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Imagen de un taller eibarrés a principios del siglo XX. D.V.
La pistola 'americana' que se fabricaba en Eibar

La pistola 'americana' que se fabricaba en Eibar

Gracias a un fleco legal, los talleres de la villa armera se convirtieron en virtuosos de la producción de copias de modelos exitosos en el extranjero

nuria lago

Martes, 23 de octubre 2018

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La industria armera vasca gozó de una fama que ha decaído con los años. Sin embargo, en su historia hay muchos episodios curiosos. Uno de ellos tuvo lugar a comienzos del siglo XX, con un pleito entre las industrias casi de sistema gremial que todavía quedaban en Gipuzkoa y la casa Browning, en su delegación Belga.

En 1906 ya existía una producción muy interesante de armas cortas semiautomáticas que convivían todavía con modelos tecnológicamente obsoletos. Y su fabricación no se daba sólo en zonas europeas destacadas. De hecho, incluso hubo un primer modelo patentado en el País Vasco, la Charola y Anitua. Sin embargo, el fabricante que se llevó el gato al agua con las pistolas semiautomáticas, gracias a un diseño muy efectivo y su calibre de uso más militar, fue la estadounidense Browning.

Para entender qué pasaba con la industria armera a comienzos del siglo XX, hay que darse cuenta de que con el cambio de siglo cambiaron las propias armas –de revólveres a semiautomáticas en el caso de las cortas– y la pólvora –aparece la pólvora nitrocelulósica, que sustituye a la negra–. También es importante recordar que el mercado que se buscaba conquistar era el militar. Eso era tanto para Euskadi como para cualquier otro lugar. La producción de armas, sin embargo, fue muy distinta según regiones. Uno de los grandes problemas que tuvo la industria armera vasca fue que, después de que perdiera su contrato con el Gobierno a favor de Oviedo, allá por la Guerra de la Convención (1793-1795), sobrevivió malamente hasta que se dio el cierre efectivo de la Real Fábrica de Placencia en 1865.

Industria gremial

Pero la tradición pesaba mucho, y los armeros vascos siguieron su actividad especializándose en armas para civiles y de caza. Era una industria fragmentada que ya no recibía inversiones y vivía de lo que conseguía vender en mercados paralelos al oficial militar de España. Como un gremio atípico de época medieval que hubiera conseguido sobrevivir al tiempo en el espacio. Así, las piezas vascas se producían artesanalmente, con muchos detalles y lujos (caso de las armas de caza), o bien se hacían por partes en una producción en talleres particulares (resto de la producción con resultados desiguales), y cada persona que intervenía en su fabricación era especialista en una determinada parte del arma. La diferencia con el resto de Europa y América es que allí el arma corta se trabajaba en un proceso industrial, mientras que en Eibar y otras localidades cercanas la producción se mantenía en pequeños talleres.

Pistola Browning original de 1906, perteneció al general suizo Henri Guisan.
Pistola Browning original de 1906, perteneció al general suizo Henri Guisan. P.D.

Los armeros vascos que, pese a las trabas, habían conseguido mantener su negocio, eran bastante hábiles en la producción de copias de modelos exitosos en el extranjero, variando la calidad de lo que producían según la fábrica. El auténtico problema que tenían, aparte de su estructura de funcionamiento anticuada, era la falta de medios y maquinaria junto a la ausencia de ayudas para la inversión y de un banco de pruebas, lo que les hubiera permitido unificar criterios de calidades con los europeos, dándoles mejores oportunidades. A ello hay que sumar el gran estorbo que suponía la ley de patentes vigente (30 de junio de 1878). Según dicha norma, si no se demostraba la producción de la patente en los tres primeros años, automáticamente pasaba a ser libre. Como es lógico, esto desincentivaba totalmente la investigación, puesto que era muy difícil –a no ser con certificados falsos– demostrar que todos los años había producción.

Con todos estos mimbres, apareció un modelo exitoso en el extranjero, la Browning 1903, posteriormente modificada en 1906. Y en Eibar, siempre atentos a aquello que diera mercado, empezaron a hacerse copias de la misma… con algunos cambios. El gran cambio que aseguró el éxito del arma, conocida internacionalmente como 'pistola tipo Eibar' fue la colocación y montaje del seguro.

En las Browning originales el seguro estaba atrás del arma, de tal forma que resultaba incómodo para quitarlo y era difícil de montar también. En las 'tipo Eibar', estaba encima del disparador o gatillo, con lo que era muy fácil manejarlo. Por otra parte, su montaje en taller era mucho más simple. Aunque pueda parecer difícil, como modos casi artesanales habían mejorado un arma que en su momento era puntera.

Amenaza de pleito

Los resultados fueron unas ventas nada desdeñables para la época, tanto en el mercado interno como en el internacional. Cuando la fábrica belga -la delegada de Browning en Europa- se dio cuenta de lo que pasaba, amenazó con pleito. A fin de cuentas, el desarrollo de nuevas armas era difícil, y hacía muy poco que habían lanzado el modelo al mercado. Los fabricantes eibarreses, seriamente preocupados por el futuro de sus negocios, se reunieron. Fue el 12 de junio de 1912, en el Consistorio. Entre los 10 empresarios fabricantes se llegaba a una producción diaria de 217 pistolas 'tipo Eibar', cada cual con su nombre.

Pistola 'tipo Eibar' fabricada por Hijos de Calixto Arrizabalaga.
Pistola 'tipo Eibar' fabricada por Hijos de Calixto Arrizabalaga. N.L.

Una vez analizado el problema, y con la ley de patentes que siempre les había resultado tan perjudicial en la mano, se dieron cuenta de que cualquier juicio que iniciasen los belgas estaba perdido. Según las patentes registradas por Browning en España, el tiempo había expirado sin demostrar producción. Por lo tanto, las pistolas de Eibar no debían nada a nadie, y podían seguir adelante con sus planes, por muchos abogados que quisieran mandar desde Bélgica. Vista la situación los talleres eibarreses siguieron produciendo y vendiendo, con mucha más publicidad, aquel modelo que les había puesto otra vez en el punto de atención. Eibar seguía siendo, pese a todo, una gran fábrica de armas, en la que había un montón de empresarios involucrados en defender los intereses comunes.

Por una vez, para los eibarreses tuvo cierta lógica patentar las armas, y eso hicieron los fabricantes Carenaga, por un lado, y Esperanza y Unceta, por otro. De esta manera, se ponía el acento en la diferencia que había entre las Browning y las Eibar, para evitar posibles complicaciones en pleitos futuros. A día de hoy, aún se discute sobre quién fue el primero en hacerle las modificaciones al arma, pero el hecho es que en 1912 ya aparecen registradas.

Aparte de la mejora de las ventas y una cierta revitalización de la industria, los otros grandes beneficios que derivaron de este pleito fueron la creación de la Escuela de armería de Eibar en 1913, a imagen precisamente de la belga, para enseñar los procesos de ajustes y mecánica, y la creación del Museo de las Armas en 1914.

Cabe señalar que este diseño eibarrés será después el internacionalmente conocido como pistola Ruby, nombre que adoptaron las armas fabricadas por Gabilondo y Urresti, y que acabará siendo el arma reglamentaria de Francia durante la I Guerra Mundial, con una producción de más de 900.000 pistolas para Eibar, que supuso un auténtico boom industrial… Pero esa es otra historia.

Exposición en el Museo de armas de Eibar, con piezas elaboradas en la villa armera
Exposición en el Museo de armas de Eibar, con piezas elaboradas en la villa armera D.V.
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