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El antiguo asílo de huérfanos de la Casilla. E.C.

¿Cómo era el día de Reyes hace un siglo?

Tiempo de historias ·

La festividad del 6 de enero en Bilbao se celebraba por todo lo alto. Los regalos de los niños y los aguinaldos caracterizaban una jornada con la que se ponía fin, de forma oficial, a las Navidades

Domingo, 6 de enero 2019

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Señalaba el diario 'Euzkadi' el 7 de enero de 1919 que «la villa recobrará hoy su aspecto normal y, ya digeridos los turrones, los capones y los pavos –hay aves de éstas que empachan–, se dedicará nuestra gente de trabajo a laborar por su bienestar y el de Bilbao, que es el fin primordial al que aspiramos los bilbaínos». Era la costumbre. El 6 de enero marcaba el final de las Navidades y el regreso a la normalidad. Poco se ha cambiado desde entonces. El Día de Reyes era para la mayoría la última gran fiesta de una época marcada por lo excepcional. Por esa razón, quizás, los bilbaínos tenían costumbres muy marcadas que repetían cada 6 de enero de una forma casi religiosa.

El Día de Reyes era una fiesta que se celebraba con entusiasmo. No tenía prolegómenos. El 5 de enero era un día tranquilo para la mayoría a excepción de los niños, claro está. No había cabalgata. Los Reyes Magos no desfilaron por Bilbao hasta 1934, año en el que, gracias a la iniciativa de la Emisora de Radio Bilbaína, se organizó la primera cabalgata de la Villa. Antes de esa fecha, todo se concentraba en el día que marcaba el final oficial del tiempo navideño y el comienzo del tiempo ordinario: el 6 de enero, antesala del 7, un día que se hacía, ya entonces, muy cuesta arriba.

El Día de Reyes los edificios oficiales izaban la bandera nacional y las tropas vestían sus uniformes de gala. Las autoridades provinciales, con el Presidente de la Diputación al frente, visitaban a los gobernadores civil y militar. Era un gesto de cortesía que se repetía y que se hizo algo intrínseco al día señalado. Tampoco faltaba durante aquella fecha las alusiones en la prensa a los regalos de los niños. «Los pequeñuelos tuvieron ayer un despertar agradable con los juguetes y golosinas que les trajeron los Reyes Magos», apuntaba 'El Noticiero Bilbaíno' en 1915. «Para la gente menuda fue ayer un gran día, pues los famosos Reyes Magos les obsequiaron con juguetes y objetos», contaba el mismo diario cuatro años después.

De forma breve, esta pequeña crónica del despertar de los más pequeños era una constante que, a veces, tomaba la forma de anécdota. En 1905, por ejemplo, la lluvia chafó la ilusión de muchos, sobre todo de los que habían dejado sus zapatos en el balcón. El chaparrón que a media noche cayó sobre la Villa dejó buena parte de los regalos pasados por agua. El desconsuelo fue grande entre más de uno y las explicaciones de muchos padres, dignas de las imaginaciones más vivas e inteligentes. Algunos llegaron a decir que, debido a los paraguas que llevaban los Reyes, éstos no habían visto los zapatos. Todo valía para consolar a los más pequeños.

Aguinaldos y sablazos

Pero si había una costumbre que se repetía y era motivo de conversaciones y chanzas, ésa era la del aguinaldo. Tal era así que para muchos, el Día de Reyes era el día de los sablazos regios, el imperio del sable. Se contaba que tras la sorpresa de los juguetes, niños y grandes iniciaban la ronda de los aguinaldos. Se visitaban casas de familiares, de amigos y demás gentes a las que, por una u otra razón, los pedigüeños consideraban que hacían favores durante el año, para pedirles algo de dinero. Los niños porque eran niños y ése era su día, y los mayores… Estos se escudaban en la amistad o en gracias y favores realizados en el pasado.

El caso es que aquellas procesiones se hacían para muchos insufribles pues no estaba bien visto negar lo que se pedía. Tan importante era la costumbre del aguinaldo que muchas tiendas –bazares, jugueterías, confiterías y joyerías–, abrían todo el día para que la gente pudiera gastar aquellos generosos ingresos. Sobre todo hacían buen negocio las confiterías, pues los niños no dejaban pasar la ocasión de darse un capricho en un día considerado patrimonio infantil sin discusión.

La festividad de los Reyes Magos se celebraba de manera muy especial en el Asilo de Huérfanos de la Casilla. Toda la prensa se hacía eco de lo que aquel día significaba para los niños de aquella institución. Siempre era lo mismo. A los niños se les despertaba con panderetas y se les animaba a que fueran rápidamente al comedor. Allí, en cada silla había un regalo además de un desayuno suculento. «El comedor estaba lleno de juguetes. Con cada plato del desayuno se entregó un juguete a los pequeñuelos que los recibieron con la alegría consiguiente». No es extraño que los niños dieran vivas a los Reyes Magos.

Que era una fiesta para los más pequeños, sobre todo los más desfavorecidos, quedó claro con la iniciativa de la Asociación Circunescolar de las Cortes, que además de promocionar a lo largo del año actividades culturales y educativas, organizó una gran comida para los niños en la cantina de las Escuelas de Urazurrutia. La primera tuvo lugar en 1915 para 110 niños. Comieron paella, bistec, leche, galletas y pan de Reyes, este último pagado por el Ayuntamiento. Cuatro años después, fueron 250 niños los que disfrutaron del banquete. En aquella ocasión fue el director de la Caja de Ahorros Municipal el que pagó los pasteles.

Por lo demás, el Día de Reyes eran muchos los que asistían al concierto que la Banda Municipal daba en el Arenal al mediodía. Por la tarde, además de las consabidas visitas a las tiendas para gastar el aguinaldo, los espectáculos se llenaban y los paseos se mostraban de lo más animado. La gente no se quedaba en sus casas. Era un día de fiesta especial y gustaba de salir a la calle.

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