El nada inocente regreso romántico a la Edad Media
El Romanticismo se sirvió del pasado y, en particular, de la Edad Media, para construir narraciones utilísimas a ciertos programas políticos de su presente
Igor Santos Salazar
Martes, 14 de febrero 2023, 16:37
Igor Santos Salazar es doctor en Historia medieval por las universidades de Salamanca y Bolonia, y profesor de la Universidad de Trento (Italia)
Publicidad
La Historia, ... como disciplina profesional, es un ámbito tan maltratado por diletantes como manipulado por la política. Tales malos tratos y manipulaciones se entienden mejor si se suman dos citas extraídas de las obras de autores tan diferentes como el filósofo italiano Benedetto Croce, quien sostenía que la Historia «es siempre contemporánea» (1917), en el sentido de que está ligada al presente en virtud de la intimidad entre el trabajo de historiadores e historiadoras y sus intereses, enraizados en la actualidad de sus vidas, y el novelista inglés Leslie P. Hartley, quien escribió en su obra «El intermediario» (1953) «el pasado es un país extranjero: allí las cosas se hacen de otra manera». Las dos, tomadas en su conjunto, sirven para explicar mucho de lo que hacemos los historiadores y las historiadoras de profesión: indagar sobre un pasado perdido para siempre a través de temas que, habitualmente, están influenciados por los problemas de nuestro presente, de modo que cada generación «historiográfica» queda definida, en parte, por líneas de investigación que dan razón del clima intelectual de la época en la que sus pesquisas se realizan.
Sin embargo, las dos citas tienen también un envés oscuro. Me refiero al espacio que ocupa la Historia en el debate público. Por una lado, como territorio ajeno, desconocido por la multitud y, por otro, como tramoya útil para construir, manipulando, esa tierra extranjera que, precisamente por su lejanía, puede ser el lienzo sobre el que trazar, a brochazos, relatos que sirvan para alcanzar objetivos políticos presentes en una combinación que ha producido (y sigue produciendo) resultados monstruosos y sangrientos en demasiados rincones de Europa.
Esta segunda realidad no es nueva. La conocían muy bien los autores del siglo XIX. El movimiento romántico se sirvió del pasado y, en particular, de la Edad Media, para construir narraciones utilísimas a ciertos programas políticos de su presente: los procesos de unificación (e invención) nacional de Italia y de Alemania se produjeron en un ambiente intelectual recargado de retóricas neomedievales que, desde los escenarios de la lírica a las colinas en las que se construían nuevos castillos muy 'neo', influía la literatura, la arquitectura, las artes aplicadas, el gusto anticuario (piensen, en nuestros lares, en el impacto de la Catedral Nueva de Vitoria, en el castillo de Butrón...) y, claro, la política.
Publicidad
Resulta interesante observar el papel del País Vasco en ese horizonte europeo. Victor Hugo escribió 'Hernani' (1830), una obra reconocida como la pieza que abrió de par en par, entre trifulcas en los teatros, las puertas al Romanticismo – si bien la trama nada tiene que ver con la localidad guipuzcoana y Hernani es sólo el alias del protagonista del drama, que fue también llevado a la ópera por Verdi. Este último, basándose en una obra de 1836 de Antonio García, hizo que una gitana vizcaína tuviese un papel protagonista en su 'Trovador' (1853), ópera «medievaleggiante», ambientada entre los muros de la Aljafería zaragozana.
Como ven, países extranjeros y exóticos elegidos para escribir obras con finalidades alejadas de la historia que relatan y, sobre todo, de los lugares en las que esas mismas historias están ambientadas. Nótese en este contexto la pasión europea por la España medieval, islámica, caballeresca, sensual, atrasada, supersticiosa, inquisitorial; donde el honor, el sacrificio, el amor y la muerte eran manipulados para crear un horizonte de clichés que iba a caracterizar las vidas (y las alocadas obsesiones) de autores que van de Washington Irving y sus 'Cuentos de la Alhambra' a Prósper Mérimée y su 'Carmen' – quien, por cierto, robó al alavés Sebastián Iradier la 'Habanera' que ha hecho inmortal su ópera.
Publicidad
Edad media 'carlista'
La influencia de tales postulados retóricos románticos y ahistóricos iba a prender entre los autores 'locales'. En pleno incendio fuerista (cuyos rescoldos aún sobreviven), el vianés Francisco Navarro Villoslada iba a ambientar en una Edad Media inventada, muy carlista y por tanto anacrónica, su 'Amaya o los vascos en el siglo VIII' (1877-79), convertida más tarde (1920) en ópera de éxito gracias al talento musical de Jesús Guridi. Que nadie espere encontrar en sus páginas noticias sobre la realidad histórica del país en la Alta Edad Media: la trama de la obra, que tanto influjo tuvo en aquellas generaciones nacidas al calor de las guerras carlistas, tenía como objetivo actuar sobre el presente político de su autor.
En un contexto intelectual semejante, mientras la profesionalización de la Historia seguía, con retraso, un camino tortuoso, la historia del país era (y es) el astillero privilegiado de curas, notarios, abogados, militares, periodistas y políticos de diferentes ideologías y escasos escrúpulos «científicos». Todos ellos han hecho que nuestro pasado siga siendo un país extranjero, a menudo hostil, dominado por romanticismos pretéritos y presentes, material literario simple y ahistórico que sigue ocupando, hoy como ayer, los principales espacios de las librerías y de los medios de comunicación.
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión