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Imagen de la Casa de Misericordia a principios del siglo XX. E.C.

Así nació la iniciativa civil más antigua de Bilbao: la Casa de Misericordia

Tiempo de historias ·

La institución, cuyo emblemático edificio ha cumplido 150 años, cumplió un papel fundamental en el Bilbao del desarrollo por su asistencia a los pobres, los ancianos y los niños necesitados

Viernes, 26 de agosto 2022, 01:16

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El edificio de la Casa de Misericordia se inauguró el 9 de agosto de 1872, cuando visitó Bilbao el rey Amadeo de Saboya. Cumple 150 años, lo que le sitúa entre los emplazamientos institucionales con más antigüedad en la villa, después de las iglesias, y próxima al Banco de Bilbao, cuya sede es de 1868. Durante siglo y medio ha mantenido sus funciones con continuidad.

La Casa de Misericordia tiene un siglo más que el edificio, por lo que es la iniciativa civil más antigua de Bilbao. Se formó en 1871. Fernando Olascoaga interpretaba en 1887 el sentido de esta institución: «Aquí [en Bilbao] donde el trabajo ha sido siempre el fundamento y la base de la prosperidad y bienestar, no se olvidaba ni se olvida de los desvalidos, menesterosos e inválidos para el trabajo, y se sabe hacer una justa distribución de las riquezas». Se sentía como la vertiente caritativa que distinguía a Bilbao como una población moderna.

Los primeros proyectos de este tipo datan del primer tercio del XVIII. Desembocaron en medidas de asistencia social, pero subyacía también la molestia por el gran número de pobres. Se consideraba que la mendicidad era una lacra, por los conflictos que provocaba -una vez un mendigo gritó: «ojalá se le lleven cinco mil demonios» al pasar un cura con el viático, con el escándalo consiguiente-. Se quiso controlar a los pobres, que acudían a Bilbao por la prosperidad de la villa, y establecer lugares donde recoger y educar a «vagos y mendigos».

En 1724 un proyecto municipal buscó crear un hospicio «para refugio de pobres como asimismo su manutención». Se financiaría con tasas sobre vinos, mistela y aguardiente. Hubo de abandonarse la idea, por el rechazo a los impuestos. En 1732 se trató de construir una casa de beneficencia para acoger a los niños huérfanos, que estaban en la calle, lo que alarmaba porque los «vagabundos y trúhanes» podían pervertirlos. El informe recogía cómo se financiaría: venta de suelos del Arenal, arbitrios sobre el vino, limosnas a recoger los sábados… El costo se consideró alto y de momento no se construyó.

Pero el problema era acuciante. En 1755 se dedicó un edificio de Bilbao la Vieja para acoger a los pobres. Y en 1760 se habilitó una antigua carnicería de Sendeja. Desde 1762 fue la «Casa de la Piedad», administrada por el ayuntamiento. Resultaba pequeña, tenía poca capacidad y su organización, sin personal especializado, era precaria.

«Trabajos violentos» para echar a los pobres

De 1763 data un nuevo proyecto, para los pobres de la villa y los niños que no podían ser sustentados por sus padres, a los que se daría educación y oficio. A los mendigos forasteros se les acogería por un día y al día siguiente se les emplearía «en algún trabajo violento»: la rueda de la cordelería, sacar piedra de la ría… confiando que conseguirían así que no volviesen. De momento no se instaló la casa.

A instancias municipales, en 1770 se formó una cofradía -la Hermandad del Refugio- para que los vecinos principales impulsasen la Casa de Misericordia. Solicitó y obtuvo que en 1771 se crease esta, instalándose en el antiguo colegio de los jesuitas, que habían tenido que abandonar cuando fueron expulsados en 1763. Estaba en la calle de la Cruz, se llamaba Colegio de San Andrés y albergó también a la iglesia de los Santos Juanes, que se trasladó desde Achuri. La «Real Casa de Misericordia» ocupó lo que hoy es el Museo Vasco, si bien la extensión del establecimiento fue cambiando. Acogía a los pobres y huérfanos de la villa y a los mendigos forasteros por un día. La mantenían las limosnas que se recogían semanalmente y algunos arbitrios.

«En ella son acogidos todos los pobres de la población mayores de 7 años y no bajan de 250 los que […] la habitan actualmente», se escribía a mediados del XIX. Hacia 1800 debía de funcionar de forma modélica, a juzgar por los elogios que recibió de viajeros que visitaron Bilbao, entre ellos Laglancé y Humboldt.

La casa de Misericordia fue apoyada por los vecinos principales, cuyos legados permitieron mejorar las instalaciones y mantener la asistencia a los acogidos. No obstante, hacia 1860 las instalaciones eran insuficientes y no bastaba una lonja que se alquiló en Iturribide.

La idea de trasladar la Casa de Misericordia a San Mamés se lanzó a comienzos de 1871. Se proyectaba utilizar el solar del antiguo convento de San Mamés, que había desaparecido con la desamortización y que había sido comprado por Rafael Guardamino en 1848. En 1862 lo adquirió la Diputación y, tras las oportunas operaciones entre ambas instituciones, podía ser utilizada por Bilbao, desde que en 1870 recibió parte de la jurisdicción de Abando. Sin embargo, el proyecto planteó problemas. En un primer momento se pensó que San Mamés podía ser la sede del Ayuntamiento y muchos miembros de la Hermandad de la Misericordia pensaban que ésta estaría mejor en San Agustín, donde al final se construyó el Ayuntamiento.

San Mamés, un emplazamiento discutido

Conforme al proyecto, se construiría un edificio para la Misericordia y allí terminaría la «Gran Vía de San Mamés» que arrancaría de la plaza circular e iniciaría la urbanización de la zona anexionada por Bilbao. La mayoría de los miembros de la Santa Casa de Misericordia se opusieron y algunos dimitieron. Sus alegaciones: quedaba lejos del recinto de la villa, el Ayuntamiento había decidido sin consultarles y pretendía que empleasen en la construcción sus recursos, sin haber contado con ellos… La crisis tuvo su importancia, pues «los Hermanos» de la Santa Casa de Misericordia formaban parte de la élite bilbaína.

El Ayuntamiento lamentó en alguna reunión la «resistencia pasiva que presenta una parte de la Junta» y optó por tratar «tan delicado asunto» «con tacto y discreción». La resistencia fue enconada. Los opositores a irse a San Mamés presentaron 2306 firmas de vecinos, que pedían se trasladase a San Agustín. Por unos meses estuvo en juego la ubicación futura de Ayuntamiento y Misericordia. Esta vez el Ayuntamiento hizo caso omiso de la protesta y financió el nuevo edificio, endeudándose. Constituyó después otra Junta.

La nueva casa de Misericordia fue obra de Antonio de Goicoechea, que le dio una fisonomía ecléctica, con líneas neoclásicas y decoración barroca. Concebida como asilo para los indigentes, albergaba huérfanos o niños abandonados, que recibían educación, además de ancianos sin recursos. En el frontispicio la leyenda afirmaba «La caridad es la medida de la grandeza y de la perfección», planteado como un ideal bilbaíno.

Se financiaba por distintos medios: donativos, limosnas, rifas, una aportación municipal y los recursos de diversas actividades: panadería, agencia funeraria, servicio de sillas en los paseos, imprenta-encuadernación, así como el Instituto de Vacunación que regentó el doctor Carmelo Gil. En su momento (1912) se le adjudicó la administración de la plaza de toros. Entre los ingresos estaban también los devengados por la asistencia de niños a los entierros -solían desfilar hileras de niños de la misericordia, según la importancia del sepelio y lo que pagasen-. La costumbre subsistió hasta 1920, cuando se suprimió tras una campaña de 'El Nervión', que la consideraba indecorosa.

La Casa de Misericordia cumplió un papel fundamental en el Bilbao del desarrollo, por su asistencia a los pobres, los ancianos y los niños necesitados. Incidentalmente, debe señalarse que no se construyó la Gran Vía de San Mamés que se había pensado, pues el que iba a ser el eje del Ensanche no concluyó en la Casa de Misericordia. Cuando se planificó definitivamente el ensanche, en 1876, se desplazó algo el trazado. Hubo una razón peculiar. Tras la guerra carlista pesaron consideraciones militares. Estimaron que, si una tropa se hacía con la Misericordia, podría controlar toda la Gran Vía si esta quedaba alineada con el edificio. Por razones estratégicas, Bilbao giró a unos grados hacia la derecha y la Gran Vía llegó a ninguna parte -el Sagrado Corazón que la da termino no se construyó hasta medio siglo después-.

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