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Iván Bilbao, retratado esta semana en Madrid, donde reside. José Ramón Ladra
Tiempo de historias

Iván Bilbao, aquel niño que nació en la barquilla del Puente Colgante

«Me da igual lo que diga mi DNI: yo soy de la ría», dice el actor y director, que vino al mundo a medio camino entre ambas márgenes

Domingo, 16 de enero 2022, 00:57

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El 15 de noviembre de 1979, EL CORREO y 'La Gaceta del Norte', rivales tradicionales en la prensa vizcaína, coincidieron en destacar la misma información local en sus portadas. ¿Algún suceso terrible, alguna iniciativa política, quizá el anuncio de una ambiciosa infraestructura? Qué va, el asunto no tenía nada que ver con esa materia prima habitual del trabajo periodístico, porque se trataba de una noticia verdaderamente sin precedentes: el nacimiento, dos días antes, de Iván Bilbao Fraile, cuya cocorota de bebé dormido se veía en las fotos de aquellas primeras planas. «Yo siempre digo que nací colgado encima de la ría una noche de noviembre, martes y 13», relata hoy el protagonista de aquel despliegue, que efectivamente vino al mundo sobre la barquilla del Puente Colgante, en pleno itinerario desde la orilla de Getxo hacia la de Portugalete. ¡Pocos sitios más castizos hay para nacer!

Detalle del destacado que publicó en portada este periódico.

Al pequeño Iván, que pesaba tres kilos y medio y todavía no tenía ni nombre, algún periodista con aliento poético lo etiquetó entonces como «el hijo de la ría». Su nacimiento en un lugar tan improbable se debió a un cúmulo de circunstancias que se ocupó de explicar su madre, Eugenia Fraile. La joven y su marido, Millán Bilbao (que tenían ya otro hijo de un año, Christian), se equivocaron en los cálculos y esperaban la llegada del segundo para las Navidades. «El parto me pilló por sorpresa», admitió en aquellas entrevistas. En vista de que los dolores no remitían, Eugenia y Millán salieron a las cuatro de la madrugada de su domicilio de Urduliz y pidieron a un vecino que los llevase en automóvil hasta el Hospital de Cruces. Como el proceso parecía ya muy avanzado, decidieron sobre la marcha acudir al Cuarto de Socorro de Getxo, donde Eugenia pasó a una ambulancia municipal.

«Advertí al chófer y al auxiliar de que no iba a poder llegar a Cruces, pero ellos se empeñaron en intentarlo. Enfilamos el Puente Colgante y allí, en plena barquilla, di a luz. El auxiliar de la ambulancia insistía en que hiciera fuerza y aguantara hasta llegar a algún centro sanitario, pero yo no podía. Y, de repente, nació. ¡El de la ambulancia estaba casi más contento que yo!», relataba Eugenia en EL CORREO. «Apenas había luz y, aunque fue un poco a la aventura, desde el punto de vista de la criatura fue un parto relativamente tranquilo. Para mí, por supuesto, no tanto», detallaba en 'La Gaceta'. A los responsables del Puente Bizkaia no les consta otro caso similar en sus 129 años de historia.

Como el feliz momento ocurrió a mitad de recorrido, los encargados del registro se encontraron con un niño que no era ni de Getxo ni de Portugalete, ni de una margen ni de la otra, aunque la madre ya zanjó entonces la cuestión administrativa con un dictamen sabio y lógico: «Mi hijo será de la ría y del Puente Colgante». Y, a continuación, soltaba una broma... que quizá no lo era tanto: «Si el nacer en el Puente Colgante le sirviera para encontrar el día de mañana un puesto de trabajo, no estaría nada mal. O si, al menos, le dieran un pase gratis para el puente, que creo que van a subir los precios».

Cerrar el círculo

Y no, Iván Bilbao no ha acabado currando en el puente. Afincado desde hace años en Madrid, es actor, director y autor teatral: «Ahora estoy con un asesoramiento artístico para una de mis obras, con unas chicas que se llaman En la Calle del Cristo. Enviando dossieres, dando clases a actores, escribiendo y trabajando en una vermutería», enumera. El orgullo por su inusual alumbramiento siempre le ha acompañado: en su perfil de Facebook deja claro que es «nacido en el Puente Colgante» y, durante mucho tiempo, también usó esa referencia como nombre en Instagram y otras redes. «He contado mil veces la anécdota y la gente flipa», se ríe. Aprovechemos para atar aquellos cabos que quedaron sueltos en 1979: al final, ¿lo inscribieron como getxotarra o portugalujo? «En mi carné dice Bilbao, pero eso me da igual: yo soy de la ría. ¡Que me cambien el DNI!», reclama. ¿Y lo del pase gratis? «No tengo, pero paso gratis siempre que voy. Les comento que nací allí y me dicen: '¡¡¡Anda, eres tú!!!'. Se ríen y paso».

Imagen de la barquilla del puente a mediados de los 60. Manu Cecilio

De esas visitas, destaca una de hace unos quince años, que de alguna manera acaba entroncando con aquella primerísima vez que viajó en el transbordador. Contada por Iván, tiene todos los ingredientes de una buena obra de teatro: «Fui a la pasarela para superar el vértigo. Me dijeron que el ascensor de Portu estaba roto, así que solo era para pasear, no para traslados. Mi ascensor fue el último: hubo una avería y me quedé encerrado allí, a 50 metros, con varias familias y una pareja de Logroño. Empezó a llover y un niño preguntó si íbamos a pasar la noche allí, eso nos tensó a todos. Un vasco-alemán que estaba de visita se puso nervioso, llamó al timbre de socorro y pidió una ambulancia, bomberos, policías, helicópteros, lo que fuese. Unas familias de italianos se entretenían con juegos de palmas. La pareja de Logroño tenía ansiedad, sobre todo ella. Estuvimos dos horas encerrados y, casi al final, le expliqué a la señora de Logroño que yo había nacido allí, y muy nerviosa me dijo que a ver si había venido a cerrar el círculo, nacer y morir. Justo ahí nos dijeron que se arreglaba. La directora y el dependiente fliparon con que me hubiera quedado encerrado precisamente yo».

La directora del Puente Bizkaia le preguntó la edad. Iván tenía entonces 28 años y ella hizo cuentas... «Me dijo que había un trabajador que llevaba treinta años allí. Vino un señor mayor, regordete, llorando a abrazarme, y me dijo que él estaba en el momento en el que nací, que nunca había ocurrido nada igual, que mi madre era muy guapa. A mí me dio vergüenza decirle que murió hace años. Entonces me di cuenta de que no había ido a superar el vértigo, había ido a otra cosa: ahí estaba, haciéndome fotos con esa gente desconocida que me vio nacer».

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