Matxin, el marino de Mungia que desafió a Barbarroja
Tiempo de historias ·
Personaje semilegendario, las crónicas recogen sus hazañas en la batalla de Previsa y el sitio de Castelnuovo, donde prefirió ser decapitado a cambiar de bandoNuria Lago
Viernes, 23 de noviembre 2018, 01:14
Durante los conflictos entre la cristiandad y los turcos por el control del Mediterráneo en 1538 hubo un personaje que perduró en el tiempo. Como una sombra en un espejo fue Matxin de Mungia, marinero vizcaíno que cambió el Cantábrico por el Mediterráneo y la paz que reinaba tras los conflictos de oñacinos y gamboinos por las batallas navales.
Aunque para algunos sea un personaje legendario –véase la entrada correspondiente en la Enciclopedia Auñamendi–, lo cierto es que aparece documentado en las crónicas y libros de cuentas de la época. Lo que no nos ha llegado es una descripción clara, por lo que Matxin será el reflejo de las necesidades de cada momento histórico, pra acabar convertido en un elemento novelesco moldeable.
Hacia 1530 dos grandes imperios se batían por el control del Mediterráneo: el Turco y el Español. Los otomanos, liderados por Solimán el Magnífico, querían expandir sus territorios. En 1529 sus avances expansionistas fueron detenidos en Viena, lo que no les impidió seguir intentando controlar el Mediterráneo. Mientras, los Habsburgo buscaban también engrandecer sus dominios. El conflicto estaba servido y especialmente aliñado por intereses económicos. Son las guerras Habsburgo-Otomanas (las guerras del Turco, como se las definió aquí).
En estos comienzos, el Mediterráneo fue el marco más emocionante de conflicto. Tanto Solimán como Carlos I se reconocían como oponentes poderosos y tuvieron, en correspondencia, a dos grandes almirantes enfrentados: Barbarroja (Khair ad Din) del lado turco, y Andrea Doria, genovés que anteriormente había servido al rey de Francia, del lado de Carlos I.
La Liga Santa contra el Turco
Debido a las conquistas-piraterías de Barbarroja, la República de Venecia impulsó la idea de una Liga Santa que les permitiera recuperar territorios y asegurar un comercio estable. Así en 1538, el Papa Pablo III materializó la Liga, compuesta por la Santa Sede, Venecia, el Imperio Español, el Archiducado de Austria y los caballeros de la Orden de Malta. Estas fuerzas navales conjuntas tenían muchos efectivos, y entre sus capitanes podemos encontrar documentado a Matxin de Mungia, al servicio directo de Doria.
De Matxin, poco se sabe. Apenas que nació en el caserío Trobika, en Mungia, en fecha desconocida. De él nos queda el eco semilegendario de su carrera, en la que destacan dos grandes episodios: la batalla de Previsa, o Préveza, en Grecia; y el sitio de Castelnuovo, en Montenegro.
La batalla de Previsa se libró en 1528 entre fuerzas algo desiguales, con ventaja numérica para la recién creada Liga. Pero no todo era fuerza, también la estrategia importaba. Y Doria cometió el error de salir tarde de puerto, lo que, unido a vientos desfavorables, le supuso una derrota estrepitosa... y un inesperado éxito para Matxin, quien consiguió volver victorioso. Mientras muchos barcos eran hundidos, hechos prisioneros y quemados por Barbarroja, el marinero de Mungia consiguió salir ileso y regresar a puerto. Eso sí, con su nave destrozada tras plantar cara al enemigo y causarle graves daños. Fue el héroe del día, al salvar el honor de la Liga ante una derrota inexcusable.
De hecho, su valor aparece recogido en crónicas posteriores, como la de Prudencio de Sandoval, 'Historia, vida y hechos del Emperador Carlos V', que nos cuenta de la batalla que «(...)habiendo peleado maravillosamente todos con sus capitanes Bocanegra y Machín de Monguía, echando a fondo tres galeras turcas. Estuvieron sobre la de Monguía ochenta y cinco galeras y fustas que la quebraron el árbol, y las obras muertas, quemando las velas; cargaron en ella tantas por la grandísima resistencia y estrago que hacía». Como se ve, el barco de Matxin sobrevivió a duras penas después de perder todos los aparejos, pero su valor está fuera de dudas. No será tan benévolo el cronista con Andrea Doria, del que dice «habiendo perdido aquel día la honra y fama que de buen capitán tenía, por querer saber mucho, y aun mató los faroles porque el enemigo no lo siguiese, como le seguía».
Después del sonado fracaso, los restos de la fuerza naval se dirigirán a Castelnuovo (actualmente, Herceg Novi, en Montenegro) tomando la ciudad. Dentro de los capitanes que participaron está documentado Matxin de Mungia como uno de los quince que contaba con su propia bandera o compañía.
Un enclave fundamental
A raíz de este hecho, la Liga se deshizo por intereses territoriales y comerciales. Carlos I reclamó la ciudad como propia frente a Venecia: y sin las naves venecianas, los barcos restantes no podían enfrentarse a Barbarroja. La situación se volvió muy difícil para los Tercios que se acababan de establecer en Castelnuovo. El enclave era fundamental, pues permitía tener un buen puerto en el Mediterráneo y dar acceso a los Balcanes, donde los turcos aún eran fuertes. El asedio sería el siguiente paso de Barbarroja, en 1539.
Matxin de Mungia, bajo las órdenes del Comandante Sarmiento, fue el encargado de repeler los primeros ataques con éxito. De nuevo Sanvodal es claro « ...el capitán Machín de Monguía y otros (...) trabando una escaramuza los metieron [a los turcos] por fuerza en la mar, quedando muchos muertos». Durante el asedio, Barbarroja les ofreció rendirse, dejar las armas, y volver a casa, pero todos continuaron la lucha. Y el asedio siguió… hasta que fueron apresados.
A Matxin, según cuenta la historia, Barbarroja le tentó con la posibilidad de unirse al bando turco y abrazar su fe musulmanan, a lo que se negó categóricamente. «Rogó a Machín de Monguía que se tornase turco, loándole mucho lo de la [batalla de] Previsa, y porque no lo quiso hacer y le respondió como valeroso vizcaíno, le mandó luego degollar en el espolón de su galera». Barbarroja lo decapitó sin contemplaciones a él y al resto de supervivientes.
Hasta aquí, las aventuras documentadas de Matxin. Lo curioso son las innumerables batallas que ha lidiado posteriormente con la historia. Así, hasta el siglo XIX, se recurrió a él como ejemplo de cristiano devoto desde el comienzo, cargando los acentos en su fe y la negativa de volverse musulmán. Durante el Romanticismo, se buscará ensalzar su valor patriótico, se resaltará su españolidad y su lucha por el rey y el Imperio frente a la invasión, y por último, el personaje será recuperado por el nacionalismo vasco, que ensalzó de nuevo su fidelidad religiosa, precisamente uno de los pilares en los que el nacionalismo se apoyaba. Ejemplo de ello lo tenemos en la novela 'Matxin Mungiarra', escrita en 1899 y publicada por fascículos en 'Euskalzale' por J.L. Zutagape. Otro ejemplo es el artículo de Juan E. Delmas, que termina con la frase «así mueren los valientes que no olvidan á su Dios y á su pátria, y así se conserva su nombre eternamente en la memoria de las generaciones».
Ya en el siglo XX, su recuerdo también aparecerá durante la Guerra Civil. En el batallón 13 'Itsasalde', una de las compañías del batallón 13 'Itsasalde' se llamará Matxin. Combatirá en el frente de Elgueta, para finalmente acabar en Bilbao, en la zona del camino de Santo Domingo a Artxanda. Finalmente, Matxin volverá a una nueva batalla, esta vez en manos de Arturo Pérez-Reverte, que lo citará en su artículo 'Cortos de razones, largos de espadas', de nuevo con su empeño en luchar por España como rasgo destacado. El novelista lo convirtió en Machin de Gorostiola, en uno de los personajes de 'Corsarios de Levante', novela del ciclo del Capitán Alatistre.
Pocas personas de la historia estarían dispuestas a luchar tantas batallas para acabar teniendo una calle, Matxin bidea, en su localidad natal.
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