Netflix en pergamino. La vida de Lope García de Salazar
Tiempo de Historias ·
Curtido desde la infancia en la guerra sin cuartel que vivieron los linajes vizcaínos, recogió la historia de los mismos en sus 'Bienandanzas', que escribió mientras era preso de sus propios hijos en su castilloIgor Santos salazar
Viernes, 12 de agosto 2022
Si, como por encantamiento, Lope García de Salazar saliera hoy montado a caballo a través del portón que se abre en los muros exteriores de su torre de Muñatones, creo que no tardaría mucho tiempo en picar espuelas y exigir galope a su montura para agredir, como un Quijote vizcaíno, las altas chimeneas y los tinglados metálicos de la refinería que asedia, con su monstruosa estampa, las almenas del solar de su linaje. Para su fortuna, los paisajes eran más bellos en su tiempo; sin embargo, para la nuestra, estos son hoy más tranquilos y menos funestos: quizás sea el precio que debamos pagar por esa impostura que llaman modernidad…
El banderizo encartado, nacido en el último suspiro del siglo XIV, el de la Peste Negra en toda Europa y el del golpe de estado Trastámara en Castilla, nunca pudo imaginar en qué modo el umbral de su hogar iba a ser alterado bárbaramente, como por obra de esos nigromantes y magos que pululaban en las aventuras contenidas en los libros (aún no impresos) que poseía en su biblioteca (casi como el verdadero Quijote manchego) y en las historias que corrían de boca en boca al calor de la lumbre. Lejos de los contextos aristocráticos e intelectuales como los de su coetáneo el Marqués de Santillana, la colección de libros de García de Salazar era tan notable como para que destacara de entre las de su rango, esa nobleza rural levantisca y orgullosa, protagonista de mil violencias en pos de un «más valer en la tierra» que casi acaba por arrasarla.
Lope no fue sólo un gran lector. Su amor por la escritura y los libros se concretó también en su labor como cronista entregado a la descripción de los hechos que marcaron su biografía, sumida en un horizonte de continuas luchas entre los diferentes linajes activos en las tierras de las Encartaciones, el oriente de la actual Cantabria y Valdegovía, sin olvidar otros espacios situados más allá del Nervión y de la ría de Liendo, en una narración que no tiene en cuenta los estrechos confines políticos actuales, tan poco naturales.
El resultado de tales inquietudes narrativas fue –además de la 'Crónica de Vizcaya', redactada en 1454–, el 'Libro de las buenas andanças e fortunas', su obra mayor y más conocida. Su contenido responde a la manera en la que se concebía la Historia entonces: los primeros libros están dedicados a contar el origen del mundo, entrelazando leyendas, mitos y noticias copiadas de otros autores más antiguos. En esas páginas adquieren rango histórico desde personajes bíblicos a Alejandro Magno, de Hércules al mago Merlín, en una narración que da muestras del profundo y abigarrado horizonte cultural que, a menudo, la etiqueta de «banderizo» tiende a ocultar cuando pensamos en los protagonistas del otoño de nuestra Edad Media, descritos demasiadas veces como crueles y brutales militares, adictos al sexo, al pillaje y a la superstición maquillada con los ropajes de una religiosidad oscura, lo que no quiere decir que no fueran también todo eso, que lo fueron…
Son los últimos libros de la obra de Lope los que tienen mayor interés para adentrarse en la mentalidad y los hechos del tiempo vivido por el propio García de Salazar. En ellos, el líder de una familia que hundía sus raíces en la zona alavesa de Nograro, muy numerosa de hijos e hijas tanto legítimos como bastardos y naturales (pero tampoco más numerosa que tantas otras, a pesar de que se le aplicase el dicho «Quien nombre no tiene, Salazar se pone»), busca justificar su acción política. En sus páginas se pasa revista a las casas nobiliarias emparentadas con su solar, sus amigos y enemigos. Línea por línea, desfilan filias y fobias de un hombre curtido desde la infancia en la guerra sin cuartel que caracterizó a las elites vizcaínas durante la mayor parte del siglo XV, en un mundo en el que las villas alcanzaban cada vez mayor importancia económica y demográfica y por tanto se convertían en importantes trofeos de caza (sus rentas y títulos, sobre todo) y en el que los reyes, a pesar de sus intentos por afianzar la autoridad de la monarquía, apenas eran capaces de arbitrar los duelos locales de quienes no dudaban en rebelarse para defender sus antiguos privilegios. El mismo Lope se levantó contra la voluntad regia y fue obligado a un exilio que no siempre respetó, fiel a su carácter más que a su rey.
Apresado por sus hijos
El señor de San Martín de Muñatones tuvo mucho tiempo para pensar en aquellas aventuras de su vida; en las luchas por controlar la tierra; en la muerte en combate de cinco de sus hijos, en los pleitos ante obispos y Hermandades; en el dinero que garantizaban el comercio del hierro y sus títulos de preboste de Portugalete y de merino de Castro (cargos que le permitían ejecutar las sentencias de los alcaldes, incluidas las penas capitales, y percibir los impuestos del tráfico comercial de tales villas); y en la galaxia de parientes, amigos y enemigos, que protagonizaron episodios que dejan en poco las peripecias inventadas por los mejores escritores del siglo.
De hecho, redactó el manuscrito de las 'Buenas andanças' (conocidas mayormente como las 'Bienandanças') en los últimos años de su vida (a partir de 1471), estando preso (son sus mismas palabras) por voluntad de sus hijos, Juan y Pedro, en las torres de Muñatones y Portugalete. Juan trataba así de hacerse con la sucesión al mayorazgo en detrimento del nieto de Lope, Ochoa de Salazar, hijo de su segundo hijo y heredero, también llamado Lope, ya difunto. Juan no reconocía esa herencia, pues era el primogénito y, tras la muerte de su hermano menor, reclamaba para sí el mayorazgo oponiéndose, con el apoyo de su madre Juana Butrón, a la sucesión de su sobrino Ochoa (los culebrones no han inventado nada).
El pleito sobre el mayorazgo Salazar iniciado en torno a 1461 –Lope llegó a buscar la alianza de su archienemigo Velasco, conde de Haro, perdiendo la fidelidad de su linaje y la libertad– discutía un premio demasiado alto como para no terminar en tragedia: rentas por más de medio millón de maravedíes anuales entre títulos; explotación de venas de mineral y monopolios de exportación de hierros; bosques; molinos y patronazgos de iglesias... Nuestro escritor acabó por ser envenenado junto a una hija de doce años en 1476, y a partir de entonces la lucha judicial entre los herederos del cronista iba a alimentar a un ejército de escribanos y a acumular papeles y más papeles en los anaqueles de los archivos de Portugalete, Bilbao, Valladolid y de la fortaleza de Simancas, entre tantos otros. Todos ellos (algunos ya publicados en diferentes colecciones y estudios), unidos a los documentos que narran la historia de Lope García de Salazar, esperan pacientes quien les de vida, para recordar las increíbles y sanguinarias aventuras de una biografía única, digna de una serie de éxito como las que encontramos en las plataformas que son hoy nuestra principal biblioteca, allí donde siguen pululando merlines y nigromantes y donde la fantasía sigue haciéndose pasar por Historia.