Muerte en Castrejana: el asesinato que inspiró la primera película bilbaína
Tiempo de historias ·
Los periódicos de 1922 evitaron hablar del «asunto especialmente privado» que unía a la víctima y su asesino, lo que convirtió la muerte de Mateo Unamunzaga, personaje destacado de la Liga Monárquica, en un puzzle que sigue sin encajar un siglo despuésEl asesinato conmovió a Bilbao y dos años después sirvió como base argumental de la primera película que se rodó en la villa, 'Un drama en Bilbao'. El crimen de Castrejana tuvo lugar en el camino entre en Basurto en Castrejana, arriba de la Cervecera del Norte. En propiedad, sería el segundo crimen de Castrejana, pues también se llamó así al asesinato en 1894 de un jornalero.
No se conserva toda la película, que introdujo cambios sustanciales en el suceso. Al parecer, lo insertó en la conflictividad del momento, en el que eran frecuentes los atentados sociales. Algunos dijeron que era un atentado político.
La víctima fue Mateo Unamunzaga, un hombre conocidísimo en Bilbao. Era una personalidad destacada de la Liga de Acción Monárquica de Vizcaya. Venía a ser jefe de las oficinas, con actividades organizativas. Esto respaldaría la idea del crimen político, pero varios periódicos negaron tal carácter, contra el criterio de La Gaceta del Norte. El día que mataron a Mateo, la Liga celebró en el Casino de Archanda un banquete para 600 comensales en honor del gobernador civil -Unamunzaga había participado en la organización- y sólo Juan Tomás Gandarias (a la sazón líder de los monárquicos) aludió al crimen, lamentándolo, pero sin atribuirle un trasfondo político.
No se atribuyó orientación política al asesino, identificado muy pronto. Según una versión, la policía lo sabía incluso antes. No era el perfil de los crímenes políticos, en los que mediaban ideologías, amenazas y ocultamiento del autor.
El asesinato se cometió la madrugada del domingo 30 de julio de 1922, hace un siglo. Mateo Unamunzaga, natural de Basauri, tenía 46 años y era soltero. Su historial no era un ejemplo de coherencia, pues, al decir de 'El Liberal', había sido nacionalista de izquierdas y republicano antes de llegar a monárquico combativo. En tiempos, fue secretario del Ayuntamiento de Basauri y acabó en la cárcel tras una disputa con el alcalde. Fue también secretario del Ayuntamiento de Lemona. Era amable y simpático, pese a su aspecto adusto. Al menos, eso dijeron tras su muerte. «Cuerpo de cíclope, alma de niño», «aspecto fiero, pero apacible».
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Podemos reconstruir el asesinato, pero paradójicamente el crimen queda en la penumbra. Los periódicos se callaron, a propósito, datos básicos, que sólo podemos conjeturar, aunque en el Bilbao de la época entenderían bien las elipsis. Incluso si interpretamos de la forma más verosímil las medias palabras, el crimen resulta algo incongruente. «Absurdo», dijeron por entonces los que notaron que algo no encajaba.
Unamunzaga vivía de forma algo relajada. Después de comer iba al Café La Unión, en la Ribera, bajo la sede de la Liga. Allí jugaba a cartas o al ajedrez. Quizás sea exagerada la imagen de que pasaba allí toda la tarde, sí parece cierto que por las noches solía estar en La Unión hasta las doce o doce y media, cuando marchaba a su domicilio, que estaba en el camino de Castrejana. A veces le acompañaban dos tranviarios que vivían junto a la Casilla.
La semana del crimen se acercó a La Unión Adolfo Salinas, que tenía 25 años y era de Huerta del Rey (Burgos), donde estaba su mujer, próxima a dar a luz. Adolfo llevaba ocho meses en Bilbao, a la espera de que le saliera un trabajo de cobrador en el tranvía. Vivía en Zugastinovia, hospedado por uno de los tranviarios que solía acompañar a Unamunzaga; el otro era su primo, que vivía en la misma calle.
Cuando Unamunzaga se enteró de que Adolfo estaba a la espera de un trabajo en el tranvía, le prometió interesarse, pues tenía influencias. Unos días después la gestión habría fructificado. Adolfo acompañó a Mateo hasta Castrejana. Allí sucedió «un incidente de índole muy especial», que incubó el drama. La noche siguiente repitieron el paseo, pero acabó mal. Era la una y media de la madrugada cuando Adolfo le disparó a Mateo. El tiro le afectó a la carótida y fue mortal de necesidad. En la versión más verosímil, auxilió al moribundo un sereno, que con un transeúnte lo llevó al Hospital, donde murió enseguida.
Detuvieron a Adolfo a las tres y media en su casa, durmiendo plácidamente, según dijeron. Se echó a llorar como un niño, por lo que aquello supondría para su mujer. No pretendía matarlo, sólo darle un susto, aseguró. Resulta creíble: que un hombre sin experiencia con las pistolas, imprecisas, diese por la noche un tiro tan certero tuvo que deberse, en parte, a la casualidad.
Los relatos no desvelan lo fundamental. ¿Por qué disparó a Unamunzaga? Todos los periódicos coinciden en algo: era un asunto que no se podía publicar. «Se trata de un asunto de índole privada», «el respeto que merecen nuestros lectores nos impide revelarlo», «es algo perfectamente repulsivo», «nos limitaremos a soslayarlo, porque las columnas de la Prensa no deben mancharse en indignidades».
La rotundidad unánime y el ocultamiento general -socialistas, nacionalistas, republicanos, monárquicos, los distintos periódicos coinciden por una vez- sólo tiene una explicación: en el caso rondaba alguna relación de índole homosexual, materia que en la época se rehuía. Queda sugerida con alguna frase. «Parece ser que en las noches pasadas» surgió una relación «de índole muy especial» entre los dos hombres. Hubo «algunas escenas incomprensibles entre hombres», «le ha hecho determinadas proposiciones».
Con ese trasfondo se aclara algo el crimen. Según contó el tranviario que le alojaba, al día siguiente del primer paseo nocturno se encontró con Adolfo y le asombró que tuviese dinero para comer en un café e invitarle a fumar un puro, pues siempre estaba «a la cuarta pregunta». Le sacó que Mateo le había dado cinco pesetas, no queda claro si en pago o por generosidad. En su versión, Adolfo le contó que le había deshonrado, con una propuesta «de cierto género». Los dos tranviarios aseguraron que al final del día Adolfo estaba rabioso, repitiendo que mataría a Mateo si aquella noche le repetía la proposición.
Tras jugar al ajedrez, aquella noche Unamunzaga marchó con los tres hacia Castrejana, a la hora de costumbre. Según contaron los tranviarios, en la Casilla los dejaron solos, para ir a la policía, a contar la amenaza de Adolfo; la policía salió corriendo hacia Castrejana, pero llegó tarde. Mateo habría repetido su propuesta y Adolfo le disparó.
Cosas que no se entienden
El relato resulta incongruente. Primero: no se entiende que tras unas relaciones consentidas Adolfo concibiera sin más tales deseos de venganza, máxime cuando parecía disfrutar del dinero que había recibido. Segundo: para impedir el crimen hubiese bastado que los tranviarios siguieran hacia Castrejana. Resulta incomprensible que marcharan a anunciar la tragedia a la policía, en vez de imposibilitarla. Tampoco se entiende que lo delatasen rápidamente, en un ambiente en que la delación estaba mal vista.
Cabe suponer que, tras descubrir lo que había sucedido el día anterior, convencieran a Adolfo de su deshonra -por homofobia o por otra razón- y le propusieran asustar a Unamunzaga. Y que, tras oír el disparo -y quizás ver el resultado- corrieran a la comisaría a delatar al asesino, no fuera que los tomaran por inductores. Dos periódicos señalan que el asesino tenía pocas luces.
Una cuestión clave salta sólo de refilón en la prensa. Adolfo usó una pistola, cuya posesión no estaba a su alcance. ¿De dónde la sacó? Cuando lo detuvieron dijo que la había echado entre Castrejana y Zugastinovia, pero no la encontraron.
Al ir a detenerle, el tranviario dueño del piso pidió que le dejaran entrar antes, para que no se asustase su mujer que (también) estaba a punto de dar a luz. ¿Pudo hacerse entonces con la pistola? No es inverosímil, pero estas conjeturas salen ya de las funciones del historiador.
Sin duda, el segundo crimen de Castrejana fue complejo. Se echó tierra sobre el asunto, pero parece incuestionable el trasfondo homosexual del drama.
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