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El problemático salvavidas Arrieta

Tiempo de historias ·

En 1903 la prueba en Bilbao de este dispositivo de seguridad para tranvías eléctricos estuvo a punto de convertirse en un «conflicto de orden público»

Julio Arrieta

Domingo, 8 de mayo 2022, 01:52

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El atardecer de miércoles 2 de diciembre de 1903 «estuvo a punto de ocurrir un conflicto de orden público» en Bilbao, según decía al día siguiente 'El Noticiero Bilbaíno'. El tumulto, que no llegó a más por la intervención de la Guardia Civil, se formó cuando iban a empezar «las pruebas anunciadas del aparato salvavidas Arrieta», un dispositivo diseñado para que los atropellos por tranvías quedaran solo en sustos y no en accidentes graves, cuando no mortales.

A principios del siglo XX, el tranvía era en Bilbao un medio de transporte muy popular. Quizá demasiado porque era habitual que muchos usuarios viajaran de gorra colgándose de las plataformas. Las caídas y los atropellos eran frecuentes. La prensa recogía estos accidentes que, cuando eran mortales y con víctimas infantiles, concluían en intentos de agresión a los tranviarios y asaltos destructores a los vehículos.

Este problema no era exclusivamente bilbaíno. «No es necesario recordar algún accidente desgraciado de los que impresionan dolorosamente el ánimo para anhelar que los tranvías eléctricos lleven aparatos salvavidas», decían en la revista madrileña 'La energía eléctrica', en el número del 25 de febrero de 1904, en un artículo dedicado precisamente al salvavidas Arrieta.

«El aparato ha sido ensayado con éxito en Bilbao y San Sebastián», aseguraba el texto. «Se debe al joven y estudioso mecánico de Pamplona D. Pedro Arrieta y Sanz, que ha tenido que luchar y continúa su calvario con los intereses antagónicos, no sabemos por qué, de las poderosas empresas de tranvías», que «aplastan con sus carruajes hombres, mujeres y niños en la vía pública».

El invento de Arrieta era una rejilla abatible que se instalaba en el frente del vehículo y que recogia indemne al atropellado con unos rodillos de caucho mientras paraba automáticamente el vehículo. Tras probar su creación en San Sebastián, Arrieta la trajo a Bilbao como participante de un concurso de dispositivos de seguridad convocado por el Ayuntamiento. El primer ensayo se efectuó el 21 de noviembre de 1903, entre Las Arenas y Algorta, y ante unas «150 personas de todas las edades y sexos a pesar de la crudeza de la tarde», según 'El Noticiero'. Se colocaron en las vías «varios peleles de hombre y niño en distintas posiciones», que fueron 'salvados' en todas las pruebas menos en una. El público aplaudió y la experiencia fue un éxito a pesar de que «la empresa del tranvía no logró la satisfacción que esperaba de ver fracasadas las pruebas, a juzgar por las difcultades que puso al inventor».

«¡Que se vea!»

El 2 de diciembre, día del segundo test, unas 300 personas se agolparon en la calle Viuda de Epalza, donde estaba preparado el tranvía para llevarlo de nuevo a Las Arenas. El inventor apareció con varios invitados y periodistas. Al director de la línea no le gustó: «Se negó a que los amigos del señor Arrieta estuvieran presentes y, manifestando que allí no mandaba nadie más que él, los despidió, como así bien a los periodistas», contaba 'El Noticiero'.

El público «pidió a voces que las pruebas se hicieran en el Arenal, colocándose muchas personas en actitud indignada ante el aparato motor e impidiendo que este circulara». Gritaban «que se vea» y amenazaron con tirar el invento a la ría «como un trasto inútil» si no funcionaba. Se improvisó una comisión para transmitir la petición popular al alcalde, Pedro Bilbao, que resolvió que se realizaran demostraciones públicas una vez efectuadas las pruebas oficiales. No fue suficiente: hubo más protestas, con gritos «significativos contra el jurado y más aún contra la empresa de los tranvías». Arrieta, «que era objeto de aclamaciones», se dirigió a la concurrencia y «se desahogó», denunciando haber sufrido «un calvario».

Se intentó realizar la prueba en el puente del Arenal, pero varias personas se arrojaron a las vías para impedir el paso del tranvía, exponiéndose, en un extraño giro de los acontecimientos, a ser atropelladas antes de unas pruebas antiatropello. Las autoridades llamaron a la Guardia Civil. Acudieron «dos secciones» y su presencia hizo que ni la sangre ni el tranvía llegaran al río.

Al día siguiente la Comisión municipal de Fomento recibió un escrito de la Compañía Vizcaína de Electricidad que, en términos «muy duros», protestaba por lo ocurrido, se negaba a probar el invento y exigía desmontarlo para devolverlo a su creador. Arrieta, dolido, regresó a Pamplona el 12 de diciembre «después de haber sufrido desengaños que no merecía». A través de su propio boletín, el inventor pidió realizar «nuevas pruebas en las condiciones debidas, y que decida un jurado de talla si se ha resuelto el problema de los salvavidas». No hubo respuesta.

En Madrid

  • Detenido La prensa madrileña publicó que la prueba del salvavidas Arrieta en Bilbao había sido un éxito. El inventor presentó su dispositivo en la capital española en 1905 y acabó detenido por desacato al alcalde, el conde de Mejorada del Campo, a quien acusó de estar a merced de las empresas.

En días sucesivos se ensayaron otros inventos, alguno con el resultado de «varios maniquíes triturados». El 20 de mayo de 1904, por fin, publicaba 'El Noticiero' que el Ayuntamiento había recibido un voluminoso informe sobre los salvavidas para tranvías eléctricos. Sus firmantes, «después de hacer historia de todas las pruebas practicadas con dichos aparatos, entienden que ninguno de ellos reúne condiciones para el fin a que se destinan».

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