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Rafael Vierna al volante de su automóvil acompañado por Martín Amezola. ABC

El récord de 1922: de Bilbao a Madrid en automóvil, en 5 horas y 22 minutos

Tiempo de historias ·

Cuando apenas había 40.000 coches matriculados en España y las carreteras estaban hechas para los carruajes de tiro, el 'sportman' Rafael Vierna estableció una marca que tardaría diez años en ser batida

Jueves, 14 de julio 2022, 01:18

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En julio de 1922, hace un siglo, quedó establecido el récord del trayecto Bilbao-Madrid en automóvil en 5 horas y 22 minutos. Lo consiguió Rafael Vierna Urquijo en un coche Hispano-Suiza 32 HP (32 caballos de vapor), el modelo de ese año. Se acercaba a los 90 km/h, con puntas de 130. El trayecto fue debidamente cronometrado, con control a la salida y a la llegada. El reconocimiento de estas marcas se llevaba a cabo con rigor y seriedad.

Rafael Vierna había establecido el primer récord Bilbao-Madrid en 1915, con un Hispano-Suiza de 20 de CV., haciendo el trayecto en 6 horas 46 minutos. Al año siguiente lo batió Pedro María Viguera, Perico, socio del Club Deportivo, con negocios relacionados con las navieras y presidente del Club Cocherito. En mayo de 1916 hizo el trayecto Bilbao-Madrid en 5h 34´, en un Peugeot de 40 CV. Salían de Miraflores -con gran expectación- se les perdía de vista cuando pasaban el puente de Bolueta y seguían el trayecto Orduña, Pancorbo, Burgos, Aranda de Duero, Somosierra, Buitrago, para entrar en Madrid por Chamartín hasta el Hipódromo (donde hoy están los Nuevos Ministerios); allí se tomaba el tiempo.

Vierna tuvo también el récord entre Bilbao y Santander, que estableció en octubre de 1921 en 1 h 40´.

Eran velocidades muy considerables, si se tiene en cuenta el estado de las carreteras de la época, que no habían sido diseñadas para automóviles sino para carruajes de tiro, con curvas más cerradas y pendientes bruscas. En el mejor de los casos, se construían con macadán: tres capas de grava, compactadas por rodillo y algo elevadas del suelo, para facilitar el drenaje; con el automóvil levantaban mucho polvo y tendían a desmoronarse.

A la altura de 1922 el parque automovilístico era muy reducido, no llegaban a 40.000 vehículos los matriculados en España. Su uso crecía rápidamente, pero estaba limitado a una élite. Ni siquiera se había unificado en España el sentido de la circulación. Era una competencia municipal y hasta 1924 los coches circulaban en Madrid por el carril izquierdo, mientras en la mayor parte de España se iba por la derecha. Algún diputado vizcaíno reclamó en Cortes que se unificasen, para evitar los problemas y accidentes que se derivaban de una situación tan confusa.

El automóvil se integraría pronto en el paisaje cotidiano, pero a la altura de 1922 era aún una novedad, que aquí tenía apenas un cuarto de siglo. Hacia 1900 circulaban ya algunos vehículos a motor, pero el primer coche se matriculó en Bilbao en 1902. Era de Salustiano Mogrobejo, hermano del escultor y él mismo una personalidad destacada en la vida bilbaína, pues llegó a ser teniente alcalde. Su busto, obra de Nemesio, puede verse en el Museo de Bellas Artes. Los siguientes automóviles bilbaínos los matricularon Ricardo Damborenea, Ignacio Urcola, el marqués de Villagodio y José María Ybarra. Entre los pioneros del automovilismo bilbaína nos encontramos a profesionales vinculados a la modernización técnica, propietarios de talleres asociados a motor, establecimientos novedosos … En el primer centenar de matrículas destacan también apellidos vinculados al mundo empresarial de Vizcaya y la alta sociedad bilbaína, los Chávarri, Zubiría, Ybarra, Rochelt, Olaso, Echevarrieta, etc.

Chóferes profesionales

El automóvil fue signo de estatus. También de la modernización de costumbres. Comparada con otras ciudades del entorno, Bilbao destacó por el rápido desarrollo del automóvil. Sin embargo, el plantel de conductores iba muy por detrás. Con frecuencia, los coches los conducían chóferes profesionales, llamados mecánicos, integrados en la plantilla de la empresa o de la familia.

Por eso tiene interés la aparición de un grupo de bilbaínos que promovieron las primeras competiciones automovilísticas y conducían los vehículos. Como en los países avanzados, la velocidad se convertía en el símbolo de la época y de progreso.

La primera carrera automovilística de la que tenemos noticia en Vizcaya se celebró el 19 de abril de 1914. Fue la subida a Barázar que organizó el Club Deportivo, en colaboración con el Automóvil Club de Bilbao. El acontecimiento levantó expectación. Los aficionados iban a Ceánuri en bicicleta o en el tranvía de Arratia. Previamente, se pesaban los coches frente al Arriaga.

Rafael Vierna era sobrino de los hermanos Julio, José María y Adolfo Urquijo Ybarra, personalidades destacadas en el primer tercio del siglo, respectivamente, estudioso del euskera, fundador de 'La Gaceta del Norte' y diputado en Cortes. Julio y Adolfo se encontraron también entre los primeros que tuvieron automóvil en Bilbao, antes de que llegasen las matrículas oficiales.

Rafael formó parte del grupo que impulsaba las competiciones de motor y además promovió algún negocio relacionado con el sector, para la venta de aceites, y la sociedad anónima Auto Garaje y talleres del Ensanche, fundada en 1918. Más tarde, durante la República, participó en la fundación de un Partido Nacional Español que tuvo escasa vida pública.

En los años veinte destacó por su vinculación al deporte del motor. Gracias a César Estornés sabemos que en 1922 propuso a la Diputación de Vizcaya la construcción de un circuito automovilístico, que a su juicio atraería turistas y curiosos, además de a las principales casas de automóviles. Tendría 28 kilómetros y seguiría el trazado Lejona, Umbe, Urdúliz, Algorta, Neguri. Por las comparaciones que realizaba, se aprecia que conocía bien los circuitos europeos, las necesidades del trazado para las competiciones de automóviles y la importancia económica de una iniciativa de este tipo. Estimaba que a las carreras podrían acudir casas automovilísticas francesas y, como España había sido neutral durante la Primera Guerra Mundial, también empresas alemanas.

Felicitación de Alfonso XIII

Cuando el 26 de julio de 1922 Vierna estableció su nuevo récord entre Bilbao y Madrid, la prensa destacó que llevaba carburadores marca IRZ, creada por Isidoro Rodríguez Zarracina, de Valladolid, que aportaba una producción nacional de calidad. Llevaba dos carburadores lo que, al parecer, complicaba el manejo del automóvil, por lo que el récord de Rafael Vierna tuvo méritos de diverso tipo. La marca alcanzó difusión mediática. Alfonso XIII le felicitó por telégrafo.

A Vierna le acompañó como copiloto Martín Amézola, también un conocido 'sportman' bilbaíno. Era hermano de José Amézola, un industrial y político destacado, de quien toma el nombre el barrio y parque Amézola. Actualmente está reconocido como el deportista español que, junto a Francisco Villota, obtuvo la primera medalla de oro en unas olimpiadas, las de París de 1900, en la modalidad de cesta punta, pues fueron declarados vencedores por incomparecencia de los contrarios.

Martín Amézola, que por entonces tenía 41 años, realizó en junio de 1926 el trayecto Bilbao-París en bici, junto a Eugenio Echevarria, Chupito –tenía 45 años y era hijo del industrial Federico Echevarria–, presidente del club Indauchu, que apostó 5000 ptas. a que lo conseguía en nueve días: les llevó ocho. La apuesta levantó una gran expectación en Bilbao, con una estruendosa despedida y gran celebración posterior.

El deporte era por entones una cuestión de minorías, que practicaban distintas especialidades, pero levantaba ya gran expectación entre un amplio público.

El récord Bilbao-Madrid en automóvil de Vierna duró diez años. El 23 de noviembre de 1932 lo batió el bilbaíno Ismael Remacha, con un Chrysler de ese año, que tenía más desarrollo técnico. Lo dejó en 4 horas y 38 minutos. Es «de la generación nueva de automovilistas españoles, amateur puro y de una fibra deportiva de primero orden». Según decía, había tenido que vencer el frío de Burgos y la espesa niebla de Somosierra. Era de la Peña Motorista de Vizcaya.

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