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Miguel Gutiérrez-Garitano
Miércoles, 21 de septiembre 2022, 18:49
Miguel Gutiérrez-Garitano es presidente de la Sociedad geográfica La Exploradora.
Tratemos de imaginarnos el cuadro: una isla paradisíaca, rodeada de manglares y playas. Y, en torno, un océano azul turquesa festoneado de islotes con cientos de recintos construidos con bloques de basalto negro unidos sin argamasa; solamente mediante un inteligente sistema de apilamiento y encaje, aprovechando la forma y la disposición de las piezas. El conjunto es apabullante: una auténtica ciudad perdida, de grandeza megalítica, de edificios sobre islas entre canales, en mitad de las aguas del Pacífico. En lengua vernácula, de hecho, Nan Madol -que es como se llama esta maravilla calificada Patrimonio Cultural Mundial en 2016 por la UNESCO- 'El Espacio Entre Medio', en alusión a las lenguas de agua que separan las construcciones. A pesar de su espectacularidad, el lugar es poco conocido si se compara con la fama, por ejemplo, de la Isla de Pascua, otra enigmática maravilla que cobija el gran océano.
Nan Madol está situada en la isla de Pohnpei, que constituye uno de los cuatro estados que conforman los Estados Federados de Micronesia; se trata de un lugar misterioso por aislado, porque para llegar a ella, turistas y estudiosos se enfrentan a varias escalas aéreas desde Papúa o Guam. Pero una vez en el lugar quedan subyugados por esa mezcla de paraíso natural y maravilla arquitectónica única; Pos eso han apodado a menudo a Nan Madol, como la 'Venecia del Pacífico'. Y su historia es, si cabe, más insólita de lo imaginado.
La isla comenzó a poblarse en el siglo II d. C; pero fue a comienzos del siglo XII cuando una nueva clase dirigente, los Sau Deleur, comienza la construcción de Nan Madol, desplazando a los habitantes de Pohnpei a la nueva ciudad. La hoy abandonada urbe megalítica se levanta en una ensenada al este de la isla. En su apogeo -entre los siglos XIII y XVII d. C.- la isla llegó a albergar a unos 30.000 habitantes dirigidos por los reyes Sau Deleur y por una clase sacerdotal de carácter aristocrático. Juntos llevaron a esta isla perdida en mitad de la nada a altas cotas de desarrollo cultural y urbanístico; gracias a un artículo del doctor Billie Lythberg sabemos que «las gentes de Pohnpei movieron 1.850 toneladas de rocas de basalto al año durante cuatro siglos», lo cual es una hazaña a la altura de las más grandes civilizaciones de la antigüedad.
Los enormes bloques -algunos de los cuales pesan varias toneladas- eran transportados desde las montañas (volcanes apagados) de la isla, a más de cuarenta kilómetros de la ciudad, sin que hasta hoy se conozca el método utilizado para lograrlo; defendiendo la mayoría de expertos, que los bloques eran transportados en balsas por mar, dada la imposibilidad de cargar con ellos por la accidentada selva de Pohnpei. Lo que demuestra, según el experto Lythberg, no sólo el enorme poder humano de trabajo, sino la solidez del grupo dirigente Sau Deleur y su capacidad de liderazgo.
Nan Madol está perfectamente subdivido en sectores según la actividad a la que estos se dedicaban; el sector suroeste, Madol Pah, era el centro administrativo, mientras que el noreste -Madol Powe- está dedicado al culto y al enterramiento. El edificio más famoso y destacado es el cementerio real o Nandauwas, un edificio de más de diez metros de altura conformado por bloques que superan las veinticinco toneladas. Los cuales quedan en nada cuando se observan los que se dispusieron para construir los diques y murallas destinadas a proteger la ciudad del poder de las olas. En Madol Powe, que consta de unos 60 islotes, vivía la clase sacerdotal, para dirigir los extraños cultos en los que se ofrecían sacrificios a los dioses y se consumían perros y tortugas. Había islotes donde se construían canoas, otros donde se preparaba aceite de coco y otros donde se enterraba a los muertos de alcurnia o se llevaban a cabo las ofrendas y liturgias.
El desconocimiento en torno a la cultura que construyó Nan Madol, hace que gran parte de las creencias que dominan hoy sobre el asunto pivoten en torno a leyendas y prejuicios. Según la tradición oral vernácula, los Sau Deleurs (Sau es 'jefe' en vernáculo) fueron al principio unos sabios dirigentes cuyo ancestro era el héroe Olosohpa. Según se dice en la isla esta dinastía terminó siendo cruel y tiránica, por lo que finalmente fue derrocada por una revolución comandada por el héroe Isokelekel, que descentralizó el poder y cuyos descendientes son los actuales habitantes de la isla. Tras la caída de los Sau Deleurs, Nan Madol fue, poco a poco, quedando deshabitada; hasta constituir la ruina magnífica sobre el coral y festoneada de selva y manglar que conocemos hoy. Los habitantes actuales de Pohnpei evitan la zona porque, según creen, Nan Madol fue construida con la magia negra de dos hechiceros Sau Deleurs gemelos conocidos Olosohpa y Olosihpa. Piensan que mediante conjuros consiguieron que enormes pájaros trajeran las rocas desde muy lejos para construir los muros y canales; y rara vez se dejan caer por allí pues están convencidos de que está poblada de espíritus malignos.
Los europeos, por su parte, descubrieron la isla de pohnpei por primera vez en el siglo XVI; el primero fue el vizcaíno Toribio Alonso de Salazar -el 22 de agosto de 1526-, que, muertos Juan Sebastián Elcano y García Jofré de Loaiza, se hizo con el mando del único barco que le quedaba a la segunda expedición que dio la vuelta al mundo por mar; descubriendo además las Islas Carolinas -entre las que se encuentra Pohnpei- y las Islas Marshall.
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La primera expedición que desembarcó en el lugar fue la de Pedro Fernández de Quirós, que llegó a bordo del buque 'San Gerónimo' en octubre de 1595. Hubo que esperar hasta el siglo XIX, no obstante, a que, desde el Viejo Continente, se reclamaran las islas; los españoles las ocuparon, fundando en Pohnpei -a la que llamaron Ponapé- el pueblo de Santiago de la Ascensión. Pero fue una colonización de todo menos pacífica, que traía poco beneficio y muchos quebraderos de cabeza a los hispanos. En una ocasión, todos los españoles fueron asesinados por los isleños, viéndose obligada la metrópoli a enviar soldados desde Guam y Filipinas. Pero, las emboscadas y golpes de mano no se detuvieron. Hasta que España se hartó y vendió el archipiélago a Alemania. Después fue ocupada por Japón y EEUU respectivamente, hasta la independencia, que llegó bien entrado ya el siglo XX.
Los occidentales, enamorados de la belleza del lugar, acuñaron para Nan Madol el apelativo de 'Octava maravilla del mundo'; pero su experiencia sangrienta y la fama de magia negra y misterio que tenían las ruinas, les dejaron una impronta profunda. Tanto que el mundialmente famoso escritor estadounidense H.P.Lovecraft, creador del género del 'Horror Cósmico', situó varias de sus tramas en la isla de Ponapé (Pohnpei); donde, según sus relatos, vivía una degenerada raza de humanoides hechiceros que rendían culto a un monstruo primordial, el Gran Cthulhu, que habita en una ciudad sumergida no muy lejos de Nan Madol.
Una maravilla natural, una ciudad monumental, una civilización aislada, un hervidero de leyendas y relatos. Todo eso es Nan Madol, maravilla arquitectónica aislada en mitad del océano.
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Jon Garay y Josemi Benítez (Gráficos)
Óscar Beltrán de Otálora e Isabel Toledo
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