JOSEMI BENÍTEZ
Tiempo de Historias

La joven costurera de Begoña asesinada por un inquilino indeseable

A Felipa, de 18 años, la mató a tiros un compañero de su padrino al que habían acogido como huésped. «Me da miedo, mucho miedo», había dicho de él

Domingo, 3 de abril 2022

Felipa Valiño solo tenía 18 años cuando la mataron, en abril de 1922, hace ahora un siglo. La prensa, según la costumbre de aquella época, ... se refirió a los hechos como «crimen pasional», pero en realidad era el último capítulo de un caso asfixiante de violencia de género: la joven costurera llevaba ya mucho tiempo aterrada por las actitudes agresivas y las reacciones imprevisibles del hombre que finalmente la asesinó, un pretendiente despechado que no estaba dispuesto a que ella fuese novia de ningún otro. Y no había manera de escapar, porque los dos, víctima y verdugo, residían en el mismo domicilio.

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El escenario del suceso fue el número 3 de la calle Santa Teresa, un tramo que pocos años después se incorporaría a la calle del Cristo. En el momento de los hechos, pertenecía al municipio de Begoña, que a aquellas alturas todavía no se había integrado en Bilbao. En el quinto tenían su vivienda Faustino Valiño, jefe de horneros de la fábrica de gas, y su esposa Jacinta Ortega, padres de una extensísima prole de diez hijos. Para aliviar las dificultades de alimentar y cobijar a tanto crío, habían confiado una de las niñas, Felipa, a sus padrinos: Canuto García y Felipa Basterrechea vivían en la cuarta planta del mismo bloque, no contaban con hijos propios y se habían hecho cargo de su ahijada desde que tenía 3 añitos. La suya era una casa muy humilde y «de luz triste», como la describió un reportero pero, según todos los testimonios, Felipa -o Felipín, como solían llamarla en familia- creció allí contenta y rodeada siempre de afecto. Se convirtió en una jovencita «trabajadora, cariñosa, honrada y buena para todos», según la perfiló 'El Noticiero Bilbaíno'.

Ese ambiente doméstico se echó a perder cuando la muchacha tenía 15 años. Canuto, que era uno de los conductores más veteranos de los tranvías, admitió como inquilino en su casa a un compañero de trabajo, el cobrador Pedro Martín, un riojano que en aquel momento tenía 24 años. Pese a la diferencia de edad, Pedro no tardó en obsesionarse con la adolescente Felipa, a la que sometía a una presión agobiante y, en más de una ocasión, abiertamente violenta. Una vez, incluso la encañonó con una pistola para obligarla a decirle que le quería. La situación se había vuelto todavía más tensa en el último año, ya que Felipa «discreteaba con un muchacho» de Barakaldo, según la expresión utilizada en una de sus crónicas por 'El Liberal'.

«No quiero verte más al lado de esta. De lo contrario, vamos a tener un disgusto», le espetó una vez el inquilino acosador al novio de la joven

Un domingo, Felipín estaba paseando con su novio baracaldés por el Puente de Isabel II (hoy del Arenal) y Pedro les salió al paso. «No quiero verte más al lado de esta. De lo contrario, vamos a tener un disgusto», le espetó al mozo. El chico se quedó callado, creyendo que el desconocido era uno de los muchos hermanos de su novia, pero ella corrigió el malentendido: «Mira, ese vive en mi casa. Me pretende, se empeña en ser mi novio y hasta me ha llegado a amenazar, pero yo no le quiero porque me da miedo, mucho miedo», le explicó. En casa, sus padrinos ni siquiera sospechaban que se estaba desarrollando ese drama bajo su techo y seguían teniendo a Pedro por un hombre prudente y digno de toda confianza.

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En abril de 1922, el inquietante pretendiente se lesionó una mano en el trabajo y empezó a quedarse el día entero en casa, con lo que se multiplicaban las ocasiones de acosar a la joven. La pistola que siempre llevaba encima salió de nuevo a relucir: el domingo 9, planteó a Felipa un ultimátum para que se casase con él. «Si dices que no, te mato», añadió, y le puso el arma en el pecho. Esta conducta indeseable llegó por fin a oídos de Canuto, que a la mañana siguiente intentó aclarar las cosas: «Si te quieres casar con Felipín, cásate. Pero a gusto de ella, ¿lo oyes?, a la fuerza no», zanjó. Pedro le aseguró que la chica le había dicho que sí tres veces, pero ella se lo negó con vehemencia a su padrino: «¡Mentira! ¡Yo no he dicho eso!».

Con su prima Orosia

El martes 11 de abril, a primera hora de la tarde, Felipa estaba con una prima suya de 17 años, Orosia, en el cuartito de costura que tenían al lado de la cocina. Orosia trabajaba con la máquina Singer y Felipa hacía labor junto a la ventana. Pedro, que debía reincorporarse aquel mismo día al trabajo, irrumpió en la estancia con malos modos y le dijo a la joven que deseaba hablar con ella. «Les oí discutir sobre el mismo tema, que tenía que quererle aunque fuese a la fuerza, y entonces mi prima le dijo que no y que estaba perdiendo el tiempo», relató Orosia. De nuevo se dejó ver la pistola, pero, esta vez, las cosas no se quedaron en una simple coacción: Pedro mató a Felipa de tres tiros y, después, volvió el arma contra sí mismo e hizo fuego otras dos veces. Ya desplomado en el suelo, sacó un cuchillo que llevaba en el chaleco y se remató clavándoselo en el pecho.

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Canuto volvía de Axpe en su tranvía cuando oyó los comentarios de unas mujeres sobre una chica asesinada en Santa Teresa. En ese mismo momento, según explicó después entre lágrimas a un periodista, tuvo claro lo que había ocurrido: «Me lo ha dicho el corazón: ¡Mi Felipín!».

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