Borrar
Jóvenes se lanzan al agua en el Malecón de La Habana. Alejandro Ernesto / EFE
¿Llegó a las playas de Cuba una embarcación europea 500 años antes que Colón?
Tiempo de Historias

¿Llegó a las playas de Cuba una embarcación europea 500 años antes que Colón?

En la década de de 1950 se descubrieron, en arenas de La Habana, los restos de un barco cinco siglos más antiguos que la Santa María de Colón; del hallazgo solo quedan fotografías y fragmentos de madera, pues se tapó con arena y no ha vuelto a aparecer

Miguel Gutiérrez-Garitano

Jueves, 28 de julio 2022, 00:30

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

La noticia pasó desapercibida para casi todo el mundo: Cuba se encontraba en momentos de agitación, regidos por la dictadura de Batista y en pleno fervor prerrevolucionario. Fue entonces cuando un temporal dejó a la vista el resto de un naufragio en la costa de La Habana, en el espacio situado entre Tarará y Santa María, al este de la ciudad. Se trataba -pensaron los expertos- del primer barco extranjero llegado a las costas de Cuba. De hecho, se corrió la voz de que era una nave vikinga, lo que hizo las delicias del imaginario popular. A pesar de todo, dada la situación política y económica, la investigación por parte del equipo que lo encontró -perteneciente a la Sociedad Espeleológica de La Habana- no fue a más: la embarcación se tapó para preservarla, tras realizarle algunas fotografías y guardar unos restos de madera.

A partir del año 2003, no obstante, el historiador, arqueólogo y explorador cubano Daniel Torres Etayo recogió el testigo y echó sobre sus hombros la responsabilidad de aclarar el enigma cuando las fotografías y las muestras de material procedentes del casco de la nave reaparecieron por casualidad. Las autoridades enviaron las muestras al museo Kon-Tiki de Noruega para ser analizadas y fechadas. Se pudo saber así que se trataba de un barco del año 790 de nuestra era. En el análisis aparecieron fragmentos de hierro, un metal que no se conocía entonces en América. Las fotografías informaban de un casco de grandes proporciones; y los datos apuntaban más a una embarcación europea no escandinava; o tal vez africana.

El arqueólogo Daniel Torres Etayo.
El arqueólogo Daniel Torres Etayo. NATIONAL GEOGRAPHIC

El hallazgo supuso una revolución. Aunque Daniel Torres le quitaba hierro: «No son pocos -comentaba en una entrevista para el diario Juventud Rebelde en 2012- los que dicen que esto podría cambiar la historia. Pero sinceramente, no creo que eso suceda, porque el que la cambió fue Cristobal Colón en 1492. Además, el hecho de que otros pudieran haber llegado primero a nuestras aguas no es algo raro. Nosotros tenemos documentados casos de pescadores ibéricos que, en tiempos coloniales, se perdieron en tormentas pescando arenques y fueron a parar a Las Antillas, sin proponérselo. El Atlántico no representaba un obstáculo físico. El impedimento era más bien psicológico. Este barco pudo haber sido uno de esos, lo cual no quiere decir que los tripulantes se asentaran. A lo mejor hasta llegó sin personas», zanjó.

Famoso por sus trabajos de estudio de los bateyes taínos -una suerte de plazas ceremoniales donde los indígenas precolombinos practicaban un tipo de juego de pelota- y de una serie de pecios distribuidos por las costas de la Gran Antilla como el Ciudad de Alejandría, un vapor que hacía la ruta Nueva York La Habana y que se hundió en el siglo XIX con todo su pasaje a bordo, los trabajos del cubano trascendieron las fronteras de la isla. Daniel Torres Etayo tuvo el honor de recibir en 2011, de manos de la National Geographic Society, el premio Emerging Explorer, que incluye 10.000 dólares además de una serie de medios para mejorar la investigación; lamentablemente, el bloqueo económico que sufre Cuba por parte de EEUU, impide que el grupo de investigadores de Torres haya podido disfrutar del dinero; asimismo tienen grandes dificultades para traer a la isla algunas de las máquinas o piezas de equipo necesarias para alumbrar un enigma cuya resolución se plantea como una misión casi imposible.

A pesar de la precariedad de medios el equipo acotó el área de búsqueda, de tres kilómetros iniciales a un área de 100 metros por 80. La gran dificultad que entrañan las búsquedas en arena y las carencias técnicas, no obstante, han imposibilitado hasta hoy su localización. Según el periodista e investigador Juan Antonio Sanz López, que vivió en Cuba e investigó el caso, el área de búsqueda no es sencilla. «Son playas con bajíos y pequeños golfos. Y hay mucha, mucha arena». El mismo equipo de Torres reconoce que al acotar el área de búsqueda pudieron dejar fuera el pecio. Se trata por tanto, de buscar «una aguja en un pajar». Sanz sospecha además que las autoridades dificulten la búsqueda, como asegura ya ocurrido con otros casos famosos. ¿Qué se hará en caso de que vuelva a aparecer? El equipo no piensa desenterrar el resto, pues esto sería muy costoso y su conservación, imposible. Se trata, dicen los expertos, de extraer simplemente una nueva muestra para dilucidar si la datación realizada por el Museo Kon-Tiki es acertada o no. «Pudo ser un drakkar vikingo o un barco sajón. También un ballenero vasco posterior, pero en ese caso la datación habría sido errónea», opina Juan Antonio Sanz. El experto asegura que desde 2012 ha habido un «silencio absoluto» en torno a esta investigación. Pero piensa que el pecio sigue allí, a la espera de ser redescubierto. Mientras tanto, el misterio continúa.

Publicidad

Publicidad

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios