El explorador vasco que busca el caballo de Alejandro Magno en Pakistán
El escritor Miguel Gutiérrez Garitano analiza un túmulo que podría ser la tumba de Bucéfalo
Cuenta Flavio Arriano en su 'Anábasis' que una vez a Alejandro Magno (356-323 aC) le robaron el caballo. Sucedió en el país de los ... uxios, en parte de lo que hoy es Irán. El conquistador macedonio no se anduvo con sutilezas: «Inmediatamente envió una proclama por todo el país diciendo que iba a matar a todos los habitantes a menos que el caballo fuese devuelto. Como resultado de esta proclama, el animal fue traído de nuevo sin tardanza ante él. Esto ilustra cuan intenso era el cariño que Alejandro sentía por el caballo y el grande temor a Alejandro que los bárbaros albergaban», consideraba Arriano. El mismo historiador añadía que ese amor del rey por Bucéfalo, que así se llamaba su caballo de guerra, lo llevó al extremo de que cuando el animal murió, en la actual Pakistán, lo enterró en una ciudad erigida en su honor, Alejandría Bucéfala. Numerosos arqueólogos y viajeros han intentado localizarla. El último es el escritor y explorador vitoriano Miguel Gutiérrez Garitano, que acaba de publicar su propuesta en el boletín de la Sociedad Geográfica Española.
Lucio Flavio Arriano fue un político e historiador grecorromano que vivió a finales del siglo I y mediados del II, casi cuatro siglos después de su biografiado. Sin embargo, los especialistas coinciden en que su 'Anábasis de Alejandro Magno' es la fuente más fiable sobre el personaje. Arriano era consciente de la mitificación de la que había sido objeto y procuró basarse en informaciones fiables y dignas de crédito.
La leyenda, que Arriano evitó citar pero que recogieron otros autores como Plutarco, decía que el caballo fue comprado por el rey Filipo II de Macedonia, padre de Alejandro. El animal se mostró hosco y solo el príncipe, que entonces tenía unos doce años, fue capaz de montarlo. Desde entonces Bucéfalo, que significa cabeza de buey, acompañó al macedonio en todas sus conquistas. Compartió «muchas penurias y peligros con Alejandro durante muchos años», cuenta Arriano. «No se dejaba montar por nadie que no fuera el rey, porque rechazaba a otros jinetes. Era a la vez de tamaño inusual y generoso de temple. Tenía grabada la cabeza de un buey como una marca distintiva, y, de acuerdo con algunos autores, ésa fue la razón por la que recibió aquel nombre, pero dicen otros que, aunque era negro por completo, tenía una mancha blanca en la testa que tenía un notorio parecido con la cabeza de un buey».
Murió de viejo
Bucéfalo sucumbió tras la batalla del río Hidaspes, hoy Jhelum, librada en 326 aC por el ejército de Alejandro contra el del rey indio Poros, que contaba con elefantes de guerra. El macedonio salió triunfante y para conmemorarlo fundó una ciudad en la margen oriental del río, Alejandría Nicea. Pero no fue la única, también ordenó construir Alejandría Bucéfala, en la margen occidental, «en memoria de su caballo Bucéfalo, que murió allí, no por haber sido herido por cualquier arma, sino por los efectos de la fatiga y la vejez, dado que contaba ya con una treintena de años y estaba muy desgastado por el agotamiento».
Ambas ciudades se perdieron, bien porque fueron abandonadas o porque sus sucesivos ocupantes olvidaron su origen. Muchos estudiosos han apuntado varios emplazamientos posibles. Ahora defiende su propia propuesta el escritor Miguel Gutiérrez Garitano, que prepara un libro sobre su investigación. El explorador vitoriano ha localizado un túmulo en la localidad Jango Raryalla que podría ser la tumba monumental de Bucéfalo, «de 110 a 130 metros de diámetro, con paredes de adobe de 5 metros de altura», según describe. Su intención es comprobar su hipótesis con una excavación que se realizaría en colaboración con el ISMEO, «una entidad italiana que tiene varias misiones arqueológicas en Pakistán. Es la única manera de salir de dudas», concluye.
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