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Imagen de una de las primeras centralitas de teléfonos, de finales del siglo XIX.

Así llegó el teléfono a Bilbao en 1882

Tiempo de historias ·

La primera línea se tendió en el territorio en 1878, cuando apenas había pasado dos años desde que Graham Bell patentara su invento

Lunes, 1 de noviembre 2021, 00:23

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El primer listado de teléfonos de Vizcaya que conocemos es de 1888. En él figuran 314 abonados en Bilbao y 48 en la sucursal de Portugalete, que incluía números de la margen izquierda, la zona minera y el otro lado de la ría; algunos los encontramos también en el listín de Bilbao, como los de Casilda de Iturrizar y Carlos Jacquet.

La mayor parte de los teléfonos quedaba asociada a la actividad profesional (Hilario Lund, maderero; Martínez Rivas, minero y fabricante; Ramón Basterra, asegurador; Salustiano Orive, farmacia). De otros se especifica que es el domicilio: José Vilallonga, Pedro Errazquin, José Luis Costa, etc. En conjunto, proporcionan la imagen de la élite bilbaína. Las personalidades señeras de la villa tenían ya teléfono. También los periódicos ('El Noticiario Bilbaíno' y 'El Diario de Bilbao', entre otros), el restaurante La Prusiana, empresas destacadas (Banco de Bilbao, Fábrica del Gas, Fourcade y Gurtubay, entre las más sobresalientes), algunos establecimientos, como la relojería y joyería Anduiza, confitería El Buen Gusto, ultramarinos La Concha Colonial… Era el Bilbao que se modernizaba.

El teléfono número 1 correspondía a Emilio Campuzano y el 2 a los «Sres. Echevarría». Esta circunstancia tiene su explicación. Federico Echevarría había sido el promotor del teléfono en Bilbao y Emilio Campuzano fue el administrador de la primera compañía telefónica que hubo en la villa.

La primera noticia de una línea en Vizcaya es de 1878, dos años después de que Graham Bell patentara el teléfono. Se proyectaron dos líneas, entre Bilbao y Portugalete –esta conexión era clave, para advertir de la llegada de barcos al Abra, fundamental en el comercio que se negociaba en el Arenal- y entre Bilbao y Orduña, de donde se conectaría con el interior de España. No conocemos si estas líneas llegaron a tenderse y a funcionar con alguna fluidez.

Por eso, el arranque certero del teléfono en Bilbao fue en junio de 1882, cuando el empresario Federico Echevarría Rotaeche, junto a su cuñado Juan de Zuricalday, consiguió la autorización municipal para instalar una línea telefónica entre sus oficinas de la Gran Vía y el Casco Viejo. Fue la primera que hubo en la villa. Ese mismo año Heraclio Fournier tendió una línea en Vitoria, también para sus negocios, y en 1883 hicieron lo propio los Brunet en San Sebastián. En los tres casos fueron empresarios destacados.

Federico Echevarría, que por entonces tenía negocios muy diversos, fue el principal impulsor del teléfono en Bilbao. Además, gestionó con su hermano José la instalación de una línea en la margen izquierda y después al otro lado de la ría. Quería crear una red provincial.

El 25 de abril de 1887 se constituyó en Bilbao la sociedad Orduña y Cía., que integró a Federico y José Echevarría. La promovía el ingeniero de canales, caminos y puertos Carlo Orduña Muñoz, natural de Málaga, que tras una dilatada experiencia profesional había abandonado la actividad pública y había logrado, en agosto de 1886, una concesión para instalar la red telefónica. Las líneas de los Echevarría se integraron en las de la nueva sociedad. El administrador fue Emilio Campuzano, que era cuñado de Carlos Orduña, pues estaba casado con su hermana Herminia Orduña. Fue una personalidad notable en el Bilbao de la época, de lo que da fe el centro de estudios y la plaza que llevan su nombre.

La Red Telefónica de Bilbao

Emilio Campuzano había nacido en Santiago Compostela en 1850. Fue militar y participó en la guerra carlista. En 1879 obtuvo la licencia, con el grado de capitán. Ya vivía en Bilbao, donde fue profesor de la Escuela de Arte y Oficios. Su labor como administrador de la compañía telefónica no duró mucho, pues acabó cuando en julio del 89 se constituyó una nueva sociedad, la Red Telefónica de Bilbao. Emilio Campuzano siguió dedicado a su actividad docente, que no había abandonado, y desde 1900 fue Director de la Escuela de Artes y Oficios de Bilbao, hasta que se jubiló en 1932, con una gestión que adaptó estos estudios a la modernización de la villa. Murió en 1938.

La Red Telefónica de Bilbao, en la que estaban los hermanos Echevarría, así como Manuel y Pablo Zuricalday y Cosme Palacio, gestionó parte de la red vizcaína, integrándose después en la Compañía Peninsular de Teléfonos, de origen catalán, que desde 1891 buscaba operar en todo el territorio nacional y que adquirió la red del Noreste de España.

En España el desarrollo del teléfono fue muy lento, en consonancia con las limitaciones del desarrollo industrial y como efecto, también, de la desconfianza que producía el nuevo sistema de comunicación, la competencia de telégrafos, que temía por su negocio, y pequeñas inversiones que crearon una red fragmentada.

En Bilbao inicialmente el servicio era al parecer muy deficiente, y muchas veces resultaba difícil la conversación. Además, la organización telefónica en Vizcaya fue algo caótica. Existió también una Red de Telefonía Urbana, con presencia en el Casco Viejo y en las dependencias del Ayuntamiento de Bilbao y de la Diputación de Vizcaya. En distintos momentos habría otras concesiones particulares, como la de la línea entre Bilbao y Galdácano, a nombre de Santos Letona, las líneas de Valmaseda y de Ortuella, ambas de Jesús Urrutia, entre otras. La compañía telefónica nacional se formó en 1924, haciéndose cargo de las distintas líneas.

Un momento clave en esta evolución fue el 19 de diciembre de 1895, con importancia en la historia de las comunicaciones de Bilbao. Ese día, a las 7 de la mañana, se inauguró el servicio telefónico interurbano. Por vez primera vez se ofertaba comercialmente la posibilidad de hablar por teléfono desde la villa con otras ciudades. Bilbao recibió la novedad sin especiales solemnidades.

Telefonemas y conferencias

La villa quedó conectada a la Red Interurbana del Nordeste de España, desde la que podía hablarse con veinte poblaciones, incluyendo Madrid, Barcelona, Pamplona, San Sebastián, Vitoria, Zaragoza y Valencia. Durango fue la otra localidad vizcaína que se integró en la red. El servicio incluía dos modalidades: los telefonemas, avisos por palabras (mínimo, 15 palabras), que se entregaban a domicilio, y las conferencias. Estas requerían aviso previo, duraban 3 minutos prorrogables otros tantos (sólo si no había peticiones pendientes podría hablarse más). Había también servicios especiales para la prensa, de 15 minutos; se calculó que así los periódicos podrían triplicar la información, con el mismo coste. Se recordó entonces la necesidad de sincronizar la hora de las distintas localidades, lo que estaba ya dispuesto pero que no debía de cumplirse a rajatabla y resultaba imprescindible para la conexión telefónica.

No era un servicio barato. Hablar tres minutos con Barcelona salía 4,25 ptas., y 3,75 con Madrid, aproximadamente el sueldo diario de un obrero. Se utilizaría sobre todo para noticias urgentes y para negocios y comunicaciones mercantiles. El precio era excesivo para comentarios intranscendentes.

El nuevo servicio telefónico se acogió con enorme satisfacción. El sonido llegaba con calidad. «No tenemos más que frases de elogio para el servicio telefónico». Alababan la puntualidad de las comunicaciones «y la notable perfección con que funcionan la línea y los aparatos». Por entonces, las comunicaciones telefónicas requerían la intervención de una operadora, quedaba aún lejos el automatismo.

La aparición de las comunicaciones telefónicas con otras ciudades fue inmediatamente utilizada por los periódicos, que desde entonces incluyeron una sección de noticias «por teléfono», distintas a la de «por telégrafo», esta con noticias más escuetas.

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