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Interior de la sala de recepción y expedición de los cables submarinos en la Oficina Central de Telégrafos de Londres a finales del siglo XIX.
Tiempo de historias

Así llegó el primer cable de telégrafo submarino a Bilbao

En diciembre de 1872 se estrenó una línea de 900 kilómetros que comunicaba directamente una estación de Cornualles, en Reino Unido, con otra situada en el Arenal bilbaíno

Jueves, 22 de diciembre 2022, 01:22

En diciembre de 1872, ahora hace 150 años, Bizkaia quedó conectada directamente a la primera gran red internacional de comunicaciones, la del telégrafo eléctrico: a ... comienzos de mes el Ayuntamiento se preparaba para el acontecimiento. El día 16 se terminó el tendido del cable telegráfico entre Inglaterra y España, que tomaba tierra por Las Arenas, en Arrigunaga, de donde seguía a Bilbao. Fue la primera línea submarina de telégrafo internacional que tuvo España -salvo la línea Cuba-Florida-, si bien había ya conexiones terrestres y un cable entre Valencia y Baleares.

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Al inaugurarse la línea, la principal autoridad de Londres saludaba al alcalde de Bilbao en los siguientes términos, en el que fue el primer despacho telegráfico llegado a la villa desde el extranjero sin pasar por una estación intermedia: «El lord corregidor de Londres al alcalde de Bilbao: el lord corregidor de Londres se congratula, como el alcalde de Bilbao, de las facilidades que proporcionará la comunicación por cable, y confía en que aumentará las relaciones mercantiles y la amistad entre los países». Se concluyeron las pruebas el 24, pero el mensaje llegó unos días antes, pues lo publicó el periódico 'El Imparcial' el día 19. No sabemos los términos de la respuesta, pero sí que Bilbao estuvo a la altura, pues el 5 de diciembre de 1872 el pleno municipal «acordó dirigir un saludo al Alcalde de Londres con motivo de haberse establecido el telégrafo submarino que ha puesto comunicación directa aquella plaza con la de Bilbao».

Fueron protocolarios, pero los saludos intercambiados entre Bilbao y Londres tenían su importancia histórica. Daban la bienvenida al medio de comunicación que representaba la modernización. Era especialmente relevante para el puerto bilbaíno, bien relacionado con Inglaterra y que por aquellos años, cuando comenzaba la demanda británica de mineral de hierro, alcanzaría una intensa relación mercantil con este país. Los deseos del alcalde londinense se cumplieron: no puede atribuirse sólo al telégrafo, pero este facilitó las relaciones económicas. También las amistosas, puesto que la presencia cultural británica sería importantísima en Bilbao durante las siguientes décadas.

Iniciativa privada

El tendido del cable submarino no había sido una iniciativa pública, sino de la compañía inglesa India Ruber, Gutta Percha and Telegraph Ltd., que había conseguido la autorización del gobierno dos años antes. Era una sociedad constituida en 1864 y que el año siguiente tendía un cable entre Dover y Cap Gris-Nez, en el paso de Callais. Estos puntos habían quedado conectados en 1850, en el primer cable submarino internacional. La nueva línea, con un trazado similar, demostraba que el intercambio de noticias, información y comunicaciones creaba un ámbito específico de negocios. Después, la compañía se hizo con otras líneas. En 1867 construyó el telégrafo entre La Habana y Florida. Cuando proyectó el cable Inglaterra-Bilbao promovía diversas líneas en la India, Panamá y lugares del Pacífico, por un total de 4.000 kilómetros.

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En 1873 traspasó la explotación de la nueva línea a la compañía The Direct Spanish Telegraph Ltd, formada en Surrey, Inglaterra, en noviembre de 1872. Su director fue José Aparicio Fernández, que solicitó el permiso para establecer una caseta habitable en Las Arenas, en el punto adonde llegaba el cable submarino, y que tres años después pidió la autorización para tender la línea terrestre Bilbao-Barcelona.

El cable llegaba a Bilbao desde el cabo Lizard, en Cornualles, situado en el límite suroeste de Inglaterra. Tenía una longitud de 900 kilómetros, que se cargaban en un buque cablero y se tendían lentamente. El cable lo componían seis hilos de cobre, cubiertos con tres capas de gutapercha, un látex natural producido por el árbol de este nombre, originario del archipiélago malayo y que fue la cubierta que permitió un telégrafo submarino resistente. La gutapercha fue muy popular en la época y figura en el nombre de la compañía británica que tendió el cable submarino Lizard-Bilbao. Recubría el cable una armadura de hilos de acero: era un conjunto consistente, que desde 1866 permitía una conexión fiable por cable submarino. El tendido del cable no presentó grandes dificultades, salvo que se encontró un pozo de 2000 brazas de profundidad (el relieve submarino solía plantear problemas en el cableado).

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La estación inglesa estaba en Porthcurno, en Cornualles, y la de Bilbao en el Arenal, en un local cedido por Emiliano Amann. En el servicio de transmisión y recepción de las estaciones telegráficas de Porthcurno y Bilbao había telegrafistas de nacionalidad española, francesa e inglesa, para evitar errores producidos por el desconocimiento del idioma.

La telegrafía que utilizaba la conexión eléctrica para enviar mensajes en morse había constituido la primera gran revolución en la transmisión de noticias. Hizo posible enviarlas con rapidez y a largas distancias. El telégrafo eléctrico empezó a funcionar en 1837 en Inglaterra y Estados Unidos, pero tardó unos años en generalizarse.

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El telégrafo óptico

En España se utilizaba por entonces la telegrafía óptica, instalada en los años treinta, aunque hubo alguna línea anterior. Se basaba en la comunicación visual entre estaciones situadas a unos diez kilómetros. Durante la primera guerra carlista los liberales organizaron un sistema telegráfico de este tipo, con dos líneas estables, que unían Logroño con Vitoria y Pamplona en 13 torres, fortificadas y guarnecidas: las comunicaciones se convertirían en claves para la guerra. Sin embargo, no hubo instalaciones de este tipo en Bizkaia, pues en general su territorio estuvo ocupado por los carlistas.

El telégrafo óptico llegó después. En 1840 se instaló en Portugalete, para comunicar a Bilbao la llegada de barcos al Abra, una información fundamental para los comerciantes bilbaínos. Desde 1844 se intentó realizar un servicio de telegrafía óptica a gran escala; en 1848 se inauguró la línea de Castilla, que conectaba Madrid con la frontera francesa través de Valladolid, Burgos, Vitoria y San Sebastián. Sin embargo, tuvo escasa duración, puesto que pronto se comprobó la mayor eficacia del telégrafo eléctrico. En 1855 funcionaba ya la idea telegráfica Madrid-Irún. El 27 de noviembre de 1855 Bilbao quedó conectado a la línea principal. Las líneas básicas de la red nacional se completaron en 1863.

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El cable submarino de Inglaterra a Bilbao formó parte, por tanto, de la fase expansiva en la que se tendían líneas internacionales. En 1858 se había logrado tirar un cable a través del Atlántico, pero sólo duró tres semanas. Funcionó de forma estable la línea que se inauguró en 1866, construida ya con gutapercha. En las siguientes décadas la red telegráfica cubrió todo el mundo. Las noticias fluían con rapidez por los océanos y los continentes, lo que no había sucedido nunca. Esta primera globalización permitía conocer precios y realizar negocios a gran distancia.

El cable Inglaterra-Bilbao construido en 1872 tuvo problemas los siguientes años. La sublevación carlista hizo que dejase de ser segura la comunicación telegráfica terrestre entre Bilbao y Madrid. La compañía The Direct Spanish entendió que esto suponía un quebranto para su negocio. En 1874 pidió al Gobierno la autorización para llevar a Santander una terminal de la línea. El empalme se realizó en el Abra, donde se fijó una boya de la que salía el ramal santanderino. De la operación se encargó en abril el buque cablero Dacia, que acababa de tender la línea Marsella-Barcelona. La toma de tierra se fijó en la segunda playa del Sardinero.

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Hasta la llegada del teléfono los últimos años del XIX el telégrafo fue la principal comunicación a distancia para el comercio y para la llegada de noticias, papel que no llegó a perder totalmente durante las primeras décadas del siglo veinte.

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