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Francisco de Longa, 'Armero', en el centro y a caballo, en un cuadro del pintor Augusto Ferrer Dalmau. E. C.

'Matafranceses', 'Cortaorejas', 'la Mal Peinada' y los 400 guerrilleros

Tiempo de historias ·

Las 'Glorias babazorras' son un monumento de papel a la memoria de los luchadores alaveses de la Guerra de la Independencia, que son recordados por sus llamativos apodos

Lunes, 26 de noviembre 2018, 01:08

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El Memorial de Veteranos del Vietnam es un gigantesco monumento nacional de los Estados Unidos que se encuentra en Washington. Honra a los más de 58.000 soldados de sus fuerzas armadas que fallecieron en una de las últimas grandes guerras coloniales de la historia. Cada año es visitado por casi 4 millones de personas. Uno de sus elementos fundamentales es el muro en el que están inscritos los nombres de todos los muertos. Un sencillo homenaje de respeto y memoria individualizada.

Cuando un tal 'Peruchico' (Ángel Albéniz Gauna, padre de Isaac, el músico) publicó en 1855 sus 'Glorias babazorras', un extenso poema de octavas reales -estrofas de ocho versos endecasílabos con rima alterna los seis primeros y pareado los dos últimos-, construyó un homenaje de papel a todos los alaveses anónimos que lucharon, sufrieron o murieron en la Guerra de la Independencia, durante la invasión francesa. Aparte de la retórica y la grandilocuencia de su verbo triunfal, el poeta alavés aporta un importante dato histórico al que no se ha dado mucha importancia. Albéniz nombra por su apodo, su nombre de guerra, a muchos de los que intervinieron y luego en un anexo desvela las iniciales del nombre y el apellido real que está detrás del sobrenombre. Se ha escrito mucho de los grandes guerrilleros, de los generales, pero no sabíamos casi nada de los voluntarios de a pie, de los que tanta labor hicieron por el triunfo de los aliados y la expulsión de los franceses.

Hemos sabido por los grandes historiadores de cabecillas de partidas como Fernández de Leceta, 'Dos Pelos'; o de Francisco de Longa, 'Armero'; y especialmente del general Miguel de Álava, al que denominan 'Pajarico'. Pero nada sabíamos de tipos como 'Matafranceses', 'Balanza', 'Ballena', 'Bocamarta', 'Berdeles', 'Barullo', 'Borrasca', 'Chonchis', 'Calamocha','Chauchau', 'Chisquinasque','Chatarri', 'Ciernemoscas', 'Chinchortas', 'Chochorrín', 'Cagolitas', 'Cortaorejas', 'Cilimiquitón', 'Chupadica', 'Chorramandiles', 'Chocholo', 'Compralugares', 'Chorraplatas', 'Dron', 'Malpelo', 'Macarrón', 'Pichiburu', 'Moco', 'Moquico' y 'Mocoverde', 'Quincefolios', 'Pitirris', 'Canela', 'Turrullé' o 'Solfas'. Ni de mujeres como 'la Potola', 'la Mal Peinada', 'Marichu' o 'la Cagatorras', que se dedicaron a curar heridos «cual ángeles enviados desde el cielo llevando a todas partes el consuelo».

Como vemos, sobraba ingenio y buen humor en el pueblo alavés -el apodo era algo muy arraigado en toda España- para imponer esta colección de sobrenombres, que nos da la oportunidad de sacar del olvido a aquellos vecinos a los que tocó el papel de «Mártires gloriosos» si perecieron , o «de Álava nobles hijos generosos, o guerreros del Zadorra», como rezan los versos del bardo. Hombres y mujeres que salvaron «a la ciudad que nunca fue humillada, la inmortal Vitoria».

Pero además el poema otorga a cada uno de los 403 nombrados (entre ellos, 39 mujeres) una misión, una acción, una hazaña: Una partida encargan al 'Troyano', otra le adjudican al menor de los 'Papeles', veinte caballos van con el 'Aldeano', doce aduaneros siguen a 'Berdeles', recaudador le nombran al 'Riojano'. El 'Herrero de Ubidia' es presidente de la junta de armamento. «Si el arma de un francés hiere al 'Ranero' y un casco de granada a 'Muñeguete', el afilado sable del 'Ajero', a cuatro granaderos arremete. La punta de su lanza, 'el Aceitero', con fuerte empuje en el francés la mete, y el arcabuz descargan con coraje, 'Otana', 'Renta' 'Bolsa', 'el Rubio' y 'Paje'». Este es el tono bélico que utiliza 'Peruchico'. «'Chauchau', 'el Chicho', 'Trémula', y 'Calzones', 'Conchico', 'el Romo', 'Gabilán' y 'Espanta' reparten sus mandobles de tal suerte que en el campo francés siembra la muerte». Y el valor y la fuerza de los locales es tan considerable «que bastan para cien franceses con cinco o seis soldados alaveses». La épica guerrera se vuelve humanidad cuando se habla de que 'la Chucha', 'la Moñete' y 'Ricopelo'. «Revueltos en su sangre y ateridos hallan al padre, al hijo y al hermano con hijos de la Francia confundidos: sin distinción alguna, con su mano acuden por doquier a los heridos con tierno corazón y afecto humano».

Como un ejército de sombras, los guerrilleros alaveses se mueven como centellas en su territorio. Así refleja el poema que llegan a todos lados burlando la vigilancia francesa. «De julio el día trece en Crispijana, de agosto el día seis junto a Arganzón. El quince de setiembre en Antezana, que digan del francés la situación».

Sin duda, recoger los 403 nombres de los alaveses que participaron de lleno en la lucha contra los franceses es la aportación más interesante del libro. «He de cantar de nobles infanzones, sus hechos, sus apodos y blasones», escribe en la primera estrofa del canto primero.

Funcionario itinerante

José Santos de la Iglesia escribió en 2009 un pequeño libro sobre la biografía de Ángel Albéniz Gauna y de su hijo, el gran músico Isaac Albéniz Pascual. Fue un encargo del entonces presidente de las Juntas Generales de Álava, Juan Antonio Zárate, para recordar el centenario del fallecimiento del genial compositor. El autor glosa la figura de Albéniz Gauna, 'Peruchico' y su difícil relación con su hijo Isaac. Los datos dejan claro que los Albéniz son una familia alavesa entroncada en la aldea de Larrea. 'Peruchico' había nacido en Vitoria en 1817 y su profesión como funcionario aduanero le llevó por toda España, razón por la que casó con una catalana, Dolores Pascual Bardera, y en Camprodón nació Isaac.

Santos de la Iglesia describe a Ángel Albéniz Gauna como «afín a la masonería y hombre de firmes convicciones liberales». En 'Glorias Babazorras' «hace un relato descriptivo y vehemente de los diversos avatares que los guerrilleros alaveses vivieron durante la Guerra de la Independencia». El musicólogo y organista señala también que «la narración, no libre de exageraciones, lances fortuitos, invenciones y ocurrencias, trata de ser una loa a las tierras y las gentes de Álava. Al valor, arrojo y patriotismo de aquellos entregados combatientes, todos ellos gente llana del pueblo alavés, que defendieron la libertad de su país frente a las pretensiones del ejército francés al que retrata con trazo sarcástico y tintes sombríos». Sigue Santos de la Iglesia afirmando en esta obra que entre los guerrilleros sobresale el padre del propio Ángel, Juan Matías Albéniz, a quien se refiere con el apodo de 'Perucho' y que el autor muestra como un «luchador arrojado y temerario». Ese sobrenombre paterno le sirve para crear su propio seudónimo 'Peruchico' con el que firmó sus escritos.

En 1966, el Ayuntamiento de Vitoria, la Diputación y las autoridades gubernamentales enterraron en el monte de Júndiz la primera piedra de un monumento a los guerrilleros de la Guerra de la Independencia que nunca se levantó, tal y como ha recordado en varios artículos la Asociación Histórica Vitoria 2013, que trata de preservar la memoria de todo lo ocurrido aquellos años y de recordar a todas las víctimas y protagonistas de aquella terrible contienda, a los que ahora podemos poner nombre y apellido gracias a Ángel Albéniz Gauna, 'Peruchico'.

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