Quemada por bruja e hija de bruja quemada
María San Juan de Garonda, partera de Mungia, fue señalada como maléfica por algunos de sus vecinos y juzgada por la Inquisición de Durango en 1508
Las malas lenguas de algunos vecinos de Mungia llevaron a María San Juan de Garonda a morir en la hoguera. La ejecución se llevó a ... cabo en noviembre de 1508 tras un juicio que duró cinco meses y medio y en el que el tribunal de la Inquisición de Durango concluyó que era una bruja. Nada pudo hacer por ella el procurador que había designado para su defensa, su hijo Juan de Garondo. María murió quemada, por idéntico motivo y del mismo modo que había muerto su madre.
Los historiadores han discutido si el caso de María San Juan de Garonda está relacionado de algún modo con el juicio y quema de una treintena de brujas y brujos por el tribunal de Durango hacia 1507, en el que, por la gran cantidad de personas ejecutadas, «supone quizá el mayor brote de brujomanía de la Inquisición española a lo largo de su historia», según escribe Eudaldo Aranda, del Archivo Histórico Nacional, investigador que publicó la transcripción íntegra de la relación de causa del proceso de fe de María.
El documento editado por Aranda detalla que el corregidor del Señorío, Rodrigo Vela Núñez de Ávila, llevó a cabo una pesquisa general en Bizkaia «contra brujos y brujas». María San Juan de Garonda era «comadre, veçina de la anteiglesia de San Pedro de la villa de Munguía» y fue señalada por 24 testigos. «Varones y mujeres, todos maiores», declararon que tenía fama «de bruja y hechiçera» y que su madre había sido quemada 30 años antes por el mismo delito por la justicia real. Tres de estos testigos declararon que se sospechaba que María «havía ligado dos personas, y que havía dado a otras bebidas, yerbas y polvos para haçerse preñadas y para amores». Pero también reconocieron que hablaban de oídas. La acusada lo negó todo.
Tuvo noticia del asunto el inquisidor Juan Martínez de Frías que, «con acuerdo del liçenciado Juan López de Galarça, su assesor, asistiendo en la villa de Durango, dio mandamiento para que la dicha rea fuera presa y traída con los autos hechos por el dicho corregidor». Así se hizo. Fue trasladada desde Bilbao, «adonde estaba presa, a la cárçel de la Inquisición de la dicha villa de Durango».
En los primeros tiempos de la Inquisición española, las sedes de sus tribunales no fueron fijas y los límites de sus jurisdicciones eran bastante difusos. Bizkaia dependió desde 1491 del tribunal de Calahorra, pero antes de que se trasladara definitivamente a Logroño en 1570, este estuvo también en Durango desde 1499 a 1501-1502 y de nuevo desde 1507.
«Era buena cristiana»
Martínez de Frías y López de Galarza interrogaron a la rea por primera vez el 29 de mayo de 1508. Le dijeron por qué estaba presa y la amonestaron para que confesara «con puro coraçon y arrepentimiento». También le indicaron que diera «poder a un procurador» para su defensa. Designó a su hijo, Juan de Garondo. El 3 de junio se defendió de nuevo ante el inquisidor asegurando que «era buena cristiana, apartada de qualesquier brujería y hechiçerías». Iba a misa, se confesaba regularmente y había peregrinado a Santiago y Guadalupe. Además había «exerçitado bien y fielmente el officio de partera el tiempo que lo havía usado con mucha diligençia». Diez testigos declararon a su favor. Algunos admitieron que tenía fama de bruja, pero no sabían que «hubiese hecho mal ninguno».
El fiscal intervino el 18 de agosto y achacó a la rea las típicas acusaciones contra las sospechosas de brujería, incluyendo el encomendarse «al dicho demonio Berçebu», hacer abortar a las mujeres, maldecir «personas y ganados», y poner «amor y odio desordenado entre las personas». Pidió que María fuese declarada «hereje maléfica, bruja apóstata y, como tal, condenada a relaxar a la justiçia y braço seglar con confiscación de sus bienes». Esto es, pidió la hoguera.
María volvió a negarlo todo, por lo que el tribunal decidió someterla a tormento. Fue torturada el 5 de octubre «dándosele riguroso de garrucha». Es decir, fue colgada por las muñecas de una polea en el techo, con pesos sujetos a los pies. Como explica Henry Kamen, en este suplicio «la víctima era alzada lentamente y de pronto era soltada de un estirón». María sostuvo su inocencia.
El tribunal decidió que «fuese recibida a purgación canónica». Cuando un delito no podía ser plenamente probado, «el acusado debía purgar o deshacer las acusaciones mediante su juramento y el de los compurgadores, esto es, un número de testigos intachables que jurarían por su conciencia al respecto y si el reo sucumbía a esta purgación era considerado convicto y podía ser condenado», escribe Iñaki Bazán.
El testimonio de los testigos no coincidió con el de la rea. El 16 de noviembre a María se le leyó la sentencia «en auto público, en un cadahalso que se hiço en el çeminterio de la iglesia de Sancta María de la dicha villa». La mujer fue quemada. Su sambenito se expuso en la misma iglesia con esta inscripción: «María San Juan de Garonda, muger de Juan de Sentucho Cubero, veçino de la anteiglesia de Munguía, relaxada por hereje, apóstata y bruja. Año de mil quinientos y ocho».
Junta de brujas
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