en el frontón, tomas de agua en las dos fuentes, bailes y el descubrimiento de un paisaje que abruma, un cañón de enormes dimensiones con una biodiversidad impresionante, con una lista de árboles diferentes que no cabría en el artículo», escribía Pedro Orive.

«Los niños no entendíamos de yugos y flechas ni de banderas rojinegras que se izaban cada día. Éramos felices de la mano de nuestros padres o correteando libremente por el Puente Blanco, hoy día destruido, pasando al otro lado del río, imaginando mil y una aventuras».

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